A VECES
Me levanto del suelo con la determinación de resolver todo este lío que se ha montado, por lo que me dirijo al vestuario de chicos. Al llegar a la puerta, respiro un par de veces y llamo a la puerta. La verdad es que no quiero entrar y encontrarme con algo que no debería ver y traumarme el resto de mi vida, así que espero que estén decentes.
—¿María? —me abre la puerta Koke con la sorpresa pintada en su cara.
—Hola —sonrío tímidamente—, ¿está Saúl? —pregunto esperando no tener que ir de un lado a otro buscándolo.
—Sí, claro, pasa —me dice abriéndome la puerta para dejarme pasar al interior.
Entro dentro del vestuario y todos los jugadores se callan de golpe cuando me ven. Busco entre todos ellos a Saúl y lo encuentro mirándome sentado desde su sitio. Camino hasta él mientras todos tienen su mirada puesta en nosotros, pero me da igual, tengo un objetivo y voy a seguir adelante.
—Hola —digo casi en un susurro mientras los colores rojos en mi cara delatan mi vergüenza por las miradas de sus compañeros—. ¿Podemos hablar? —pregunto tímida.
—Claro —me dice dedicándome una sonrisa.
Saúl me coge de la mano y me arrastra hasta su sitio para que me siente junto a él en el banco.
—Chicos, nosotros os dejamos a solas —dice Lucas mientras le dedica una mirada pícara a Saúl y comienza a sacar a sus compañeros, que parecen muy interesados en lo que vamos a hablar.
Cuando todos salen y nos dejan solos, mi nerviosismo incremente. Esto no es nada fácil. Mis manos comienzan a sudar por culpa de la situación tan incómoda que se avecina. Y tenerlo tan cerca no me ayuda nada, todo lo confundo y las ideas tan claras que tenía empiezan a diluirse.
—¿Cómo estás? —pregunto mirando a los golpes que tiene en la cara.
—Estoy bien, nada que no pueda soportar —me dice sonriendo mientras acaricia mi mejilla con delicadeza.
—Tenemos una conversación pendiente —digo sin irme por las ramas.
—Lo sé —suspira y veo que agacha un poco la cabeza y a mí se me parte el corazón al ver esa mirada de derrota.
—Saúl… —intento que me mire, pero no lo hace—- lo del otro día…
—Tranquila —me interrumpe y posa sus manos sobre las mías que no hacen más que moverse.
—Lo del otro día no tenía que haber ocurrido —suelto al fin.
Saúl agacha la mirada de nuevo y siento su tristeza. No me gusta verlo así, pero no puedo mentirlo, no se lo merece.
—Contigo me siento a gusto, Saúl, me haces sonreír y me tratas como una princesa, pero… —no sé cómo decírselo.
—¿Pero…? —lo noto resignado y a la vez con la necesidad de saber cuál es la respuesta. Voy a partirle el corazón.
—Pero yo no siento lo mismo que tú —hablo por fin—, yo solo te veo como un amigo —intento ser lo más sincera posible.
Saúl aparta sus manos de las mías y veo que está triste, dolido. Sus ojos se apartan de los míos, como si no quisiera verme más. No quiero hacerle daño, pero sé que se lo voy a hacer igualmente. No tenía que haber dejado que las cosas fueran tan lejos.
—Saúl —cojo su cara entre mis manos para que vuelva a mirarme—, no es culpa tuya. Es mía y de nadie más.
—¿Por qué? —me pregunta dolido.
—Yo no quería hacerte daño, pero estaba tan confusa…
—Es Marco, ¿verdad? —me vuelve a preguntar.
—¿Cómo…? —no entiendo cómo sabe eso.
—Lo he intuido por la forma en la que me está tratando últimamente y también por lo que me ha dicho hoy —vuelve a mirarme—. Solo tienes que ver mi cara —se señala sus heridas.
—Siento mucho lo que ha pasado, yo no quería que pasase esto —la culpa me invade y una pequeña lágrima se me escapa surcando mi mejilla—. Pero no podemos seguir así, no quiero ilusionarte ni seguir haciéndote daño. Eres un buen chico, Saúl, y cualquier chica tendría una suerte increíble al estar a tu lado.
—Pero no serás tú, ¿no?
—No, no seré esa chica. No puedo corresponderte de esa manera, lo siento muchísimo.
Lo abrazo, no puedo evitarlo, no quiero verlo así, tan vulnerable… Se me parte el corazón. Pero siento que es lo correcto, para todos.
—Gracias —me dice de repente y yo no entiendo nada—, por decirme la verdad y no dejar que me hiciera más ilusiones —intento sonreír, pero fallo, ya que aún siento su dolor—. Eres una mujer absolutamente maravillosa, te mereces ser feliz y ojalá encuentres a esa persona que ponga el mundo a tus pies —me acaricia la mejilla y yo cierro los ojos sintiendo su ternura.
—Yo… —no tengo palabras para expresar cómo me siento y lo que él significa para mí—. Sé que te pido mucho y entendería que no quisieses o que necesitases tiempo, pero me gustaría que fuésemos amigos.