Amor en tendencia

capítulo 10

Lucía

El café de la esquina tenía un olor que se pegaba en la ropa: mezcla de canela, café recién molido y pan tostado. Afuera caía una llovizna fina que hacía brillar el pavimento y difuminaba las luces del letrero de neón.
Mateo estaba frente a mí, con una gorra que no servía de mucho para disimularlo. Llevaba una camisa blanca arremangada, el reloj en la muñeca y esa sonrisa de “no me importa si alguien nos mira, igual voy a hacerte reír”.

—¿Sabes que estás rompiendo tu propia regla? —le dije, removiendo el azúcar en mi taza.
—¿Cuál de todas? Tengo varias.
—Esa de “no salgo con civiles”.
Él soltó una risa baja.
—Técnicamente, todavía no estamos saliendo.
—Ah, claro. —Lo miré con fingida seriedad—. Solo coincidimos en todos los lugares desde hace dos semanas.

La lluvia golpeaba el cristal con ritmo, y su mirada me sostuvo más tiempo del que se considera prudente. Había algo en Mateo esos días: una calma distinta, un gesto que me hacía pensar que se estaba permitiendo descansar del mundo. Y, por primera vez, me descubrí pensando que tal vez eso… no estaba mal.

Él apoyó el codo en la mesa.
—¿Te das cuenta de que siempre estás esperando que yo diga algo estúpido para corregirme?
—Es mi pasatiempo favorito.
—Podrías buscarte uno menos peligroso.

Su voz bajó de tono, y el aire cambió de temperatura. La lluvia afuera se volvió música de fondo. En algún punto, dejé de fingir que no lo miraba con la misma intensidad.

El barista trajo otra ronda de cafés y una porción de pastel que Mateo pidió sin preguntarme.
—Te juro que este es el mejor pastel del planeta —dijo.
—Lo dices de todos los postres.
—No, lo digo de ti también.

Rodé los ojos, pero mi sonrisa lo delató. Había en esa tarde algo que parecía ajeno a todo lo demás: como si los rumores, las cámaras y el ruido del mundo se hubieran quedado fuera del pequeño café.

Por un momento creí —de verdad creí— que una relación con él no sería tan imposible. Que tal vez lo que empezó con un beso accidental podría volverse algo real.

---

Mateo

Ella no lo sabe, pero ese tipo de momentos son los que me asustan más que cualquier entrevista o escenario.
Lucía me mira como si no tuviera idea de quién soy, como si no importaran los titulares ni la presión. Me hace sentir… normal. Y eso es peligroso, porque cuando uno vive en el ruido, el silencio se vuelve adictivo.

Después del café la acompañé hasta la estación del metro. Llevaba la bufanda que le regalé, sin saber si lo hacía por gusto o por compromiso. Quise preguntarle, pero me mordí la lengua; temí arruinar el equilibrio frágil que habíamos construido.

El teléfono vibró tres veces seguidas en mi bolsillo. Lo ignoré.
Otra llamada.
Lucas.
No respondí.

Lo conozco demasiado: si llama a esas horas, no es por cortesía. Es por control.
Y no quería que esa voz arruinara la tarde.

Lucía hablaba de una exposición de arte, sus manos dibujaban en el aire la emoción de los colores. Yo apenas podía seguirle el hilo; estaba demasiado ocupado memorizando su risa.
Pero la calma no dura mucho en mi mundo.

El siguiente mensaje que llegó a mi teléfono me heló:

> “Te están buscando. Hay un video.”

---

Lucía

El mensaje me llegó casi al mismo tiempo. Una notificación tras otra, hasta que el celular se volvió una tormenta en la palma de mi mano.

—¿Qué pasa? —preguntó Mateo, notando cómo mi expresión se congelaba.
No respondí de inmediato. Mis dedos temblaban. Abrí el enlace.

El video comenzaba con luces, música, una fiesta lujosa. Mateo, de espaldas, hablando con una chica rubia. Luego, un beso.
Corto, pero suficiente.
Un beso que parecía real.

La respiración se me partió en dos. Las risas del café que aún resonaban en mi cabeza se apagaron de golpe.
Era él.
Era Sienna.
Y el mundo, como siempre, ya lo había decidido por mí: los comentarios, las etiquetas, los titulares improvisados. #MateoYSiennaOtraVez. #LaChicaDelBesoEngañada.

—Lucía, no es lo que parece —dijo, acercándose.
Retrocedí.
—¿Qué no lo parece? ¿Qué parte exactamente? ¿La boca, las manos o la cámara?
—Déjame explicarte.
—¿Explicarte qué? —mi voz se quebró—. Todo el mundo lo está viendo.

Sentí el peso de las miradas de la gente en la calle, aunque nadie supiera quién era yo. Las notificaciones no paraban. Mi nombre ya estaba en los comentarios, arrastrado junto al suyo.
Me giré sin mirarlo y caminé. No corrí. Solo… me fui. Porque si corría, significaba que todavía me importaba más de lo que quería aceptar.

---

Mateo

El silencio después de verla marcharse fue peor que el escándalo.
Intenté llamarla, envié mensajes, nada.
El daño ya estaba hecho.

En la oficina, Lucas esperaba con un vaso de whisky y una sonrisa demasiado tranquila.
—Sabía que pasaría tarde o temprano —dijo, sin levantar la vista de los papeles—. La fama y los sentimientos no son compatibles.
—No fue como lo muestran.
—No importa. Lo que importa es lo que parece.

Sobre el escritorio, un contrato nuevo.
—Campaña conjunta con Sienna. Fotos, entrevistas, eventos. Necesitamos limpiar tu imagen.

Lo miré con una mezcla de rabia y cansancio.
—¿Y Lucía?
—Olvídala, Mateo. No puedes salvar a una chica que no pertenece a este mundo.

Mi pulso se aceleró. Por un instante, quise decirle que me importaba más ella que cualquier firma o apellido. Pero su mirada era un muro, y yo estaba demasiado cansado de pelear.

Tomé la pluma.
El sonido del bolígrafo rasgando el papel fue lo más parecido a una traición que había sentido en años.

Cuando levanté la vista, Lucas sonreía satisfecho.
Yo, en cambio, solo sentí el vacío.



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En el texto hay: humor, romance comedia, romcom

Editado: 26.10.2025

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