Hoy jugamos contra el Atlético de Madrid y tengo que verle la cara. Ahora mismo no es lo que me apetecía, menos desde que le vi besando a mi chica. Bueno… María ya no es mi chica y eso es lo que más me jode de todo esto, que la he perdido para siempre.
Estamos a punto de salir cuando le veo aparecer por el pasillo saludando a mis compañeros la mar de contento. Veo como se acerca hasta mí.
- Hola Marco tío – me saluda - ¿qué tal todo? – me pregunta sonriendo.
- Adiós – le suelto de manera borde y sorprendiéndole.
Saúl se va a otro lado del pasillo y yo simplemente comienzo a fulminarle con la mirada. ¿Qué se cree que es para venir hasta mí y tratarme como si nada hubiera pasado? Este tío es idiota y como vuelva a dirigirse a mí con esa sonrisa petulante le parto la cara. Saúl me mira y también me fulmina con la mirada, creo que ya sabe que conmigo no.
Oigo un carraspeo junto a mí.
- Hola chicos – dice una voz saludándonos, una voz que reconocería en cualquier parte.
- Genial – contesto de manera borde – yo me voy – termino de decir mientras me giro para irme.
- No espera – dice María al ver que estoy enfadado.
- Os dejo solos – suelto de manera borde para después irme.
Me voy de allí, no tengo ganas de verles juntos. ¿Por qué ha tenido que venir? ¿Por qué? ¡Joder! Ahora no puedo sacármela de la cabeza y menos haberla hablado así pero es que me enerva, me enerva verla con otra persona.
Vuelvo a donde la dejé, quería pedirle perdón por cómo la había tratado cuando una imagen me hiela dejándome roto nuevamente. Saúl se acerca lentamente a María, quedándose a milímetros los unos de los otros, casi a punto de besarse. Me giro para no verles más mientras una lágrima surca mi cara.
Estoy a punto de saltar al campo cuando alguien me saca de mis pensamientos.
- Hola – me dice María de manera tímida - ¿estás bien? – me pregunta preocupada.
- Hola – respondo algo borde – estoy bien así que si no te importa necesito estar concentrado – digo esta vez más borde mientras la incitaba a marcharse.
- Marco… - intenta decirme mientras sus manos, sus suaves manos me agarran la cara para que la mire a los ojos – dime que te ocurre – susurra mirándome a los ojos, esos preciosos ojos.
- ¡Déjame! – digo bruscamente mientras le quito las manos de mi cara – tengo que estar concentrado, así que es hora de que te vayas – digo sin ningún tipo de reparo.
Me alejo de María, la dejo allí plantada, dolida y preocupada. Y aunque me parte el alma dejarla así, verla así, tengo que alejarme de ella. Tengo que hacerlo.
Está a punto de terminar el partido, ninguno de los dos equipos ha metido gol aún y yo… yo cada vez estoy más cabreada porque no me sale nada. Saúl y yo no hacemos más que lanzarnos miradas de odio y es que cada vez mi odio hacia él crece más y más. En una de las jugadas entre él y yo, le entro con fuerza haciendo que caiga al suelo con un grito de dolor. Ni si quiera voy a mirar que tal está, sino que me doy la vuelta.
- ¿Qué cojones te pasa conmigo Marco? – me grita furioso Saúl mientras se acerca a mí para encararse.
- ¡Déjame en paz! – le contesto borde.
- ¿Qué te pasa conmigo? – me pregunta mientras se acerca a mí.
- Déjame en paz y deja en paz a María – respondo enfadado - ¿me has oído? ¡Aléjate de ella! – digo mientras le empujo.
- ¿Pero… de qué vas? – me pregunta sin entender nada mientras me devuelve el empujón.
Los chicos consiguen separarnos antes de que fuésemos a las manos.
- ¿Me has oído? – le grito - ¡Aléjate de ella! – sigo gritando mientras me llevan a la otra punta del campo para que me relaje.
El partido termina y me dirijo bastante cabreado al vestuario. En cuanto llego allí unos brazos me empujan con fuerza haciéndome perder el equilibrio.
- ¿Qué coño ha sido eso Marco? – me pregunta una persona tras de mí y al girarme me encuentro con la mirada furiosa de Saúl - ¿quieres responderme? – me sigue gritando.
- Ya te lo he dicho, aléjate de ella – respondo.