-Tú debes de ser Omar- dije, acercándome a él.
-Sí, habéis llegado para ver a mi mamá, ¿no? - dijo sollozando.
-Sí, te vamos a ayudar nosotros- le tranquilicé.
-No entiendo por qué hay tanta sangre y no se despierta- seguía diciendo agarrándole la mano.
-Voy a llamar a los servicios sociales y la científica- susurró Jorge a mi oído antes de dejarnos a solas.
El cuerpo de Aisha, así se llamaba, yacía en el medio del salón-comedor cubierta de sangre y a su lado se encontraba una pequeña hoja, parecía una carta, pero por culpa de la sangre no se podía leer.
-No toques nada- dije con dulzura.
-Mamá se ha ido a un lugar mejor, más bonito que este y ahora vendrán unos médicos para ver qué pasó- añadí.
-Me ha dejado solo, entonces- afirmó Omar mirando y acariciando su mejilla.
-No, cariño, no estarás solo.
-Mi papá está siempre trabajando, no tiene mucho tiempo para mí, pero ahora que nos quedamos solos, igual...
Nunca tuve problemas emocionales durante mis años como agente de policía, pero en aquel momento un mixto de rabia y tristeza se estaba apoderando de mí y era difícil pensar con lucidez.
-¿Qué te gusta hacer?- le pregunté intentando sacarnos de aquella pesadilla que ambos estábamos viviendo.
-Pues…- estuvo pensando un buen rato - me encanta jugar al detective.
-¿Y cómo se juega?- pregunté interesada.
-Ahora no me apetece jugar- afirmó.
-Cuando quieres jugar lo haremos juntos- le dije.
-Vale, juntos. - repitió.
-Nos lo llevamos- afirmó Jorge. -Tenemos que interrogarlo y entender qué pasó aquí- explicó, mientras sus manos se acercaban a las esposas.
-Es un niño, ¿qué coño haces?
-Vanesa, es hijo de un importante narcotraficante.
-Es un niño- repetí.
-¿Y si..
-No va a huir, no tiene a nadie- expliqué.
-Vale, es tu responsabilidad.
-Absolutamente- afirmé.
-Omar, escúchame- le dije sentándome a su lado.
-Dime- se quedó a boca abierta porque aún no sabía cómo dirigirme la palabra.
-Vanesa, me llamo Vanesa.
-Dime, Vanesa.
-Tienes que ir con nosotros, te enseñaré la comisaría y te daré una gran taza con chocolate caliente.
-No puedo dejar a mi mamá sola.
-No estará sola, estaré yo- dijo Andrés, el agente de científica que acababa de llegar.
-¿Por qué vas vestido así?- le preguntó Omar.
-Es mi uniforme.
-En verano tendrás mucho calor.
-Sí, tienes razón, campeón- dijo sonriendo Andrés.
Omar, antes de levantarse, dio un beso a su madre. -Estaremos bien mamá, te quiero - le susurró.
Nunca, ni cuando era pequeña, me costó tanto aguantar las lágrimas que me estaban creando un horrible nudo en la garganta.
Le di la mano y él me la agarró fuerte, lo miré y sus mejillas estaban mojadas.
-Me siento detrás con él- avisé a Jorge.
-¿Qué dices?
No le contesté y me senté al lado de Omar.
-No sirven las sirenas- le susurré -el chico ya está bastante asustado y afectado, no empeoramos la situación- añadí.
Jorge me hizo caso, aunque era mi superior y podía perfectamente ignorarme, pero en aquella situación él sabía que el niño era un elemento importante, aunque para mí, me habría gustado no haber empezado nunca aquella especial investigación.
-Ten cuidado, quema- le dije dándole la taza con chocolate caliente.
-¿Tú tienes la gorra?
-Cierto, la tengo en mi mesa.
-¿Puedo probarla?
-Claro, ahora te lo daré.
Entramos en nuestros despachos, estaban diferentes mesas, cada una correspondía a un agente.
Por suerte, en aquel momento, la habitación estaba vacía, solo nos encontrábamos nosotros.
-Ten- le dije cediendo mi gorra.
Enseguida apoyó la taza, aún caliente, encima de la mesa y se puso la gorra en la cabeza.
-No me ves, no me ves- le decía riendo.
-Tienes la cabeza grande- afirmó, sonriéndome.
Su sonrisa me alivió, era como una ola de aire fría en pleno verano, donde las olas de calor son las protagonistas. Aquella sensación duró muy poco.
-Papá- gritó, mientras corría hacia la puerta.
-¡Omar!- exclamé siguiéndole.
-Mijo- sonrió el Delfín.
Omar le abrazó fuerte, empezando a llorar.
-¿Por qué tienes las esposas, papá? - preguntó.
-Papá se va a quedar con nosotros- afirmó Jorge.
-Me voy a quedar solo.
-Estará mamá- dijo el Delfín, desconociendo lo sucedido.
-Mamá se ha ido a un lugar mejor.
-¿Cómo?
El Delfín me miró, sus ojos describían perfectamente su estado emocional: estaba destruyéndose poco a poco.
Empezó a llorar, en unos pocos segundos se arrodilló.
-Irá todo bien, irá todo bien- seguía repitiendo, mientras su hijo le cogía del cuello.
-Omar, escúchame, nos veremos pronto, ¿sí?
-¿Y jugaremos al detective?
-Claro, todo el tiempo que tú quieras.
-Te quiero, papá.
-Y yo, mijo.
-Omar, tenemos que ir- le avisé, aunque en aquel momento me habría gustado parar el tiempo.
Él se separó de su padre y se acercó a mí.
-¿Papá estará bien?- me preguntó.
No quería mentirle, pero sabía que la verdad no le iba a ayudar.
-Claro que lo estaré- contestó él.
-Por favor, haz que mi hijo tenga todo lo mejor, espero salir pronto y volverle a ver- me confesó el Delfín.
-Haré lo posible Del…
-Ignacio, soy Ignacio.