Amor Eterno #1 - Todos los caminos me llevan a ti - Editando

Capítulo 21 - PASAR PÁGINA

PASAR PÁGINA

Hoy jugamos contra el Atlético de Madrid y aunque siempre me han gustado este tipo de partidos por la adrenalina que me generan, hoy no, porque tengo que verle la cara. Lo menos que me apetece es verlo y mucho menos después de verlo besar a mi chica. Bueno… Sé que María no es mi chica, ya no, y probablemente eso es lo que más me jode de todo, que la he perdido para siempre.

Quedan pocos minutos para salir cuando lo veo aparecer en el pasillo saludando a mis compañeros con una sonrisa estúpida en la cara. Se acerca hasta mí y lo único que quiero es que desaparezca de mi vista.

—Hola, Marco —me saluda—. ¿Qué tal todo? —me pregunta sonriendo ampliamente.

—Adiós —respondo de forma borde porque no quiero hablar con él.

Su cara es un poema cuando le respondo, pero se queda a unos pasos de mí, por lo que me quedo mirándolo fijamente o más bien fulminándolo. ¿Quién se cree que es para venir hasta mí y tratarme como si no hubiera pasado nada? Este tío es un idiota y como vuelva a dirigirse a mí con esa sonrisa petulante, no voy a poder contenerme y terminaré por partirle la cara.

Saúl me devuelve la mirada y me fulmina también, porque creo que ya va entendiendo que las cosas entre los dos están muy mal.

Un carraspeo junto a mí me hace devolverme a la realidad y prestar atención a lo que tengo a mi alrededor.

—Hola, chicos —una voz nos saluda y sólo con escuchar esas dos palabras ya sé quién es. Reconocería su voz en cualquier parte.

—¡Estupendo! —me giro para mirarla mientras la ira comienza a crecer en mí—Yo me piro de aquí —me giro y comienzo a alejarme, porque no quiero estar presente en el momento en el que comiencen a dar muestras de afecto.

—¡Marco, espera! —me coge María del brazo para que me detenga y me quede allí con los dos.

—No —respondo sin mirarla a la cara—, os dejo solos —mi mal genio está por las nubes, pero no puedo, es superior a mí.

—Pero… —intenta replicar, pero ya no escucho nada más porque me marcho.

Sé que no debería hablarla así, no se lo merece, pero no puedo retenerlo. Veo otra vez esa escena en mi cabeza y los celos me matan por dentro.

No puedo verlos juntos. ¿Por qué ha tenido que venir? ¿Por qué? ¡Joder! Ahora no puedo sacármela de la cabeza y me siento culpable por haberle hablado de esa forma.

Vuelvo a donde la he dejado, para pedirle perdón por haberla tratado mal, cuando la imagen me hiela otra vez, dejándome roto. Saúl se acerca lentamente a María, quedándose a milímetros, a punto de besarse.

No puedo verlo otra vez, así que me giro para no ver el beso mientras que una lágrima surca mi cara. Ahora lo que tengo que hacer es centrarme en el partido. En nada más.

Estoy a punto de saltar al campo cuando una mano sobre mi brazo me saca de mis pensamientos.

—Hola —me saluda María tímidamente—. ¿Estás bien? —me pregunta preocupada.

—Hola —respondo seco y borde—, estoy bien. Así que, si no te importa, necesito estar centrado. Es mejor que te vayas —le sigo hablando aún más borde y aunque me da una punzada de culpabilidad, estoy tan lleno de rabia que no puedo controlarlo.

—Marco… —intenta decir algo mientras sus manos me agarran con suavidad la cara para que la mire a los ojos—. Dime que te ocurre —susurra mirándome a los ojos y quedándome un poco atontado con esa mirada tan preciosa que tiene. Pero a la cabeza vuelve ese beso y la furia me vuelve a inundar.

—¡DÉJAME! —alzo la voz más de lo normal y le aparto bruscamente sus manos de mi cara—, tengo que estar concentrado, así es hora de que te vayas —termino de decirle marchando de allí.

Me alejo de María, dejándola allí plantada, dolida y también preocupada. Aunque parte de mi alma se rompe al verla así y dejarla en ese estado, tengo que alejarme de ella, lo necesito.

El partido está a punto de terminar y ninguno de los dos equipos hemos metido un gol y yo… Yo cada vez estoy más cabreado porque no me está saliendo nada. Encima Saúl y yo no hacemos más que lanzarnos miradas de odio y cada vez el sentimiento es mayor.

En una de las jugadas que tenemos entre los dos, le entro con más fuerza de lo normal y provoca que Saúl caiga al suelo gritando de dolor. Pero no soy capaz de pedirle disculpas, sé que si me acerco a él las cosas no van a acabar bien. Así que opto por mirar hacia otra parte.

—¿Qué cojones te pasa conmigo, Marco? —me grita furioso Saúl acercándose con prisa y con furia a mí para encararse.

—¡Déjame en paz! —contesto borde intentando alejarme de él para no complicar más las cosas.

—¿Qué te pasa conmigo? —vuelve a preguntarme de nuevo, insistiendo.

—Déjame en paz y también deja en paz a María —suelto enfadado y sin medir lo que digo, pero ya no hay vuelta atrás—. ¿Me has oído? ¡Aléjate de ella! —le doy un empujón dispuesto a terminar con esta confrontación.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.