Amor En Medio Del Dolor

PARTE 05

Estaba nerviosa, las manos le sudaban ¿Y si no lo hacía bien? Es lo que pasaba por su cabeza, estaba a punto de regresar sobre sus pasos, cuando en la puerta un soñoliento Mauricio que estaba con Lucas en los brazos con los ojos irritados y la nariz húmeda.

 

—Gracias a todos los cielos que llegaste, por un momento pensé que te arrepentirías, puedes sostenerlo mientras apago el agua que más debe ya estar seca — No fueron ni dos segundos que el pequeño ya estaba en los brazos de Sofía quien lo sostuvo con delicadeza, mientras el pequeño le mostraba una enorme sonrisa y jugaba con su cabello algo ya de manera regular.

 

—Hola pequeñito y pensar que estaba a punto de darme la vuelta, que tonta ¿Verdad?

 

—¿Decías algo? —Pregunto Mauricio.

 

—No nada estamos bien, ¿Necesita que lo ayude en algo? —Mientras Lo veía de espalda, solo en ese momento se había percatado que traía una camiseta sin mangas, traía el cabello desordenado y se acababa de quemar la mano, llevándola rápidamente debajo del fregadero con el caño abierto.

 

—Soy tan torpe, no digo una grosería porque no le quiero dar ese ejemplo a Lucas, pero siéntate mientras me aplico un ungüento. —Ella solo lo observaba, mientras se desaparecía tras una puerta que suponía era el baño de la planta baja, mientras el pequeño en sus brazos seguía jugando con su cabello.

 

—Hola pequeño, ¿Qué sucedió hoy? Mmmm creo que alguien se hizo en los pantalones—No espero que Mauricio llegara, busco alguna pañalera y la encontró refundida en algún lugar, no podía cambiarlo sobre la mesa, así que fue hasta el sofá, se quitó la chaqueta y lo recostó sobre ella e hizo lo que imaginaba que se hacía, no sintió asco, porque muchas cosas peores había visto aún recordaba cuando había dormido sobre su propio vomita luego le dio una indigestión y nadie la había atendido o siquiera preocupado por ella.

 

Cuando Mauricio salió, vio justo el momento en que terminaba de cambiarlo y le hacía cosquilla adicional del particular aroma, pego sus manos a su rostro algo incrédulo, a él le costaba aún luchar a la hora de cambiarlo, era el aroma, era que el pequeño no se la hacía fácil.

 

—Eres como un ángel, has llegado a salvarme, no entiendo por qué dices que no tienes experiencia, solo mira como lo tienes embobado. —Ella no entendía mucho, solo sabía que aquí el ángel era el pequeño y su sonrisa, que para ella podía enamorar a quien sea.

 

—La verdad es que no lo podía dejar así, él ya está bien solo mírelo, está riendo y creo que le gusta mi cabello—Sonriendo con tanta tranquilidad y familiaridad para él, como si siempre hubiera estado ahí con ellos.

 

Durante una hora aproximadamente le enseño cada parte de la casa, las dos plantas, el patio trasero con el enorme jardín y la pequeña pileta, en la segunda planta había cuatro habitaciones, la principal que él ya no ocupaba, puesto que era muy doloroso, estaba la del pequeño Lucas que a decir verdad también le costaba entrar, porque tenía dibujos a medio terminar hechos por su querida Verónica que se había inspirado en animales salvajes, era tan talentosa pensaba él, esa habitación no tenía muchos muebles, ya que él dormía con el pequeño más bien con la cuna pegada a su cama. Y al fondo del pasillo a lado del baño había una pequeña habitación que antes había usado como depósito, pero ayer había arreglado como podía, una cama no muy grande, un pequeño closet y algunas frazadas sobre la cama, para él era algo pequeño, pero no tenía lo gigantesco que podría ser para ella, algo tan simple podía ser el mundo para quien nunca tuvo algo.

 

—Disculpa la pequeñez, pero la verdad no tuve mucho tiempo de organizarme, que te parece si me das al pequeño Luca y tú te instalas, aunque he visto que no traes muchas cosas. También puedes darte un baño, aquí el lado esta, siéntete en confianza, no tengas pena —Ella solo dijo un leve gracias, sin verlo a los ojos para luego darle al pequeño y encerrarse en la habitación, sus ojos amenazaban con inundarse de lágrimas, acariciaba cada mueble con el pulgar derecho, se sentía incrédula, sobre todo por una cama limpia, llevaba tanto tiempo sobre un viejo colchón sucio y mal oliente que aquello ante sus ojos le parecía tal vez la joya más preciosa, aspiro el aroma a limpio a flores, imaginaba un jardín con muchas de ellas, de distintos colores y tamaños, cerrando los ojos se abrazó sí misma y una lágrima logro escapar de sus ojos, sentía su magullada piel con los bellos de esta erizados, era una sensación extraña recordando cuando era pequeña.

 

—Hermanito, cuéntame un cuento no seas malito.

 

—Ven acomódate aquí renacuaja, a ver de princesas no porque no te voy a llenar la cabeza que esas cosas.

 

—¿Los príncipes no existen? Tú eres un príncipe hermanito, siempre me defiendes y luchas contras los dragones, peor no le digas a mamá que le dije así o papá que después me castigan y luego me hacen llorar. Hermanito tu cama es calentita, la mía es muy flaquita.



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En el texto hay: amor, muerte, dolor

Editado: 08.01.2023

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