Amor Estupido Dinero Y Chocolate

CAPITULO II ÈL, SOLO SE FUE

Roberto tenía flores en el auto para mí, eran tulipanes; un hermoso ramillete de tulipanes, también una manta y un termo con leche con chocolate caliente. En cuanto me subí, cerro mi puerta, dio la vuelta; y coloco mi cinturón suavemente, permitiéndome percibir el seductor aroma de su perfume; enseguida sirvió una taza del tibio brebaje y la coloco en mi mano. Era todo tan perfecto con él; lo que siempre había soñado para mi vida.

Roberto había archivado en su memoria, cada detalle de lo que me gustaba. Debía provocar en mi un terremoto de sensaciones; y lo había hecho sin duda; pero ese día, en esa ocasión… si no fuera por aquel encuentro, por aquella irrupción.

Seguí esforzándome para no mostrar lo que me provocó, el presente interrumpido por un pasado.

Mi anfitrión me miraba dulcemente de reojo, mientras conducía, hacia el destino que había preparado para mí.

Necesito decirte, que te entiendo, que conmigo no tienes que disimular, no tienes que esconder tus emociones; yo te respeto -dijo; y el motivo por el cual me enamore de ti, es porque eres tú, eres completa y absolutamente tu.

Entiendo que tienes un pasado, que tienes una historia y que ella, te ha acarreado dolor; que sueles no mostrarlo, pensando que me alejaré, pero ¡yo no me iré! No hay nada, que me pueda alejar de ti.

La vida entera esperé, escuchar esas palabras y que me trataran de esa manera.

Pero Roberto en verdad no me conocía, él había visto en mí; lo que yo quise mostrarle, yo planifique este vínculo consciente de mi interés, sabía que, si él no hubiera sido rico, yo jamás le habría permitido acercarse a mí.

Había vivido años postergando mis ambiciones y sueños, años priorizando las necesidades familiares, sin importarme más que ver feliz, al hombre objeto de mi gran amor, esforzándome por generar recursos hasta conseguir el máximo de dinero, para mejorar nuestra calidad de vida; aun así, nunca logre verlo feliz. Yo sabía que me había casado con un hombre ambicioso y soñador, que quería grandes cosas para nosotros y que soñaba con una vida de lujos. A decir verdad, jamás logramos grades lujos, pero, aun así, teníamos una buena vida: una casa, dos autos y hasta de vez en cuando, algo de dinero para vacacionar; no tan seguido es verdad, pero pudimos hacerlo.

Yo era feliz solo por tenernos el uno al otro, nunca necesité nada material, aunque igual trabajaba a su lado, para conseguirlo. Sabía que, para él; era muy necesario. 

Y recuerdo, que ni en nuestros mejores momentos, en los que dispusimos de algún dinero extra, para darnos algunos gustos; en ninguna circunstancia; lo sentí vibrar, nunca logré verlo feliz. Tampoco pude volver a encontrar, aquel brillo de sus ojos, el que tanto amé cuando lo conocí.

Ese mismo brillo del que me enamoré.

Pero él, prefería sumirse en su propio mundo, en sus juegos, en sus salidas clandestinas, en su distancia; y fue colocando una barrera infranqueable entre nosotros.

Me apartó sin soltarme; me aparto sin marcharse. Él incluso provocaba, tantas situaciones para que yo lo abandonara, sé que lo hacía apropósito; buscando que lo echara de mi vida. Para así, convertirse en la victima de mi inestable carácter y de mi facilidad para enviar todo al demonio.  

Pese a ello, me tomo muchos años atreverme; suplicaba amor, mendigaba atención y buscaba en cada gesto una esperanza para creer que, por fin lograría de su boca un “te amo”, o una expresión que evidenciara, que era feliz de tenernos.

No fue así, no sucedió y yo, tampoco lograba sacarlo de mi alma.

Luego solo partió, él se fue; borrándose de mi vida y dejándome sin alma; se la llevo con él.

Luego de un tiempo de sufrir desgarradoramente, me juré; nunca volver a mendigar amor, nunca volver a sufrir y bloquear cualquier intento por volver a amar. Nunca más sería, la devota amante de “contigo pan y cebolla”; no señor.

 De ahora en adelante, quien pretendiera mi compañía, debía cumplir con ciertos requisitos, de lo contrario no entraría en mi vida.

Y los requisitos irrestrictos serían:

-Tener mucho dinero y

-Estar dispuesto a gastar su mucho dinero en mí.

Estaba decidida, no transaría jamás esas dos normas, bajo ninguna circunstancia volvería a ser honesta con nadie, ni le entregaría aquel corazón, del que solo habían quedado pedazos, a ningún hombre nuevamente; yo jamás volvería a amar.

Basada en mi certeza autoimpuesta; me di la oportunidad de conocer personas, las que por supuesto, cumplieran mis requisitos. Fue así como, me enteré de Roberto.

Muy consciente del éxito que tenían su viñedo, en los mercados internacionales; junto con la medida exacta, de sus trecientas ochenta hectáreas de fundo productor de maíz; y por supuesto, sabiendo que estaba viudo y sin hijos, que fue como busque, la manera perfecta de conocerlo; haciéndolo parecer un encuentro casual.

Me presenté obligadamente en casa de Roberto para hablar algo estrictamente laboral con Helena; una amiga en común, antes llamada Héctor; quien era el ex esposo de Claudia, la hermana la hermana de Roberto.

Héctor, antes de cambiar de género; vale decir, ya que la hermana de Roberto estuvo casada con él. Y luego de que la descubriera en un amorío con nuestro jefe (puesto que Claudia y yo, éramos amigas y trabajamos juntas en “Such as you” una empresa de marketing), cuando Héctor descubrió la aventura de su esposa, se divorció de ella inmediatamente.  Y algún tiempo después, resultó que Héctor, confesó su verdadera identidad sexual y su intención de transitar de género; frente a ello, Claudia ya comprometida con mi exjefe, le dio su más absoluto apoyo, acompañando y cuidando en el proceso; a Helena.  Convirtiéndose ambas, en las mejores amigas que existen.

Como Claudia y Helena, se consideran familia y se visitan; y ya que, ambas son amigas mías también, yo me he ido incorporando de a poco, a sus reuniones y encuentros de fines de semana; los cuales son bastante entretenidos, pues compartimos algo de comer, de beber y muchas conversaciones; también bailes, juegos e incluso viajes para divertirnos.




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