Kang Minho
No entiendo qué está pasando.
Y no lo digo porque el profesor haya cambiado la fecha del informe final, o porque el sistema de la universidad haya colapsado otra vez.
No.
Lo digo porque desde hace tres días, cada vez que veo a Hana Yoo reír con otro chico, algo en mi pecho se aprieta como si tuviera un error de código.
Y yo no cometo errores.
O al menos, eso creía.
Lunes, 8:00 a.m. – Cafetería del campus
Yo estaba en mi mesa habitual, revisando los números de nuestra propuesta de emprendimiento. Todo normal.
Hasta que escuché su risa.
Esa risa inconfundible.
Levanté la vista.
Hana estaba en el mostrador, riéndose con un tipo de segundo año, uno de esos chicos que creen que el mundo es un meme.
Él le mostraba algo en su teléfono, ella se cubría la boca para no soltar una carcajada.
Y yo… dejé de escribir.
—No —murmuré para mí mismo—. No estás molesto. Estás… observando. Eso es todo.
Pero entonces el chico le tocó la mano.
Y ella no la apartó.
Mi lápiz se partió.
Literalmente.
—Genial —dije, mirando la mina rota—. Primera baja del día: mi lápiz y mi dignidad.
Hana me notó, como si el universo se burlara de mí.
—¡Oh, Kang Minho! —dijo sonriendo—. ¿Tú por aquí otra vez?
—Trabajo aquí ahora —contesté sin levantar la vista.
—¿De verdad?
—No. Pero debería, considerando cuánto café me venden.
El chico del mostrador —cuyo nombre descubrí más tarde que era Joon— le hizo un gesto amistoso antes de irse.
Y sí, también tenía hoyuelos.
Detestable.
—¿Amigo tuyo? —pregunté sin pensar.
—Ah, sí. Es Joon, del club de teatro. Me pidió ayuda con su libreto.
—¿Club de teatro? No sabía que eras actriz.
—No lo soy, pero sé improvisar bastante bien.
—Sí, lo he notado —murmuré.
Ella me miró, entre divertida y confundida.
—¿Te pasa algo, Kang Minho?
—No. Absolutamente nada.
Pero incluso yo sabía que estaba mintiendo.
Mediodía – Biblioteca
Habíamos acordado revisar el avance del proyecto.
Solo que Hana llegó quince minutos tarde, con una bebida nueva en la mano.
—¿Llegas tarde y encima traes café para ti? —le dije.
—¡Ay! Se me olvidó traerte uno —respondió, haciendo un puchero que casi me desarma.
—Increíble. Tienes memoria selectiva.
—¿Eso es una queja o una forma rara de decir que me extrañaste?
—Ninguna de las dos.
Pero lo dije demasiado rápido.
Ella arqueó una ceja y sonrió.
—Ajá… suena a “sí”.
Tragué saliva.
Mi CPU interno necesitaba reiniciarse.
Intenté concentrarme en la pantalla, pero cada vez que ella se inclinaba sobre mi hombro para leer algo, su cabello rozaba mi brazo, y mi corazón hacía ese ruido interno de error, error, error.
—¿Estás bien? —preguntó, notando que dejé de escribir.
—Sí. Solo estoy… procesando datos.
—¿Datos o sentimientos?
—¿Perdón?
—Nada —respondió.
Esta mujer va a matarme, pensé.
Y ni siquiera voy a quejarme.
Más tarde – Pasillos del campus
Salimos de la biblioteca y ella iba contando algo sobre una broma de Yuri.
Yo la escuchaba, o al menos lo intentaba.
Hasta que Joon apareció otra vez, caminando hacia nosotras.
—¡Hana! —la llamó, levantando la mano.
Ella se iluminó.
—¡Joon! ¿Cómo te fue en la audición?
—Pasé a la final —dijo él, sonriendo.
—¡Increíble! Te dije que lo lograrías.
Yo miraba la escena, sintiendo que algo dentro de mí hervía en silencio.
No lo soporté.
—Hana, tenemos que irnos —dije.
—¿Eh? Pero—
—El profesor dijo que necesitaba el informe hoy.
Mentí.
Sin vergüenza.
Ella se despidió rápido de Joon y caminó conmigo.
—No sabía que el profesor nos pidió eso.