Amor en Ruedas

Capítulo VI

El resto de la semana transcurrió sin más percances o cosas importantes que resaltar. Nathan cumplió su promesa de ser mi chofer, llevándome de aquí para allá, empezando por pasar por mí en la mañana.

Lo último tuve que explicárselo a mamá. Era algo totalmente nuevo que un chico pasara por mí y que a veces también me fuera a dejar. Primero, era muy raro que tuviera amigos hombres, él único era Dylan y todo el semestre que se fue de intercambio no salí más que con Alli; segundo, que un chico se tomara la molestia de pasar por mí -incluso cuando ya había terminado el plazo de la promesa- era toda una noticia para mamá. Estaba vuelta loca con el hecho de que había un chico más en mi vida.

Tuve que pasarme una tarde entera explicándole que no éramos NADA, solo un nuevo amigo que estaba cumpliendo con la promesa que le hizo a Alli por haberme tirado. Al final lo comprendió y se entristeció un poco, pero seguía teniendo la satisfacción de un integrante más en mi lista de amistades y tenía fe en que poco a poco mi vida social iba a progresar.

Alli continuó molestándome todos los días, a todas horas sobre Nathan, y yo seguí tratando de convencerla de que no era cierto lo que ella pensaba, aunque más bien trataba de convencerme a mí misma.

Creía que si me enamoraba de él iba a terminar llorando, con el corazón roto y con amigo menos; porque pensaba que era imposible que un chico tan atractivo e inteligente como él, se fijara en una nerd, inválida y sin gracia como yo.

Lo sé, tenía un hermoso concepto de mí misma. Supongo que después de todo, Kate si lograba su objetivo: hacerme sentir basura; lo que más me molesta es saber que yo lo permitía.

En fin, el viernes llegó y como acordamos, Nathan se quedó en mi casa a darnos asesorías de matemáticas y también a cenar ya que mi querida amiga lo invitó además, a ver una película después de la cena.

Afortunadamente mamá dejó preparada la cena antes de irse a trabajar como todos los viernes, porque tenía que ir fuera de la ciudad a ver a los clientes foráneos y normalmente llegaba a media noche o hasta el sábado por la mañana, dependiendo de cuanto trabajo tuviera.

Después de la cena, Alli preparó palomitas para la película, a la cual no le puse atención por estar contando los segundos que faltaban para que se acabara y se fueran.

No me malinterpretes, claro que me agrada pasar tiempo con mis amigos, pero tenía ganas de estar sola y moverme por mi misma. Ellos no me dejaban trasladarme sola a ningún lado aún cuando ya habían pasado los tres días de inmovilidad que recetó la enfermera, y sabía que lo hacían con toda la buena intención del mundo pero necesitaba un respiro. Quería ir a mi habitación por un traje de baño y salir al patio trasero a nadar en la piscina para relajarme y despejarme.

Nadar es lo mejor para mí. Estando en el agua puedo ser libre, puedo ser una chica normal que no depende de una silla de ruedas para moverse, puedo ser completamente independiente; y eso me encanta así que cualquier lugar con agua en donde pueda nadar es mi favorito.

Además, aunque se pueden practicar distintos deportes en silla de ruedas, ninguno me agrada y en ninguno soy buena así que lo único que me queda son los deportes acuáticos. Hubo un tiempo en que entrenaba para competencias de velocidad en distintos estilos de nado pero me aburría demasiado y lo dejé por el nado sincronizado, o como yo le digo: ballet acuático.

Simplemente me encanta. En mis tiempos libres después que deje el entrenamiento, empecé a practicar pararme de manos dentro del agua, hacer tornillos y lo más difícil e importante, mantener la respiración el mayor tiempo posible. Después de un tiempo de entrenar en casa le pedí a mamá que me inscribiera a clases y aunque tarde mucho en convencerla porque en mis prácticas caseras estuve a punto de ahogarme tres veces, lo logré. Fui a clases por dos años, pero era muy difícil para mamá llevarme por los horarios y su trabajo así que decidí suspenderlas y seguir practicando sola en casa.

Alrededor de hora y media después me salí porque ya tenía la piel de pasita y estaba muy cansada. La semana había sido bastante pesada y con toda la revolución de sentimientos encontrados dentro de mí, no había podido dormir bien las noches anteriores.

Me enrollé en una toalla y me subí nuevamente a la silla, fui a mi habitación a darme una ducha rápida, más que nada para enjuagarme el cloro de la alberca, y después de ponerme mi sexy pijama que consistía  en un short negro y una playera blanca de tirantes, y cepillar mi cabello, me puse los audífonos y me metí dentro de las sábanas.

No tarde mucho en caer en los brazos de Morfeo que me arrullaron tanto, que consiguieron hacerme soñar. Fue un sueño muy confuso pero agradable porque vi a papá. El ruido de la puerta de la cochera me despertó y supe que mamá acababa de llegar, al parecer había tenido bastante. Cuando oí que mamá entró a su habitación decidí levantarme y hacer algo de limpieza.




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