Narrado por Clara
Los días siguientes fueron una mezcla de calma y tensión. Ethan y yo estábamos bien… pero no del todo. Había cariño, sí. Pero también heridas que aún no cerraban.
Una tarde, mientras organizaba el inventario en el puesto, una mujer elegante se acercó. Llevaba un abrigo de lana caro y un aire de autoridad.
—Tú debes ser Clara —dijo, sin sonreír.
—Sí, ¿en qué puedo ayudarte?
—Soy Margaret Walker. La madre de Ethan.
El mundo se detuvo por un segundo.
—Encantada —respondí, con una sonrisa educada.
—Solo quería conocerte. Y asegurarme de que entiendes lo que implica estar con alguien como mi hijo. Esta vida, esta familia… no es sencilla. Hay expectativas. Compromisos. Tradición.
No lo dijo con crueldad, pero tampoco con calidez. Era una advertencia disfrazada de cortesía.
—Entiendo perfectamente. Y también sé lo que implica estar con alguien como yo. Trabajo duro, construí mi negocio desde cero, y no espero que nadie me regale nada. Solo quiero estar con alguien que me respete… y me incluya. —respondí, firme.
Margaret me observó en silencio. Luego asintió, apenas perceptible.
—Eres más fuerte de lo que pareces.
—Y usted más directa de lo que esperaba —respondía, sin perder la sonrisa.
Margaret dio un paso atrás.
—Veremos si el invierno revela lo que el corazón calla.
Ella me miró por un momento, luego asintió y se fue.
Y yo… me quedé temblando.
Narrado por Ethan
Cuando mi madre me dijo que había hablado con Clara, supe que algo no estaba bien.
—Solo le dije la verdad —dijo ella.
—No, mamá. Le dijiste tu verdad. No la nuestra.
Fui directo al puesto. Clara estaba empacando unas cajas, pero su expresión era distinta. Más cerrada. Más distante.
—¿Estás bien? —pregunté.
—Tu madre vino a verme —dijo, sin rodeos.
—Lo sé. Lo siento. No debió hacerlo.
—No me importa lo que piense de mí, Ethan. Pero sí me importa que tú no la detuvieras.
—No sabía que iba a hacerlo.
—Entonces tal vez no sabes tanto de tu mundo como crees.
Sus palabras dolieron. Pero eran ciertas.
Narrado por Clara
Esa noche, me senté sola en la habitación de huéspedes. Miré mi maleta. Podía empacarla. Podía irme. Nadie me lo impediría.
Pero también podía quedarme. No por orgullo. No por él. Por mí. Porque yo también tenía derecho a decidir qué historia quería vivir.
Tomé mi celular. Escribí un mensaje a Ethan.
“Mañana, después de la feria, quiero hablar contigo. En la hacienda. A solas.”
Lo envié. Y apagué el teléfono.
Narrado por Ethan
La esperé en el porche, como la primera vez. Cuando llegó, no dijo nada. Solo se sentó a mi lado.
—No quiero que esto sea una guerra entre tu mundo y el mío —dijo.
—Tampoco yo.
—Pero necesito saber que si me quedo, no voy a tener que pelear todos los días para que me acepten.
—No vas a pelear sola. Si te quedas, peleamos juntos.
La miré. Ella me miró. Y en ese momento, supe que aún había esperanza.
—Entonces dime, Ethan… ¿qué somos tú y yo?
—Somos dos personas que se encontraron en medio del invierno… y que no quieren soltarse, aunque nieve.
Ella sonrió. Y me besó.
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Editado: 13.10.2025