Amor en Trámite

Capítulo 2.- Una tuerca suelta

Capítulo 2: Una tuerca suelta

—Elena, quiero invitarte a salir —Fede tragó saliva y casi se atraganta— ¡No pienses mal! —dijo con el rostro ardiendo de vergüenza— Como amigos, porque me salvaste la vida ayer para ayudarme a bajar del árbol. No solo salvaste mi dignidad, sino también mi vidaaa, así que yo...

Fede respiró profundo, dando vueltas donde estaba parado. Y volvió a empezar su plática personal.

—Elena, eres mi mejor amiga y estoy agradecido de que salvaras mi dignidad ayer, así que te invito a comer —miró su reloj de mano y se dio cuenta que eran las ocho de la mañana—, digo comer no, desayunar. Porque todos desayunamos ¿no?

El chico se abanicó con las manos. No era una mañana calurosa, pero él ya se estaba derritiendo.

Se encontraba aproximadamente a unas tres cuadras de la casa de Elena. Se escondió cerca de un basurero, donde había unas cuantas latas que se entretuvo pateando en lo que pensaba en una forma decente de invitar a su amiga a desayunar con él.

Durante un minuto solo pateó latas mientras pensaba cómo hablar sin parecer un tonto. Y es que nunca tuvo problemas para hablar con su amiga Elena, después de todo, ella no solo era su amiga, era su mejor amiga. Pero lo ocurrido el día anterior, lo dejó con un nerviosismo extraño y se sentía demasiado ansioso.

Pateó otra de las latas y decidido empezó a practicar de nuevo. Ya le quedaba poco tiempo porque había quedado en pasar a casa de su amiga a las nueve de la mañana.

—Elena, ¿te gustaría desayunar conmigo? —negó con la cabeza— Ya sé que quedamos de acuerdo en desayunar juntos. Me refiero a que si quieres salir conmigo... Pero si quedamos ya sé que vamos a salir juntos, pero yo ahorré un dinerito y quiero invitarte... Y ¡Ahhh! ¡¿Puedo escucharme más patético?! —Se preguntó frustrado.

—Patético, se queda corto hermano. A ese ritmo no vas a llegar a ningún lado.

De entre una montaña de papel periódico, que Fede en un principio había pensado que era un montoncito de basura, salió un muchacho joven, que pareciera ser solo un par de años mayor que él.

Estaba dormido bajo todo aquello por lo que pasó desapercibido.

Fede gritó como niño asustado y se alejó solo un poco, porque tropezó con las latas y fue a caer al suelo.

—¡No quiero morir! —Gritó angustiado y cerró los ojos.

—Es muy temprano para pensar en morirse, hermano —el vagabundo se estiró y bostezó mientras se sentaba alli mismo para estar a la misma altura de Fede y miró las latas regadas— ya casi terminaba de acomodarlas. Tremendo desastre que me hiciste con la venta.

—¿Venta? —Fede tartamudeó al preguntar aquello, avergonzado de causar inconvenientes.

—Seee —respondió el otro, relajadamente y con una simpática sonrisa—. Las vendo en el mercado de chatarra o con los emprendedores que hacen manualidades. Por eso las separo. Las que están del asco son chatarra y las que se ven decentes, para las manualidades.

—¡Oh! Lo siento mucho, yo...

—¡No pasa nada hermano! —el joven se señaló así mismo y se golpeó el pecho con orgullo— Hoy es tu día de suerte. Soy un experto en nenas. Por una modesta cantidad, te daré los mejores consejos de la historia. Mi oferta tiene las tres "B", hermano: Bueno, Bonito y Barato.

—No, pero muchas gracias —Fede se levantó tan rápido como pudo para tratar de irse. Pero el otro fue más veloz y casi se estrella con él.

—¡Es en serio! ¡Es un negocio perfecto! Con mis consejos, no habrá nena que se te resista. Que no te engañe mi apariencia, aún viéndome así, las chicas mueren por mí —extendió la mano en saludo—. Me llamo Teodoro, pero mis amigos, mis cuates, me dicen "El Tuercas". Soy un emprendedor negociador de almas perdidas y tú mi hermano, andas más perdido que el titánic.

Fede rio un poco ante ese comentario y pensó que tal vez el otro estaba algo ebrio o loco. Así se le quitó el pánico a hablar con aquel desconocido. Y agradeció por el ofrecimiento, tomó la mano que se le ofrecía en saludo.

—Soy Fede. Mucho gusto en conocerte, Teodoro.

—Para ti hermano, soy Tuercas. Mis geniales consejos no se los doy a cualquiera. Es la mejor inversión que harás esta semana, está garantizado.

Al ver al Tuercas de pies a cabeza, Fede consideró si no era demasiada su desesperación como para pagarle a un desconocido que probablemente estaba ebrio por los olores que desprendía, por consejos.

Y es que Teodoro, "El Tuercas" se veía joven, sin embargo, a ratos se le trababa un poco la lengua al hablar y destilaba un olor a alcohol, tan fuerte, que era imposible no percibirlo.

Igual a ratos su visión se quedaba como mirando a la nada o como si fuera a quedarse dormido otra vez, aunque estuviera de pie.

Unos minutos después de estar tan cerca del joven, Fede concluyó que olor fuerte que desprendía Tuercas, no solo era una mezcla de alcohol, tierra y basura, si no que igual parecía que no había tomado una ducha en un considerable lapso de tiempo. Su rostro estaba todo manchado de lo que parecía ser mugre o algo más de lo que Fede prefería no enterarse.

Tuercas traía ropa tan desgastada, rota y sucia que casi parecía que se caería a pedazos en cualquier momento. Fede se prometió, que si un día se encontraba de nuevo con él, le regalaría algo de ropa.

No obstante, Tuercas tenía una sonrisa curiosamente radiante y graciosa. La vibra que desprendía era amigable y eso le inspiraba confianza al joven.

No lo meditó mucho y aceptó el trato. Después de todo, muy seguramente el Tuercas necesitaba dinero y él había pateado sus latas.

Salió de sus pensamientos cuando el tuercas silbó llamando su atención.

—Hermano, tienes que vivir en la tierra. Por eso es que tu amiga no se entera que te gusta. Vives en la luna —dijo Tuercas.

—¡No! No. Claro que ella no me gusta
Yo nunca dije que me gustara. No puede gustarme porque es mi amiga y los amigos no se gustan, solo son amigos porque la amistad da cariño y la amistad es... es...



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Editado: 13.10.2025

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