Amor Estupido Dinero Y Chocolate

CAPITULO IV DE CARA AL PASADO

Quería contarle todo a Roberto, con la esperanza de que el hiciera algo en mí, que lograra sacar el sentimiento que provocó aquella visita inesperada. Pero nuevamente, no me atreví. No estaba segura de lo que sentía.

El amor del pasado había reavivado en mi alma, cada recuerdo; desde la infancia, la juventud y toda mi vida; cada lucha juntos, los momentos malos en que me tomaba en sus brazos y sanaba mis tristezas, cuando yo decaía; y él, se encargaba de mí.

El solo hecho de verlo, de sentirlo, de olerlo; me hiso olvidar cada dolor, cada sufrimiento, cada desamor; parecía como si jamás se hubiera ido, como si volviera el tiempo atrás, para rehacerse; pero esta vez sin malos recuerdos.

No quería caer de nuevo en eso, había pasado la vida esperándolo y espere mucho en vano. Le dediqué cada tiempo que necesitó para encontrar loque le faltaba, para ser feliz a mi lado; y, aun así; no lo lograba.

Me sentía mejor cuando solo recordaba lo malo, me había servido olvidar lo bueno; dándome motivos para olvidarlo, para dejarlo atrás, además esta nueva luz; había llegado a mi vida, entregándome en poco tiempo, lo que espere por años.

Como había pedido a Roberto que continuara manejando; y mientras me encontraba absorta en mis pensamientos, no me percaté de que estamos en la playa; lo noté por el ruido de las olas, la suave brisa marina también acariciaba mi rostro mientras se colaba por las abiertas ventanas de la camioneta.

¿Estas bien Milla? ¿necesitas algo amor? -preguntó Roberto

Enseguida se estacionó, era una especie de atracadero de botes, bajó y se apresuró a abrir mi puerta, me extendió la mano para ayudarme a bajar y cruzo su brazo sobre mi hombro tiernamente.

Le preguntè que haríamos ahí, él sonrió y enseguida me dijo, confía en mí, solo quiero hacerte feliz y poder disfrutar a tu lado.

La noche era perfecta, la luna se reflejaba en el calmo mar y la briza tibia, el aroma de Roberto, sus brazos fuertes alrededor de mi espalda, su bella sonrisa y su grata compañía; pero mi corazón estaba inquieto, intenté disimular mi turbación, seguí caminando nos dirigimos a un bote. Era maravilloso, un hombre que lo cuidaba nos dio la bienvenida y subimos a bordo.

Estaba todo dispuesto, entremeses, champagne, velas y música; salimos a navegar y Roberto me sirvió una copa.

Me pidió que lo disculpara un momento para ir a coordinar algo con el capitán (era el mismo hombre amable que nos dio la bienvenida).

Me quedé sentada en la baranda con la copa y solo pensaba, mientras terminaba de ahogarme con mi propio suspiro; y mientras sentía la burbuja que este pensamiento dejaba en mi garganta.

Pensé que mi pasado y yo, finalmente resultamos ser; aquello que tanto temí. Fuimos fuego, fuimos pasión, fuimos amor y hoy solo somos “Jorge y Mercedes”.

No sé como sucedió, solo paso; recuerdo a ellos, cada vez que nos recuerdo. Jorge y Mercedes eran unos viejos dulces, los conocimos cuando tanto nos amábamos, ellos eran familiares nuestros, bellas personas; pero carentes de amor el uno por el otro, habían pasado una vida juntos y aun eran carentes de compañero; ellos tenían un profundo hueco en el alma, el cual se evidenciaba al mirar sus ojos.

Recuerdo que un día dijiste: “Jamás seremos como ellos”. Me pareció absurdo, ¿cómo se te podía ocurrir? Si se trataba de nosotros, de dos almas enamoradas, llenas del amor más puro y eterno, el uno por el otro.

No existía ni la más mínima posibilidad que tú y yo pudiéramos ser algún día Jorge y Mercedes.

Te respondí que jamás, que como se te podía ocurrir. Éramos personas completamente distintas.

Cuando miraba mi vida, cuando pensaba; no habría concebido vivir sin amor, sin compañero, sin un alguien especial. Era todo o nada, y nosotros teníamos todo.

¿Cuán arrogante puede ser una persona cuando cree estar colmado de amor?, ¿Cuan ciego?

Pensar en el “nada”; era solo para los demás, mi cabeza y la tuya, sentían lastima por aquellas almas solitarias; las que mendigaban compañía de alguien que tal vez alguna vez creyeron su compañero.

Pero nosotros en cambio, “no nos habíamos equivocado”, éramos muy diferentes a ellos. Nosotros “Si” habíamos encontrado al adecuado”.

Ignorantes, ilusos y arrogantes ¿Cómo no se nos ocurrió pensar, que Jorge y Mercedes; un día?, no hacia tanto, o tal vez sí, qué más da; ¿Cómo fue que no pensamos?, que ellos también fueros arrogantes, probablemente se creían dueños del mundo, dueños de sus destinos. Igual que nosotros.

Escuché a tantos decir “que el amor ciega a las personas”, que los vuelve estúpido; tantas veces gente a nuestro alrededor, nos lo intentó advertir; nos repetían constantemente; que lo nuestro no estaba bien, aun así, no quisimos oír.

Tal vez es verdad, quizá tenían razón; vivir como estúpido, entregarse a la emoción, vibrar cuando miras al otro, ruborizarte cuando sientes la energía de su cuerpo cerca del tuyo, contar con la mano que toma la tuya; solo por el hecho de sentirse unidos, o con los pies que buscan los tuyos en la enorme cama que los cobija; con ese abrazo que traspasa a tu propio ser cundo te estrecha; y esos labios que al acercarse a los tuyos, te aceleran el corazón; y te hacen desear rozarlos con tus labios, tocándose con fuerza, en el cruce de sus lenguas, de sus fluidos; como intentando intercambiar las almas a través de aquel beso, del cual jamás quieres detenerte; también están las sonrisas, que te” gritan te amo” y además las peleas; que buscan la reconciliación. Eso y la tranquilidad de saber que no importa lo que suceda, que aun cuando todo se derrumbe, estas fuerte para comenzar de nuevo, para luchar con todas las adversidades; saber que tienes o no, lo que se necesita, aun así, puedes. Pues ya nunca estarás solo y sabes que, si te faltan las fuerzas, ese alguien te ayudara a recuperarlas; esa seguridad y tanto más, seguramente es verdad; “es estúpido”.




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