Amor En Tiempos De Invierno

Epílogo

Narrado por Clara

La nieve caía suave, como si el cielo nos bendijera en silencio.

Estábamos en Snowridge Hollow, justo en el campo detrás de la hacienda Walker, donde Ethan había crecido y donde, de alguna forma, yo también había encontrado mis raíces. Todo estaba cubierto de blanco, pero no hacía frío. No para mí. No ese día.

Las sillas estaban dispuestas en semicírculo, decoradas con ramas de pino, cintas rojas y pequeñas luces doradas. Los invitados llevaban bufandas gruesas y sonrisas cálidas. Marla lloraba discretamente en la primera fila. Luis y Tasha sostenían una bandeja de galletas personalizadas con nuestros nombres. Y Margaret Walker… me sonrió. De verdad.

Ethan me esperaba al final del pasillo, con su abrigo largo y una flor blanca en el ojal. Sus ojos brillaban como si el invierno entero se reflejara en ellos.

Mi vestido era sencillo, de lana blanca, con detalles bordados a mano. No necesitaba más. Todo lo importante ya lo tenía frente a mí.

Cuando llegué a su lado, él tomó mis manos con fuerza, como si no quisiera soltarme nunca más.

—¿Lista? —susurró.

—Siempre —respondí.

El oficiante habló, pero apenas lo escuché. Todo lo que importaba era ese momento. Ese “sí” que no era solo una palabra, sino una promesa.

—Ethan Walker, ¿aceptas a Clara Bennett como tu esposa?

—Sí. Mil veces sí.

—Clara Bennett, ¿aceptas a Ethan Walker como tu esposo?

—Sí. Con todo lo que soy.

Nos besamos bajo la nieve, entre aplausos, risas y lágrimas. Y en ese instante, supe que todo había valido la pena: los secretos, las dudas, las diferencias. Porque el amor, cuando es verdadero, no se rinde. Se transforma.

Después, celebramos en el granero de la hacienda, decorado con luces, mantas, chocolate caliente y una mesa larga llena de galletas. Las nuestras. Las que nos unieron.

Y mientras bailábamos nuestra primera canción, Ethan me susurró al oído:

—Gracias por quedarte.

—Gracias por dejarme entrar —le respondí.

Y así, entre nieve, música y amor, comenzó nuestra nueva historia.

Una historia que, como el invierno, siempre vuelve… pero esta vez, para quedarse.

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5 años despues

Cinco inviernos han pasado desde aquella tarde en que le dije “sí” a Ethan bajo la nieve. Y aunque el tiempo ha traído cambios, hay cosas que siguen igual: la forma en que me mira cuando pruebo una nueva receta, cómo me toma la mano cuando caminamos por el pueblo, y el modo en que la nieve parece caer más suave cuando estamos juntos.

Ahora vivimos en la hacienda, pero no como antes. La transformamos. Conservamos su historia, sí, pero le dimos nuestro toque: una cocina más grande para mis galletas, un invernadero para sus plantas, y una habitación llena de juguetes… para Emma, nuestra hija de tres años.

Sí, ahora somos tres. Bueno, cinco si contamos a Canela, nuestra perrita, y a Tomás, el gato que adoptamos el segundo año de casados.

Sweet Clara’s creció más de lo que imaginé. Tenemos un local en el pueblo y otro en la ciudad. Marla ahora dirige el equipo de ventas, y Luis y Tasha abrieron su propia pastelería en un pueblo cercano. A veces, cuando veo el letrero de mi tienda iluminado en la nieve, recuerdo aquella primera feria… y sonrío.

Ethan sigue siendo el mismo hombre que conocí entre luces navideñas y galletas de jengibre. Solo que ahora también es padre, socio, y el mejor compañero que la vida me pudo dar.

Esta noche, mientras Emma duerme y la chimenea crepita, él me abraza por la espalda y me susurra:

—¿Sabes qué día es hoy?

—¿Nuestro aniversario?

—No. El día en que te vi por primera vez… vendiéndome una galleta que no necesitaba, pero que cambió mi vida.

Reí. Porque sí, todo comenzó con una galleta. Y terminó… con una familia.

Y mientras la nieve cae una vez más sobre Snowridge Hollow, sé que el invierno siempre será nuestro. No por el frío, sino por todo lo que floreció en medio de él.




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