Amor En La Cocina

APOYO

Esta semana le tocaba a mi madre cuidar de mi abuelita; hacía un par de años la habían diagnosticado con cáncer de colón.

Ella siempre se mostraba fuerte; pero de a pocos vimos cómo se adelgazó y la quimioterapia caía su cabello.

Yo me escondía a llorar a escondidas ella era mi madre, mi mejor amiga a pesar de que a veces renegaba por las puras; pero ella siempre estaba para mí aun cuando no vivía en Chiclayo.

Verla apagarse a pocos fue frustrante; pero el doctor dijo que su tumor era operable.

Todos estábamos aliviados, se estaban poniendo de acuerdo para la fecha de operación y parecía que por fin había una esperanza de tenerla con nosotros un poco más.

Estaba en clases y por más que trataba de concentrarme en ella no podía hoy la operarían y sería alrededor de las 11; rogaba que todo saliera bien y que mi querida renegoncita se quedara conmigo un poco más; y apapacharla todos los días.

Eran los doce y mi clase terminó, después podíamos ir a clase el profesor había tenido un inconveniente y no iba a llegar.

Estaba por salir cuando Ricardo se apareció en la puerta y me miraba raro

-. ¿Ya te vas? – sonaba triste

-. Si, el profesor no vendrá… - mi celular comenzó a sonar me disculpe y fui a contestar, vi que era mi madre. Conteste de verdad esperaba buenas noticias.

-. Alo. ¿Mamá? – Estaba llorando - ¿Qué pasa?

-.Debes venir a la clínica, lo más pronto posible – sonaba desesperada

-. Ya mismo salgo ¿Qué paso? – me comenzaba a poner nerviosa

-. Todo se complicó – no espere más y le colgué.

Las lágrimas salían sin medida de mi rostro, mi abuelita debe estar muy mal para que ella llorara, debo ir pronto.

-. ¿Te encuentras bien? - Ricardo me tomaba del brazo y me observaba muy preocupado

-. No, debo irme – limpié mis lágrimas y traté de soltarme

-. Te llevó – no me soltaba y me miraba muy preocupado

-. Está bien – trataba de contener mi llanto nadie debía verme en ese estado.

-. Espérame, tardare solo un minuto – después de algunos minutos apareció con el casco, y fuimos a su moto.

Me estaba llevando a casa, y lo agradecía debía cambiarme. Llegamos y le rogué que me esperara me cambiaría y que me lleve a la clínica, él solo asintió y me abrazo. En menos de 10 minutos salí vestida con lo primero que encontré.

Llegamos a la clínica y todos mis tíos estaban ahí con sus respectivas esposas, me miraban con lastima; llegué hasta mi madre y ella me abrazo.

-. ¿Qué pasa? – trate de que mi voz no se quebrara.

-. El tumor es inoperable – dijo en un hilo de voz, mi cabeza comenzó a dar vueltas

-. Pero el doctor… dijo – trataba de comprender

-. Quiere verte – me señalo la puerta. Entre y la vi conectada a muchas maquinas con un montón de tubos que iban y venían de sus venas, traté de contener las lágrimas y de a poco me acerque.

-. Golita – un apodo que solo yo le decía – aquí estoy – levanto su mano y acarició mi mejilla, cerré mis ojos ante su contacto.

-. Debo irme – decía debajo de la máscara de oxigeno

-. Golita, por favor estarás bien – mis lágrimas caían y ya no me importaba, mi corazón se caía en mil pedazos; ella no podía dejarme

-. Mi vida ya está llegando a su fin – negaba con la cabeza mientras mis lágrimas caían sin control

-. No, yo te necesito – sabía que era egoísta; pero no estaba lista para decirle adiós

-. Hija, me falta poco; por favor escucha – sentía que el aire me faltaba, mi corazón sentía morir. Ella estaba ahí en una cama pidiéndome que la despida y que sea fuerte.

Me pidió que me acercará a su oído y lo hizo aunque no quería. Solo asentí ante lo que me dijo y sostenía su mano con fuerza.

De pronto a mi mente llegaron las palabras de mi amiga Lucero “Debes dejarla ir, o ¿te gusta verla sufrir?”, se repetían una y otra vez en mi cabeza.

-. Prométemelo hija – hablaba con dificultad

-. Te lo prometo - casi no podía hablar, quería gritar – y también te dejo ir, ya no quiero que sufras, solo espero que sea donde sea que estes siempre te acuerdes de mi – la miré y ella tenía una sonrisa en su rostro y de pronto la máquina que monitoreaba su corazón hizo un sonido constante su mano ya no me sujetaba.

-.no, no, no – lloraba tomada de su mano, le di un beso en su frente necesitaba salir de ahí sin que nadie me hiciera preguntas y donde nadie me viera llorar.

RICARDO

Mi día estaba fatal solo exámenes y exposiciones, me quedaba solo una clase y vi como Sandra se dirigía a la puerta me adelante corriendo como loco.

Quería pedirle que me esperara, estaba a punto cuando recibió una llamada debió ser bastante mala ya que lágrimas rodaban por sus mejillas.

La lleve a su casa en donde se cambió y de ahí a una clínica, me dio el casco y apresuro el paso, decidí esperarla porque su semblante no me gustaba nada.

Después de casi media hora la vi salir desecha, salió a la puerta y llevo una mano a su corazón “oh nena que te pasa porque estas tan mal”.

Alce la mano para llamar su atención y ella corrió hacia a mí, la abrace mientras ella lloraba inconsolablemente, se aferraba a mí y yo no sabía qué hacer.

-. Sácame de aquí – decía pegada a mi pecho y sin que su llanto cese – por favor – asentí y la subí en la moto no sabía adonde llevarla y solo fui camino a casa.

En todo el camino podía sentir como seguía llorando, me destrozaba verla así, sentía que apretaban mi corazón muy fuerte que dolía demasiado. Ella era fuerte debe ser algo realmente grave para que estuviera así.

Llegamos a casa y aunque ella parecía más calmada sus ojos estaban hinchados, las lágrimas seguían cayendo y su pecho subía y bajaba; la hice pasar y la lleve a un sillón. Fui a al cocina por agua se la di; pero ella negó.

-. Vamos princesa tómatela – me senté a su lado y yo se la di de beber

-.Gracias – tomo el vaso y lo dejo sobre la mesita



#5577 en Novela romántica

En el texto hay: amor, cocina, peleas con la ex

Editado: 11.08.2019

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