Amor En Medio Del Dolor

PARTE 02

 

—¿Qué estás haciendo papá? — Mientras sentía que la sacaban de manera presurosa de ahí y no iba por el ascensor como el resto de gente, la hizo caminar por las escaleras a jalones llevándola por ahí.

 

—No pienso gastar ni un centavo en un hospital solo porque la estúpida de mi hija se hizo unos raspones—Estaba de manera incomprensible molesto.

 

—Papá me pusieron puntos en la cabeza, tengo el pie lastimado, me duelen las costillas, no debería irme me duele aún mucho.

 

—Más va a dolerte los golpes que te voy a dar si te rehúsas a obedecerme, que afán el tuyo de darme disgustos y malos ratos, tú debiste morir ese día te lo dije mil veces, maldito estorbo— Cuando estaban por llegar a las escaleras del primer piso por la salida de emergencia la lanzo contra la pared haciendo que un chillido producto del dolor que sentía por su maltratado cuerpo tuvo cuando chocó contra esa maciza pared de cemento, cayendo al suelo sin dejar de llorar. Mientras él abría la puerta para que salieran de una vez, no había razonamiento que impidiera que le importara poco a nada el dolor de su propia hija. Ella como pudo se levantó con las manos sucias por estar mojadas y sostenerse de la baranda, a duras penas pudo bajar, cada pazo era como una estaca que le clavaban, cada respiración era tan difícil de mantener, no podía mirar a los ojos a su padre, solo lo siguió hasta la vieja carcacha que tenían como vehículo familiar.

 

—Papá quiero vomitar, detente por favor— A regañadientes se detuvo y no porque su hija estuviera mal, solo que no quería que manchara su auto con esa asquerosidad.

 

—Debe estar contenga, odio manejar hasta un hospital y deberías saber por qué, odio este lugar y aun así por ser tu contacto de emergencia tuve que venir a recogerte más bien a sacarte, porque no iba a gastar el dinero de mi chelas en ti (chelas: cerveza) aunque mejor te hubieras muerto y que tu cuerpo lo entierren en una fosa común poco me importaba— Ella incapaz de ir contra su padre, incapaz de alzar su voz, incapaz de hacer valer los mínimos derechos que el ser humano debe ejercer, en total signo de sumisión solo atino a afirmar lo dicho.

 

—Perdón papá por estar viva, perdón por ser yo y no él. —Se secó las lágrimas y miro a un lado, por la carretera, sabiendo que la miseria era lo único que le espera en esa casa acompañada de las humillaciones, del dolor, de la angustia y sobre todo de la soledad, una que le repetía todos los días lo culpable que era o debería sentirse, guardaba un secreto, guardaba la verdad, una incapaz de decirla, prefería seguir siendo la culpable de cuanta desgracia sucedía en su hogar, además que nadie le creería.

 

 

—¿Por qué me has dejado? ¿Cómo pudiste hacernos esto? — Mientras le lloraba a un frío cajón donde descansaban los restos de la mujer que había amado desde hace diez años, su primero y único amor, su amor eterno, su cosa bonita.

 

—Tranquilo hermano, ella ya está con nuestro señor, el padre le dará la despedida en el cementerio, ya tienen que llevársela, vamos, estoy seguro de que saldrás de esta, ella no te quisiera así. — A duras penas se separó de su cajón, mientras la llevaban a la carroza fúnebre para ser enterrada en el cementerio, donde sus restos descansarían para siempre un lugar donde había un lugar separado también para algún día unirse y ser uno con la tierra hasta de él emanara flores.

 

— Nuestra hermana Verónica de Romero ha ido al descanso eterno en la paz de Cristo, que el Señor le reciba en el banquete de los hijos de Dios en el cielo. Con fe y esperanza en la vida eterna, ayudémosla con nuestras oraciones y pidamos también por nosotros. Que volvamos a reunirnos un día con nuestros seres queridos, para que juntos, encontremos a Jesucristo cuando él, que es nuestra vida, se manifieste en gloria. —Fueron las palabras del padre, mientras una escena desgarradora se manifestaba, Mauricio era sujetado por sus familiares para impedir que se quisiera ir junto con ella.

 

—Déjenme irme con mi esposa, no se dan cuenta sin ella no pudo vivir, sin su luz voy a terminar muriendo, no quiero dejarla sola, ella le teme a la oscuridad, no puedo hacerlo, ¡Carajo quiero morir con ella no entienden!

 

Los asistentes ya se habían marchado no sin antes sentir una profunda pena por el pobre viudo que paso de un estado de querer morir con ella, a quedarse callado y con la mirada perdida, muchos temían que no soportara, muchos murmuraban que tal vez pronto se uniría a ella.

 

—Hermano, vamos a tu casa Vicky hizo algo de comer, no te has alimentado desde ayer— Se dejó llevar como si no tuviera alma, como si no tuviera esencia, como si su luz se hubiera apagado al momento en que el amor de su vida era enterrado bajo tierra.

 

Horas después no había podido provocar bocado, subió a su recámara mientras todos los miraban frustrados no sabían cómo sacarlo de su tristeza, como calmar su dolor, siempre fue tan feliz, tan sonriente, se notaba en su mirada que adoraba a su esposa y viceversa, pero sin ella sabían que él era algo así como un muerto en vida.



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En el texto hay: amor, muerte, dolor

Editado: 08.01.2023

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