Amor En La Parada

Capítulo 5: Encuentro 

Era un día común. Llegué cerca de la universidad con tiempo de sobra antes de mi próxima clase, pero mi estómago me recordaba que no había comido nada desde la mañana. A pesar de que no era mi costumbre, la sensación de hambre se hizo más fuerte a medida que avanzaba. Decidí que, antes de entrar a la universidad, podría darme el lujo de pasar por una tienda y comprar algo rápido.

Al entrar al centro comercial, el bullicio típico de la tarde parecía haberse calmado. Las luces brillaban suavemente, y el aire acondicionado ofrecía un respiro del calor exterior. Mientras caminaba por el pasillo principal, mi mirada se desvió hacia una tienda que tenía un letrero de "galletas saladas" en la vitrina. Mi estómago gruñó y no pude evitar pensar que sería una buena opción. Sin embargo, no me esperaba lo que ocurrió a continuación.

Al doblar la esquina y entrar al pasillo de las galletas, me detuve en seco. Frente a mí, casualmente, estaba él: Daniel. Lo reconocí inmediatamente, aunque, en ese momento, no sabía si sentirme sorprendida o incómoda. Lo vi de pie frente a una estantería, examinando las galletas con una expresión pensativa. Me quedé quieta, tratando de decidir si debía seguir adelante o no.

Fue él quien rompió el silencio, como siempre.

—Vaya, no esperaba verte aquí —dijo, con esa sonrisa relajada que siempre tenía.

Lo miré un poco desconfiada, aunque no podía negar que me sorprendía encontrármelo en un lugar tan distinto a la estación de autobuses.

—Sí, yo tampoco esperaba encontrarte aquí —respondí de forma neutral, tratando de no mostrarme demasiado sorprendida.

Daniel no pareció ofendido ni incómodo por mi tono cortante. De hecho, continuó mirando las estanterías mientras hablaba de forma casual.

—¿Buscas algo en especial? —preguntó, sin dejar de observar las cajas de galletas.

—Solo algo rápido… no tenía planeado quedarme mucho tiempo —respondí, encogiéndome de hombros.

Él asintió, como si mi respuesta fuera completamente normal. Me miró nuevamente, esta vez con una expresión un poco más curiosa.

—No te preocupes, yo tampoco estoy planeando quedarme aquí todo el día —dijo, tomando una caja de galletas y metiéndola en su carrito.

Aunque no lo había esperado, me sorprendió lo fácil que parecía ser para él iniciar una conversación en cualquier momento. Yo, en cambio, prefería mantener las cosas en su lugar: simples y rápidas. Aún así, mi curiosidad empezó a despertar. Lo observaba con más atención de lo que pensaba.

—¿Cómo van las clases? —preguntó de nuevo, como si no fuera nada raro hablar de esos temas.

Sus preguntas me hacían sentir que la conversación fluía con una naturalidad que no compartía. Me tomé un momento antes de responder.

—Bien, nada nuevo —respondí de manera breve, sin entrar en detalles.

Daniel no pareció molesto por mi falta de entusiasmo. Al contrario, sonrió de nuevo, como si no le importara la distancia que ponía entre nosotros.

—Eso es bueno —dijo él, mientras ponía las galletas en su carrito y empezaba a caminar por el pasillo—. Yo también busco algo rápido. Hoy terminé todo temprano.

Lo observé mientras se alejaba y, aunque nuestra charla era mínima, algo en su actitud me hizo sentir que, a pesar de ser una persona prácticamente desconocida, su presencia era algo a lo que ya me estaba acostumbrando.

La verdad es que, a pesar de mi naturaleza reservada, en ese momento el encuentro en el pasillo de galletas saladas no me resultó tan incómodo. Fue como una pequeña pausa en la rutina, algo que rompía la normalidad sin ser una verdadera ruptura. Ambos compramos lo que necesitábamos y, sin mucho más que decir, nos despedimos de forma breve.

Pero, al salir de la tienda y dirigirme hacia mi clase, una pequeña sensación de curiosidad siguió rondando en mi cabeza. Tal vez este encuentro no había sido tan casual después de todo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.