Amor en tendencia

capítulo 6

El despacho estaba en penumbras, aunque el reloj de pared marcaba la mitad de la tarde. Lucas nunca había sido un hombre que necesitara demasiada luz para trabajar; lo suyo era el silencio, la disciplina y el peso de las decisiones que parecían sostenerse en sus hombros desde hacía décadas. Desde la ventana se veía parte de la ciudad, autos alineados en embotellamiento, y más allá, las torres de vidrio que reflejaban el sol de septiembre.

Con los dedos tamborileando sobre el escritorio, hojeaba unos documentos que, para cualquiera, parecerían contratos rutinarios. Para él no lo eran. Cada rúbrica era poder, cada firma un recordatorio de que había construido un imperio a costa de su tiempo, de su nombre y —sobre todo— de su familia.

Un retrato enmarcado reposaba en una esquina: él, más joven, con un niño de unos diez años sonriendo tímidamente a su lado. Mateo. Su hijo.

—Tú tienes la cara limpia, la vida por delante —murmuró Lucas, con voz grave y áspera, como si hablara al fantasma de aquel niño—. Ojalá nunca descubras todo lo que yo tuve que ensuciarme para darte lo que ahora tienes.

Sus ojos se endurecieron. Nadie más en su entorno sabía que tras los trajes de corte perfecto y la sonrisa educada que mostraba en público, había secretos que podían partir la vida de cualquiera en dos. Pero Mateo era su debilidad. Su hijo jamás debía cargar con lo que él había hecho.

Lucas encendió un cigarro —uno de esos que solía fumar únicamente cuando los recuerdos le golpeaban fuerte— y aspiró hondo. Afuera, el murmullo de la ciudad seguía su curso. Adentro, él sentía que los días se le estaban agotando.

Un golpe en la puerta lo sacó de su ensimismamiento.
—Señor, la reunión está lista. —La voz del asistente atravesó el silencio.
Lucas apagó el cigarro en un cenicero de cristal y se levantó con calma. El retrato de Mateo quedó ahí, testigo mudo de un padre que lo amaba tanto como lo temía.

---

Lucía

Lo admito: estaba nerviosa. Mucho más de lo que quería reconocer. Esa mañana había pasado más de veinte minutos decidiendo qué ponerme, como si mi clóset pudiera mágicamente resolver la pregunta más ridícula del mundo: ¿qué te pones para salir con alguien que odias, temes y deseas al mismo tiempo?

Terminé optando por unos jeans ajustados y una blusa sencilla, pero con un escote que me hacía dudar si era demasiado o no. Me miré en el espejo y me dije que estaba bien. Natural. O al menos eso parecía.

Cuando llegué al punto de encuentro, Mateo ya estaba allí. Apoyado contra su auto, con gafas de sol y esa sonrisa que parecía saber todos mis secretos. Maldita sea, ¿cómo podía verse tan relajado?

—Llegas justo a tiempo —dijo al verme.
—No soy de las que hacen esperar —respondí, intentando sonar tranquila.

El lugar al que me llevó no era el típico restaurante caro o bar de moda como había imaginado. No. Mateo me sorprendió llevándome a una pequeña cafetería escondida en una calle peatonal, rodeada de librerías antiguas y faroles que aún conservaban bombillas amarillas. Olía a café recién molido y a pan caliente, un aroma acogedor que me relajó apenas entramos.

—¿Sorprendida? —preguntó, quitándose las gafas.
—Un poco —admití, mirando alrededor. Mesas de madera, cuadros en las paredes con paisajes en blanco y negro, y un par de gatos caminando como si fueran dueños del lugar—. Pensé que… no sé… serías de los que creen que el café solo sabe bien si cuesta diez dólares.

Mateo se rió, y ese sonido me recorrió entera.
—Qué poco me conoces.

Pedimos cappuccinos y croissants, y nos sentamos junto a la ventana. Desde ahí podía ver a la gente pasar: parejas tomadas de la mano, turistas con cámaras, niños corriendo detrás de burbujas que lanzaba un artista callejero. Todo parecía tan normal, y aun así yo me sentía como si estuviera en medio de un experimento emocional de alto riesgo.

Hablamos. Al principio de cosas superficiales: música, películas, lo que nos gustaba y lo que odiábamos. Pero poco a poco, las palabras se volvieron más personales. Mateo me preguntó sobre mi familia, y yo, con algo de resistencia, hablé de mi madre, de cómo siempre había tenido que ser fuerte para sostenernos. Él me escuchaba sin interrumpir, y eso me desconcertaba.

—Eres distinta a lo que esperaba —dijo finalmente, mirándome con esa intensidad que me hacía querer mirar a otro lado.
—¿Y qué esperabas? —pregunté, retándolo.
—Una chica cualquiera que buscara su minuto de fama. Y no… no eres eso.

No supe qué contestar. Sentí que el aire se me atascaba en la garganta. Así que bebí un sorbo de café, intentando disimular el temblor de mis manos.

La complicidad llegó sin darme cuenta. Entre risas y comentarios, empezamos a contarnos anécdotas ridículas. Él habló de una vez que casi se cayó en pleno escenario por culpa de un cable mal puesto; yo le conté cuando me quedé atrapada en un baño porque la cerradura se atascó. Nos reímos tanto que terminé con lágrimas en los ojos.

Por un momento, olvidé el beso del concierto, la viralidad, los comentarios, todo. Era solo él y yo, dos personas compartiendo café en una tarde cualquiera. Y eso, irónicamente, fue lo más peligroso.

---

El parque

La tarde terminó con una caminata por el parque cercano. Había vendedores de helados, familias paseando a sus perros, estudiantes tirados en el césped leyendo. El sol comenzaba a bajar, tiñendo el cielo de tonos anaranjados.

Mateo se ofreció a acompañarme hasta la parada del bus, pero yo insistí en caminar sola un rato. Necesitaba ordenar mis ideas.

Me senté en un banco, disfrutando del aire fresco. Cerré los ojos un momento, dejando que la brisa me despeinara. Era demasiado. Lo que sentía, lo que había pasado, lo que podía pasar. Tenía que aclarar mi cabeza.

Abrí los ojos y fue entonces cuando la vi.

Una chica rubia, de cabello liso y perfectamente cuidado, estaba parada a unos metros, mirándome como si quisiera arrancarme la piel a tiras. Sus labios estaban curvados en una sonrisa tan falsa que dolía. Llevaba un vestido caro y tacones que parecían no inmutarse por el césped.



#3511 en Novela romántica
#1195 en Otros
#429 en Humor

En el texto hay: humor, romance comedia, romcom

Editado: 10.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.