Amor entre rejas

Capítulo 13 - Desapareció -

Mi móvil no dejaba de sonar, llevaba solo una hora echada en la cama, aunque ya eran las nueve de la mañana.

En silencio, observaba el techo de mi habitación, mientras escuchaba el sonido del móvil, se repitió dos veces; a la tercera decidí ver quién me estaba buscando con tanta urgencia: Jorge.

-¡¿Qué coño haces?!- gritó en cuanto acepté la llamada.

-Estaba intentando dormir - contesté sin dar importancia a su tono de voz bastante enfadado.

-¿Dónde está Omar?

-¿Cómo?

-Vanesa, Omar está contigo, ¿verdad? - me preguntó más calmado.

-Claro que no.

-Vanesa, puedes irte a la cárcel, lo sabes, ¿no? - su tono de voz volvió a estar irritado. 

-Omar no está aquí, ¿qué pasó? - pregunté, empezando a asustarme.

-Desapareció, lleva ya unas veinte horas que sus padres no lo ven.

-Sus padres… -repetí.

-Ya me entendiste.

-Voy para allá.

-No, Vanesa, ya no eres agente.

-Claro, me llamaste solo porque soy una loca que habría podido raptar a un niño, ¿no?

-Pensaba que estaba contigo.

-No, estabas seguro de que estaba aquí.

-Bueno, tengo que ir a buscarlo - y sin decir nada más colgó.

Enseguida me levanté de la habitación y cambié mi pijama por una camiseta negra y un par de vaqueros cortos.

En cuanto pisé el salón, no tuve dudas en saber dónde se había ido Omar.

“Su antigua casa”, pensé viendo las fotos de su salón colgadas en la pared del mío.

Cogí el bolso y la pistola, que aún, no había devuelto y fui para el coche; el camino hacia la casa de Ignacio lo había recorrido solo una vez, aquella mañana, cuando todo empezó; pero no obstante esto me recordaba el trayecto sin necesidad del GPS.

El barrio parecía aún más pobre de entonces, los basureros habían dejado de lado aquella zona: se podía apreciar por las montañas de basuras que se habían aglomerado en los enormes cajones coloreados. 

Era un sábado por la mañana y esto se podía ver por la gran cantidad de chicos que estaban regresando a sus casas después de una noche de fiesta; algunos, tan borrachos, estaban tirados al suelo, agotados de los efectos del alcohol y de las drogas.

Vi un chico, al lado del arcén intentando parar los coches, no debía porque hacerlo, pero decidí parar a su lado.

-Lo siento, me perdí- dijo, con las lágrimas a los ojos.

-¿Dónde vives?

-Aquí cerca, pero no recuerdo el camino.

Se notaba que llegaba de una importante borrachera mezclada con varias drogas.

-Dame el móvil, llamo a tus padres.

-No, mis padres no se pueden enterar de esto.

-Mira qué hora es, estarán preocupados, dame el móvil y te acompaño.

Me pasó su teléfono y subió.

-¿Eres policía?

-Lo era.

-Gracias - susurró, avergonzado. 

-¿Cómo te llamas?

-Manuel.

-Bien Manuel, ahora llamaré a tus padres, te llevaré a casa y ya está.

-Vale.

Busqué el contacto y llamé: -Buenas, soy Vanesa, encontré a vuestro hijo un poco desorientado, ¿me puedes decir la calle que lo llevo a casa? … Sí, está bien, solo un poco mareado… No, no soy policía… Vale genial, ahora llegamos. - y colgué.

-¿Por qué ya no eres policía?

-Historia larga.

-La policía varias veces me pilló.

-Te llevaron, supongo.

-Sí, y me pegaron también, una vez fui al hospital.

-¿Lo denunciaste? - pregunté afectada por lo que me estaba contando.

-No, me amenazó. Además era la palabra de un agente contra un drogadicto.

-¿Llevas mucho?

-Un par de años, conseguí salir, pero volví a caer.

-Hay muchos grupos de apoyo, si conseguiste salir una vez, seguramente podrás volverlo a conseguir.

-Es duro.

-Lo puedo imaginar- afirmé y mientras hablábamos no paraba de pensar en Nacho.

-Ahora es más difícil conseguir por este barrio.

-¿Sí?

-Hubo una operación, no hace mucho y desde entonces los grandes jefes cambiaron de lugar.

“No era una operación, era la nuestra operación”, pensé.

-¿Tienes algún nombre?

-No, y aunque lo tuviese no lo diría a una policía.

-Ya no soy.

-Da igual. ¿Por qué te interesa entonces?

-Fue mi equipo que hizo aquella operación, encarcelamos a un chico, pero hay algo muy raro en esta investigación.

-¿Por eso te echaron?, ¿para ponerte demasiado en medio?

-No lo sé, estaba poniendo en peligro el trabajo de otro equipo.

-¿Aquel chico es Ignacio?- me preguntó mirándome, por primera vez, en los ojos.

-Sí, ¿lo conoces? -dije, interesada en escucharle hablar más.

-No mucho, sé quién es, tenía un grupo de amigos por la plaza, poco más.

-Gracias, es una información útil - expliqué aparcando delante de su casa.

-Gracias por ayudarme - susurró, mirándose los pies.

-De nada, intenta esforzarte, eres un chico inteligente, podrías hacer grandes cosas cuando salgas de las adicciones.

-Oye- dijo, mientras bajaba del coche.

-Dime.

-Ojalá hubiese más policías como tú -afirmó sonriéndome. 

 “Estarán todos suspendidos”, pensé sarcástica. 

Cuando reanudé la marcha fui directamente a la antigua casa de Omar, aparqué justo enfrente y me acerqué a la entrada: la puerta estaba semiabierta, alguien la había cruzado.

-Omar- dije, entrando, con la pistola en las manos, preparada para apuntar si fuese necesario.

Fui hacia la cocina, no estaba nadie, solo unos cuantos bichos y ratas que estaban cogiendo la comida que se había quedado en la casa desde que abandonó. 

El baño olía a agua putrefacta, aunque la presencia de insectos era inexistente.

Escuché toser, apunté con la pistola el pasillo, estaba vacío, así pasé a la habitación matrimonial.




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