Amor en tendencia

capítulo 11

Mateo

El sonido del bolígrafo sobre el papel fue tan seco que me dio ganas de romper algo.
Firmar mi nombre en ese contrato era lo mismo que dejar que mi padre me pusiera una correa invisible.
Él observaba desde el otro lado del escritorio, de pie, con esa expresión satisfecha que usaba cada vez que conseguía que yo hiciera exactamente lo que quería. Sienna estaba a su lado, sonriendo para sí misma, como si esto fuera una especie de victoria personal.

—Muy bien —dijo Lucas, con una calma que me revolvió el estómago—. Esto restablecerá tu imagen pública. La marca está encantada, y la prensa ya prepara la nueva campaña.

Apoyé el bolígrafo con fuerza sobre la mesa.
—Perfecto. Todo arreglado. Ya pueden respirar tranquilos.

—No empieces, Mateo —replicó mi padre sin mirarme—. Es solo un contrato, un trabajo más.

—¿Un trabajo? —reí sin humor—. No, es una farsa. Una mentira con cámara y maquillaje.

Sienna entrelazó los dedos con soltura, acercándose un poco.
—No seas tan trágico, Matt. Nos pagan bien por fingir que somos felices, eso no es tan terrible.

La miré en silencio. No tenía sentido discutir con ella; Sienna vivía en ese mundo donde todo era una foto perfecta.
—La diferencia —dije al fin— es que tú no tienes nada que perder.

Salí del despacho antes de que Lucas dijera algo más.
El aire fuera se sentía pesado, pero al menos era mío.
Mientras bajaba las escaleras, solo podía pensar en una cosa: Lucía.
Y en cómo este estúpido contrato la iba a destrozar más que a mí.

---

Lucía

Dos días después, en la cafetería de la universidad, todo el mundo hablaba del mismo tema.
Yo solo quería terminar mi trabajo de diseño, tomar mi café y desaparecer, pero las conversaciones me perseguían como ecos.

—¿Viste las nuevas fotos de Mateo y Sienna? —decía una chica detrás de mí—. Están de vuelta.
—Sí, la campaña de joyas, ¿verdad? Dicen que fue idea del padre de Mateo. Qué pareja más perfecta.

Tragué saliva. Mis dedos temblaron sobre la taza.
Intenté concentrarme en el vapor del café, pero la curiosidad me ganó. Abrí mi celular.
Y ahí estaban.

Las fotos.
Mateo y Sienna en un set blanco, sonriendo, tomados de la mano. Ella apoyada en su hombro, él con una expresión que no supe cómo describir.
No parecía feliz… pero tampoco se veía forzado.
Parecían una pareja.
Una pareja real.

> “Mateo Rivas y Sienna juntos otra vez. Luxar Jewelry los elige como imagen del amor eterno.”

Leí y releí ese titular hasta que las letras se desdibujaron.
No sé cuánto tiempo estuve mirando la pantalla. Cuando la bajé, ya no sentía las manos.

Todo dentro de mí se comprimió, como si me arrancaran el aire.
No era solo celos. Era traición. Era creer, por un segundo, que Mateo no era como los demás… y descubrir que sí lo era.

Salí de la cafetería sin decir nada.
El sol me dio de frente, pero el mundo seguía gris.

---

Mateo

Las luces del set me ardían en la piel.
Otra sesión de fotos. Otro “te quiero” vacío que debía sostener con una sonrisa.

Sienna se acomodó a mi lado y me rozó el brazo.
—No pongas esa cara, cariño. Nos pagan por vender una historia de amor.

—Sí —murmuré—. Una historia que nunca existió.

Ella fingió reír, pero la tensión se notaba.
El fotógrafo gritó algo sobre química, sobre naturalidad.
Así que la miré. Sonreí. Fingí.
Y por dentro, solo pensaba en Lucía.

En cómo su risa era de verdad.
En cómo me miraba como si no importara de dónde venía, sino quién era.
Y en cómo la había perdido, justo cuando empezaba a creer que podía merecerla.

Esa noche, cuando llegué a casa, abrí el celular.
Lucía había subido una historia: el mar al atardecer. Sin texto.
Era tan ella, tan silenciosa y clara al mismo tiempo.
Y aunque no decía nada, lo entendí: ya no quedaba nada que explicar.

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Lucía

Los días se volvieron pesados.
Las redes estaban llenas de sus fotos.
Cada entrevista, cada video, cada comentario hablaba de ellos.

Al principio me enojaba. Luego simplemente dolía.
Ya no revisaba mi teléfono, no respondía mensajes, ni siquiera quería escuchar música. Todo me recordaba a él.

Las chicas en clase cuchicheaban cuando yo pasaba.
Algunos me miraban con lástima; otros con una sonrisa venenosa.
“Pobre, la dejaron por una modelo.”
“¿Viste cómo se la jugó?”
Yo fingía no escuchar. Pero lo hacía. Lo escuchaba todo.

Una tarde, frente al espejo, Valeria insistía:
—Lucía, deberías hablar con él. No todo es como se ve.
—Ya no hay nada que hablar —le respondí, intentando que la voz no me temblara—. Él eligió su versión de la historia.

Pero en el fondo, una parte de mí seguía esperándolo.
Por más que doliera admitirlo.

---

Mateo

Dos semanas.
Catorce días sin verla.
Catorce días pretendiendo que no me importaba, mientras fingía ser el hijo ejemplar que mi padre quería.

Cuando me dijeron que debía asistir al evento de la fundación Visión Nueva, quise negarme.
Hasta que vi su nombre en la lista.

Lucía.
Era la primera vez en dos semanas que sentía algo parecido a esperanza… o tal vez miedo.

El lugar estaba lleno de luces, de cámaras, de gente que fingía sonreír.
Y entonces la vi.
De pie, entre la multitud, con un vestido azul que hacía que todo alrededor pareciera más apagado.

El corazón me golpeó el pecho.
No sabía si quería correr hacia ella o desaparecer.
Solo supe que no podía dejar que se fuera sin escucharme una vez más.



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En el texto hay: humor, romance comedia, romcom

Editado: 26.10.2025

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