Liam y Bella estaban sentados junto al fuego, revisando sus notas. La tormenta rugía afuera, y dentro, había una calma tensa.
—A veces siento que hay tanto sobre mí que no sabes, Bella —dijo Liam, mirando las llamas—. Cosas que podrían explicar por qué soy como soy.
Bella levantó la vista, sus ojos llenos de curiosidad y preocupación. —¿Te gustaría compartirlo conmigo? —preguntó suavemente.
Liam asintió, pero antes de que pudiera responder, un cansancio abrumador se apoderó de él. Se levantó lentamente y tomó su chaqueta.
—Creo que necesito algo de tiempo para mí. Voy a regresar a casa por hoy —dijo Liam, dirigiéndose hacia la puerta.
Bella lo miró con preocupación, su rostro reflejando una mezcla de sorpresa y decepción. —¿Vas a irte ahora, en medio de la tormenta? —preguntó, tratando de ocultar su frustración.
—Sí, necesito estar solo por un tiempo —respondió Liam con firmeza.
Bella cruzó los brazos, frunciendo el ceño. —¿Siempre huyes cuando las cosas se ponen difíciles, Liam? —dijo, su voz cargada de sarcasmo—. No somos los únicos con problemas, ¿sabes?
Liam se detuvo en seco, su mirada se tornó severa. —No tienes idea de lo que he pasado, Bella. No te atrevas a juzgarme —replicó, alzando la voz.
—¡Entonces háblame! —exclamó Bella, dando un paso hacia él—. ¿Por qué siempre tienes que ser tan cerrado?
La tensión entre ellos era palpable, como la electricidad en el aire antes de una tormenta. Liam respiró hondo, tratando de calmarse, pero las emociones eran demasiado fuertes.
—¡Porque no todo el mundo quiere compartir cada detalle de su vida, Bella! —dijo Liam, su voz temblando de ira y dolor—. Algunos secretos son demasiado dolorosos para contar.
Bella retrocedió ligeramente, sorprendida por la intensidad de su reacción. —Lo siento, no quise… —empezó a decir, pero Liam la interrumpió.
—No, no lo sientes. Solo quieres saber todo, aunque eso me destroce. —Liam se giró y salió de la mansión, la lluvia y el viento golpeándolo mientras caminaba por la calle.
Cada paso que daba bajo la tormenta parecía desafiar su determinación. Las gotas de lluvia golpeaban su rostro, mezclándose con las lágrimas que intentaba contener. Sentía la tensión en su cuerpo, como si cada paso fuera una batalla.
flash back
Liam se encontraba en medio de una densa neblina, los sonidos distantes de una tormenta resonando a su alrededor. De repente, la neblina se disipó, revelando la casa de su infancia envuelta en llamas. El calor abrasador y el humo espeso lo envolvieron, llevándolo de nuevo a la noche del incendio.
Liam, de 7 años, se despertó en medio de la noche, con el humo llenando sus pulmones y el calor abrasador rodeándolo. El sonido de madera crujiente y vidrios rompiéndose envolvía la casa. Desconocidos habían atacado su hogar con una violencia inexplicable. El pequeño Liam escuchaba los gritos desgarradores de sus padres mientras intentaba encontrarlos entre las llamas.
—¡Mamá! ¡Papá! —gritó, su voz temblorosa y ahogada por el humo.
Los padres de Liam, Anne y Daniel, eran conocidos por ser personas generosas y trabajadoras. Anne era una talentosa pianista que llenaba la casa de música, mientras que Daniel, un ingeniero ambiental, dedicaba su vida a luchar por un mundo más limpio y seguro. Sin embargo, Daniel había hecho enemigos poderosos que no estaban de acuerdo con sus ideales y sus esfuerzos por exponer prácticas industriales peligrosas. Esa noche, mientras trabajaban en sus respectivos proyectos, los atacantes irrumpieron en la casa, dejando todo en caos.
Liam logró salir de la casa, con el rostro manchado de hollín y lágrimas. Desde afuera, contempló impotente cómo el hogar que conocía se convertía en cenizas. Los bomberos llegaron demasiado tarde para salvar a sus padres. La imagen de la casa ardiendo se quedó grabada en su memoria para siempre.
Las siguientes semanas fueron un torbellino de dolor y confusión. Liam se enfrentó a la dura realidad de haber perdido a sus padres de manera tan violenta y abrupta. El niño que antes era alegre se convirtió en un alma reservada, cargando con el peso de la tragedia en sus hombros.
Liam fue enviado a vivir con su abuelo, un hombre amoroso pero enfermo. Su abuelo lo recibió con los brazos abiertos, pero la enfermedad terminal que padecía hacía que la convivencia fuera un desafío constante. A lo largo de los años, la salud del abuelo de Liam fue empeorando, llevándolo eventualmente al hospital.
—Vamos a estar bien, Liam. Prometo cuidarte lo mejor que pueda —dijo su abuelo, con una sonrisa débil pero llena de amor.
Liam enfrentó diversas situaciones mientras se adaptaba a su nueva vida. La enfermedad de su abuelo lo obligó a crecer rápidamente, asumiendo responsabilidades que normalmente no serían de un niño. Aprendió a cocinar, a cuidar de su abuelo y a enfrentar el dolor de la pérdida mientras intentaba mantener una apariencia de normalidad. Cada noche, las pesadillas del incendio lo atormentaban, recordándole la fragilidad de la vida.
A pesar de las circunstancias, el vínculo entre Liam y sus padres era fuerte. Recordaba las tardes en que su madre, Anne, le enseñaba a tocar el piano, sus dedos pequeños moviéndose torpemente sobre las teclas mientras ella lo guiaba con paciencia y cariño.
—Muy bien, cariño, lo estás haciendo genial. Solo sigue practicando —decía Anne con una sonrisa cálida, besando su frente.
Por su parte, Daniel solía llevar a Liam a explorar la naturaleza, mostrándole la importancia de cuidar el medio ambiente. Juntos plantaban árboles en el jardín, riendo y compartiendo historias.
—Un día, hijo, este árbol crecerá fuerte y alto, al igual que tú —decía Daniel, acariciando la cabeza de Liam con ternura.
En una noche tranquila, mientras el abuelo de Liam luchaba por respirar en el hospital, el anciano tomó la mano de su nieto y le hizo prometer algo importante.