Amor Estupido Dinero Y Chocolate

CAPITULO I EL PASADO REGRESA

 

El silencio de la noche se rompió con el rugir de un motor; el vehículo hacia un ruido estruendoso, interrumpiendo el silencio de mi desesperanza. Había tenido el tiempo suficiente para tomar una decisión; y pese a ello, no estaba lista. Sabía que era necesario avanzar y dejar atrás el amor que nos unió, aquel amor que tanto intenté convertir en nuestro, el que me segó; dejándome creer que era mutuo.

¡Pero ya no más!

Había avanzado, atreviéndome a descubrir nuevos horizontes, nuevos brazos y un nuevo cuerpo que me estrechara contra el suyo.

Pensé que no lo lograría; siempre sentí que había nacido para él, pero no fue así.

Fue difícil, pero no tanto; pues Roberto era un hombre amable, bien parecido y se esforzaba en agradarme. También tenía una condición que nunca experimentè, la que me acomodaba mucho hoy por hoy; él tenía mucho dinero; y lo mejor, él no escatimaba en agasajarme con este, cumplía mis caprichos, lo cual jamás pude permitirme en el pasado; (no lo necesitaba ni me generaba interés). Habíamos salido solo seis veces juntos como pareja y él ya planificaba un futuro juntos.

Sentí que, si aceptaba planificar con él; no habría vuelta atrás.

No quería perder a Roberto, aun así, aquel amor de mi vida entera, aquel único amor verdadero del pasado; rondaba en mis sueños, en mis deseos. Intentaba bloquearlo y no pensar, pero siempre estaba ahí; doliendo en silencio y en secreto. Estaba plenamente consciente de su desamor y sabiendo que no me amaba; intentando no sentir.

Ciertamente logré ahogar en el olvido, mis sueños y anhelos con él. Pese a ello, igual afloraban en secreto el dolor y los recuerdos.

Estaba intentando secar mis lagrimas y esconderlas bajo el maquillaje, frente al empañado espejo del baño; testigo de mis sollozos. Me disponía, a dejarme sorprender por Roberto.

Dijo que pasaría por mí a las diez en punto; ya pasaban las nueve. Y Roberto era muy puntual; cuando me invitó, sugirió que me abrigara bastante; me pidió que usara taco bajo y una capa de ropa bajo mis jeans y suéter. Supuestamente me daría una gran sorpresa.

Supongo que con esta invitación; me bebería embargar la emoción. Pero sin yo quererlo; me embargó la nostalgia, la confusión, el miedo.

Fue por ello, por lo que cubría mis lágrimas con la esponja del maquillaje, justo cuando los ensordecedores rugidos de un automóvil tronaban fuera de mi casa; parecía como si la calle se preparara para una carrera clandestina. La música retumbaba en los vidrios frontales de mi sala. “fiesta Pagana” sonaba, esa canción me encantaba, aunque hacìa tiempo ya; (ahora ya no me gustaba tanto), traía recuerdos a mi memoria, que prefería olvidar; por lo demás, siempre me molesto la música tan estridente y fuerte.

Que mala costumbre de los conductores, llevar la música así, el ruido no permite escuchar, ni los propios pensamientos; imagino que su necesidad de ser vistos deja en evidencia; la imperante profunda necesidad por hacerse notar de algunos, recurriendo al sonido irrespetuoso para así, irrumpir en la vida de los demás, obligándolos a mirar.

La nostalgia que sentía se había convertido ya en rabia, el ruido me invadió, traspasó las barreras de mi hogar, de mi espacio. Caminé hacia la puerta, dispuesta a correr al alborotador del frente de mi hogar; o a lo menos, le exigiría que baje inmediatamente esa música. Era inaceptable qué eligiera justo  mi puerta, para su bochinche.

Miré por la ventana, era una Hummer, una H1, esas las conocí desde siempre, pues conocí a alguien que siempre soñó con una. Pero no pensaría en él, menos ahora que ya había logrado tapar las lágrimas y acabar mi maquillaje casi perfecto.

Abrí la puerta y camine a tranco resuelto hacia la infernal camioneta, me pare de frente con las manos en la cintura y justo en ese momento; vi su sonrisa, esa que tanto intente olvidar, esa que tanto me negó y que solicité me regalara tantas veces rogándole.

Las manos se me soltaron de la cintura y sentí que todo musculo de mi cuerpo, caía lentamente sin moverme un centímetro.

Bajó el volumen de la música, abrió la puerta y camino hacia mi sonriendo:

Veo que aun te molesta la música fuerte –dijo

Me abrazo; y yo sin poder moverme todavía, imposibilitada de levantar mis brazos para estrecharlo, aun que mi alma lo cubría completo de abrazos.

¿Y tú?, ¿Y eso?  -dije, entre tartamudeo y voz de ultratumba.

Mio pues -me dijo, ¡lo logré!

No podía abrir la boca para preguntar, pero quería saber todo. No lo veía desde hacía casi tres años; desde el día, en que simplemente se borró de mi vida, luego de un año de estar separados viviendo bajo el mismo techo como verdaderos extraños, solo se fue.

En ese momento, en que volvimos a estar uno frente al otro, después de tanto; yo no podía parar de tiritar.

Se vía tan radiante, tan feliz, tan bello -pensé en cuanto lo vi, sin pronunciar palara, lo maravilloso que lucía. Me quede petrificada, no escuche nada de lo que me decía, solo quería seguirlo mirando.  Fue entonces, cuando las luces de la camioneta de Roberto se apagaron delante del Hummer; y él bajó de ella con naturalidad; caminó directo a nosotros, le estiro la mano y dijo:

¿hola soy Roberto!, luego beso mi frente y añadió; “ya amor ¿nos vamos?”.

Solo vi las luces traseras del Hummer, saliendo veloces luego del chillido de las llantas; no estoy segura de cómo paso todo, sucedió tan rápido.

Enseguida intente disimular mi turbación y no perder el control delante de Roberto. Él coloco su brazo suavemente sobre mi cintura y me pidió que me abrigara, pues podría sentir frio en el lugar al que nos dirigíamos.

Yo sabía que en cualquier momento me preguntaría sobre quien era aquel hombre, y debía estar integra para responder, sin dejar en evidencia, todo lo que provoco en mí aquel encuentro.

¿a qué vino? -me pregunte; si él ya no quería saber de mí, en la última discusión que tuvimos me lo dijo, fue muy claro: “no te soporto, no soporto tu cara, ni tus llantos, mejor búscate a alguien y dedícate a hacer infeliz a otro”; recuerdo palabra a palabra cada una de las dagas que lanzó directo a mi corazón, cuando las dijo; sentenciando en el acto; a mi alma a la desesperanza.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.