Los gritos del público eran un rugido constante, un eco que vibraba en el suelo y en los huesos. Luces de neóny pantallas gigantes, olor a cerveza y sudor . El concierto era una jungla descontrolada.
Mateo levantó el celular, abrió un live y sonrió con esa facilidad que solo tenía frente a millones de extraños.
—Aquí estoy gente. ¿Qué quieren que haga?
Los comentarios aparecieron en cascada: “Canta”, “saluda”, “¡besa a una chica guapa ya!”
Un coro improvisado nació entre los fanáticos:
—¡Beso, beso, beso!
Cientos de comentarios pidiendo lo mismo.
Mateo rió. Qué locura. Y, sin pensarlo demasiado, giró la cabeza.
Ahí estaba ella.
Lucía, copa en mano, distraída entre carcajadas con su amiga, sin imaginar que en segundos se convertiría en tendencia mundial. Tenía algo distinto: una belleza sin esfuerzo . Una chispa real entre tanto artificio.
“Qué demonios”, pensó. Y lo hizo.
El beso estalló en un segundo caótico: los labios de ella, cálidos y cargados de alcohol; el sabor de ron que lo sorprendió; la electricidad que se encendió sin permiso. Los gritos del público se mezclaron con los comentarios frenéticos en la pantalla de su celular.
Lucía tardó en reaccionar. Parpadeó, lo empujó con torpeza y huyó entre la multitud, dejando atrás a un Mateo sonriente y a un mar de espectadores enloquecidos.
No lo sabía aún, pero ese beso . Ese accidente transmitido en vivo frente a miles de personas . estaba a punto de cambiarlo todo.
Porque a veces basta con un instante.
Un reto.
Un roce inesperado.
Un simple beso… para que tu vida deje de ser solo tuya.
Como en el caso de Lucia .