Habían pasado tres días desde que Angelinna se encontraba en aquella casucha y nada parecía dar señales de cambio.
Ella seguía amarrada, tumbada sobre la misma manta raída que estaba en aquella esquina, la "alimentaban" dos veces al día; si es que se le puede llamar alimentar a darle tres bocados de pan duro y tres tragos de agua.
"Snake" y "Lince" salían muy temprano en la mañana y regresaban muy tarde en la noche, mientras que "Gordo" se quedaba a cuidar que no tratara de escapar.
En el fondo agradecía que fuera él y no los otros, ya que por lo poco que logró entender cuando hablaban, él era el que menos "técnicas" conocía. Supuso que se referían en pocas palabras a que era el más débil, así que eso quería decir que no podría hacerle tanto daño.
Pero contra todo pronóstico, ese día sería muy diferente de estos últimos. El primer cambio fue que "Snake" y "Lince" llegaron mucho más temprano, aunque ella no se dio cuenta ya que solo podía pensar en ese momento en el hambre que sentía.
El segundo, consistió, en que ellos no volvieron solos, esta vez iban acompañados de dos hombres.
El que se encontraba más cerca de la puerta, era de mediana estatura, robusto, tez negra y no aparentaba tener más de 50 años; estaba impecablemente vestido. Llevaba un traje Armani hecho a la medida, zapatos de charol, un abrigo de piel de oso y un bastón, aunque no lo utilizaba propiamente para apoyarse.
Al llegar a la entrada, le hizo una seña al segundo desconocido para que se acercara; un joven de 25 años, 1.80mts de estatura, cuerpo esculpido a base de un régimen estricto de ejercicio, con una melena pelirroja, muchas pecas en la cara, piel color porcelana que parecía brillar con los rayos del sol y que vestía un traje de tres piezas (chaleco, pantalón y saco) de manera desenfada, ya que llevaba el saco en una mano, la camisa arremangada hasta los codos y desabrochada hasta el tercer botón. Este se apresuró a ponerse a su lado y abrió dejando al descubierto el interior y todos pudieron pasar.
Mientras ingresaban, Angelinna, estaba luchando con todas sus fuerzas para no colapsar.
—¡Aguanta un día más... solo... uno... más!— se decía—. Recuerda... que el jefe... quiere hablar contigo, quizás, después de eso... te deje ir— se repetía una y otra vez.
Cuando estaba a punto de desmayarse, sintió un golpe en la pierna derecha que la hizo volver a reaccionar.
— ¡Maldita Perra, despierta!— grito "Snake". Acto seguido estaba siendo levantada bruscamente por este y depositada en una silla toda desvencijada de una manera tan ruda que por poco se cae.
— ¡Oh, por favor, "Snake" que pasa con tus modales!— dijo con sorna una voz grave y varonil que ella no pudo reconocer—. ¿Acaso quieres que la "princesita" piense que Edward Pitt no sabe cómo comportarse con una dama?— mientras decía esto, el hombre de tez negra, caminaba de un lado a otro de la casucha mirándola fijamente.
Entonces, le pidió a "Lince" con una seña que le quitara el paliacate de los ojos a su prisionera.
El que permaneciera tanto tiempo con los ojos cerrados hizo, que, al momento que Angelinna abriera los ojos le empezara a doler la cabeza, ocasionando que le tomara un gran esfuerzo acostumbrarse de nuevo a la luz.
Lo primero que fue capaz de distinguir con claridad fue un ostentoso anillo de oro con pequeños diamantes incrustados de un lado y rubíes del mismo tamaño en el otro, que estaba en la mano izquierda de Edward, lo que más le llamo la atención de este es que en el centro tenía un espacio donde debería de ir incrustada otra joya pero no había nada más.
Una vez que estuvo habituada a la luz, pudo contemplar el horrible lugar en el se encontraba, por primera vez desde que la habían secuestrado; también vio a todos los hombres que estaban observándola fijamente.
"Snake" y "Lince" estaban parados con los pies un poco separados y las manos una sobre la otra, custodiando al que ella suponía que era el jefe, "Gordo" estaba recargado en la pared más alejada con una expresión de temor reverencial; al ver al joven pelirrojo sintió una corriente eléctrica que le recorrió todo el cuerpo, la cual se intensifico cuando miro directamente sus ojos azules.
Por primera vez desde que se la llevaron, fue consciente del aspecto que tenía y se sintió avergonzada, ya que pensó de debía de verse horrible. Estaba pálida, con el cuerpo y la ropa sucia y el cabello todo alborotado y lleno de tierra.
La vergüenza que le producía estar así, hizo que bajara la mirada al suelo y no prestara atención al último hombre que fijaba su mirada en ella de manera penetrante.
Este al percatarse que ella no lo había visto, se acercó un poco más a donde estaba y utilizando su bastón por primera vez, lo poso sobre su barbilla levantando su cabeza obligándole a mirarle.
—Así está mejor, sabes, me gusta ver a las personas a los ojos mientras les hablo. Tú me entiendes, es de buena educación—. Al tiempo que decía esto, Angelinna se percató de que estaba imprimiendo tal fuerza que imagino que sería cuestión de tiempo para que le atravesara el cuello.
Ella empezó a temblar, no supo si fue de miedo o de frío; lo que si sabía era que a pesar de todo no quería mostrar debilidad ante alguien como él.
Así que a pesar de todo se obligó a mirarle y con un hilo de voz espeto.
—Y a mí me gusta hablar sin tener un feo pedazo de madera en el cuello—. Al decir esto sintió como la fuerza iba disminuyendo.
Todos los presentes se quedaron asombrados ante la osadía de Angelinna ya que nunca nadie se atrevió a replicarle al señor Pitt, tuvieron miedo de lo que pudiera pasar, pero se sorprendieron al ver que aflojaba el agarre de su bastón y se preparaba para responder solo con palabras.
— ¡Vaya, vaya, la "princesita" tiene agallas!— dijo Edward fríamente— jamás pensé que Richard Brown fuera capaz de criar a alguien que las tuviera, ya que él es un perro cobarde, prefirió una muerte rápida antes que pagar su deuda, lo cual también lo convierte en un vulgar ladrón.