LUCAS
Después de tantos años la volví a ver, estaba tan bonita y como siempre queriéndose llevar todo por delante. Cada mañana vengo a este mismo café para verla sin que ella se dé cuenta. La observo desde lejos.
Volví hace solo tres meses, gané el concurso para ser director del hospital traumatológico de Wisconsin (Wisconsin Trauma Centers), estoy feliz de regresar. Cuando joven decía que sería un gran cirujano en este hospital, no fue fácil; pensé que no lo lograría y muchas veces quise rendirme. Siempre ella estuvo en mi mente, aunque nunca tuve el valor para buscarla.
―Señor …. Recuerde que tiene una reunión en la sala de conferencias y lo están esperando ―dice mi secretaria Lina sacándome de mis pensamientos.
―Sí, ya voy ―respondí levantándome de mi silla para salir a la oficina. Me sentía un poco agobiado y a la vez triste porque ella no me reconoció y eso me dolió.
Ser director de un hospital es una tarea ardua y constante, siempre estoy en reuniones con los médicos, luego el área administrativa, las fundaciones o personas que buscan donar al hospital.
Miro mi reloj, ya son pasadas las 8:00 p.m. y aún no he podido almorzar, ha sido un día muy agotador y largo, pero también muy productivo. Agradezco que mi mejor amigo está conmigo, es el jefe del área médica.
Llego todas las noches a casa estresado y con muchas cosas en mi cabeza. Lamento mucho haber tenido que dejar a mi padre solo en el gran estado de New york, las cosas para él no han sido fáciles después de la muerte de mi madre. Ella siempre fue el pilar de nuestra familia y mi mayor confidente.
Para mí volver no fue tan fácil, luego de graduarme e ingresar al internado conseguí quedarme en el hospital, ahí estuve por varios años y conseguí hacer varios buenos amigos y a la vez pude desarrollarme y adquirir muchos conocimientos hasta que me convertí en el mejor cirujano cardiovascular del hospital. Las horas interminables y me cohibí de tener vida social hasta que pudiera conseguir mi objetivo.
Busco una botella de vino y me sirvo una copa. Siento el ambiente un poco cargado, busco el libro que estoy leyendo, es un ensayo de un gran investigador que expone un nuevo descubrimiento de una nueva forma de operar el corazón sin tener que abrir el pecho.
Escucho que alguien toca a la puerta, miro por la mirilla y es mi mejor amigo George.
―Broo, tengo tiempo llamándote y enviándote mensajes, los muchachos están en el bar. Cámbiate para que vayamos ―Parloteaba mi amigo mientras entraba como perro por su casa, se instaló en mi sala mirándome, estudiaba mis expresiones porque sabía que le respondería que no iría.
―No ―respondí rotundamente.
―Sabía que dirías eso, vamos que necesitas distraer esa cabecita que piensa tanto ―dijo tocando su cabeza ―Toma una ducha con agua fría para que te actives, te voy a esperar mientras me tomo una cerveza ―Caminó hacia el refrigerador y tomo dos cervezas de lata.
Me fui a mi habitación para cambiarme, solo éste loco me hace salir un lunes por la noche a beber a un bar, aunque puede que eso me ayude a despejarme un poco y calmar mi estrés.
Llegamos al bar “Cosa Loca” un peculiar nombre que me produce risa. Es uno de los bares más concurridos de la zona porque está a varios kilómetros del hospital y desde que regresé es uno de los lugares que mas frecuento. Tiene buena música, exquisita comida y lo que más me gusta es que tiene áreas privadas, las uso cuando estoy cabreado y no quiero que nadie me moleste.
Estaban algunos de nuestros colegas, según ellos estábamos en el bar para coger energía para seguir las largas horas de trabajo. Yo amo mi profesión, pero al ser el nuevo gerente solo puedo volver al quirófano solo cuando sean emergencias específicas.
Nos sentamos en el bar, pedimos algunas bebidas y picadera. A Lucas siempre le gustaba quejarse diciendo que lo estábamos matando, que no tenía tiempo para conseguirse una novia y que si seguía por ese camino se quedaría para vestir santos.
Después de varias cosas ya mi cuerpo me decía que debía parar y que tenía que regresar a casa porque al siguiente día sería muy largo. Debía atender a una reportera muy insistente que quería a como diera lugar entrevistarme para su columna de sociedad.
―Cristian deberíamos ya irnos, es muy tarde y ustedes tiene consulta mañana. Lucas, te toca emergencia y sabes que es muy concurrido siempre ―dijo George como digno encargado de su tropa.
―Yo estoy que no doy más ―Agrego balbuceando.
Al momento que nos dispusimos a irnos escuché una risa muy contagiosa y conocida para mí. Miré al fondo del salón; era ella, rodeada de chicas conversando muy entretenidas.
―Broo.. ¿Qué pasa? ―preguntó George tocándome el hombro mientras sigo mirando hacia donde estaba ella.
―Nada, vámonos, ya es tarde y estoy muy cansado.