Amor Eterno #1 - Todos los caminos me llevan a ti - Editando

Capítulo 22 - A VECES

Me levanto del suelo decidida a resolver todo este asunto, por lo que me dirijo al vestuario de los chicos. Al llegar a la puerta, suspiro un par de veces y llamo a la puerta. No quiero entrar y encontrarme con algo que no debería de ver y traumarme de por vida.

  • ¿María? – me dice sorprendido Koke tras abrirme la puerta.
  • Hola – sonrío tímidamente - ¿está Saúl? – pregunto esperanzada para no tener que dar vueltas en su busca.
  • Sí claro, pasa – me dice Koke abriéndome la puerta para invitarme a pasar.

Entro dentro del vestuario y todos los jugadores se callan de golpe al verme. Busco con la mirada a Saúl y lo encuentro sentado en su banco mirándome. Me acerco hasta él bajo la atenta mirada de todos los jugadores.

  • Hola – digo casi en un susurro, muerta de la vergüenza - ¿podemos hablar? – le pregunto tímida.
  • Claro – me dice mientras sonríe.

Saúl me coge de la mano y me acerca hasta él para acabar sentándome en el banco junto a él.

  • Bueno chicos, nosotros os dejamos solos – dice Lucas mientras le lanza una mirada pícara a Saúl.

El resto de los jugadores salen del vestuario, dejándonos a nosotros dos solos. Mis manos empiezan a sudar, nunca me ha gustado este tipo de situaciones, me pone muy nerviosa y más saber que le tengo tan cerca, haciendo que mis ideas se nublen y no sepa por dónde empezar.

  • ¿Cómo estás? – le pregunto refiriéndome a los golpes.
  • Estoy bien, nada que no pueda soportar – me responde sonriendo mientras me acaricia la mejilla.
  • Creo que tenemos una conversación pendiente – le digo para no dar más rodeos.
  • Lo sé – me dice suspirando.
  • Saúl… - intento decir mientras le miro – lo del otro día – sigo intentando decir.
  • Tranquila – me dice mientras me coge mis manos que no paran de moverse.
  • Lo del otro día no tenía que haber ocurrido – le digo.

Saúl agacha la mirada triste.

  • Contigo estoy a gusto Saúl, me haces sonreír y me tratas como a una princesa, pero… - digo como puedo.
  • ¿Pero? – me pregunta resignado y queriendo saber la respuesta.
  • Pero yo no siento lo mismo que tú – contesto finalmente – yo solo te veo como un amigo – le digo sinceramente.

Saúl suelta mis manos y le miro, está triste, dolido. Me aparta la mirada, no queriendo mirarme y lo entiendo. Pero no me gusta verle así, no quiero hacerle daño.

  • Saúl – le digo mientras cojo su cara entre mis manos – no es culpa tuya – le digo – es mía, solo mía.
  • ¿Por qué? – me pregunta dolido.
  • Yo no quería hacerte daño pero estaba confusa – le respondo.
  • ¿Marco verdad? – me pregunta.
  • ¿Cómo…? – intento averiguar cómo lo sabe.
  • Por cómo me está tratando últimamente y lo que me ha dicho – me dice – mírame la cara – me dice señalándose la cara.
  • Siento mucho lo que te ha pasado – le digo – pero no podemos seguir así, no quiero ilusionarte, no quiero seguir haciéndote daño. Eres un buen chico Saúl, cualquiera chica estaría encantada de estar contigo – le digo mientras hago que me mire a los ojos.
  • Pero tú no – me responde tristemente.
  • No, yo no soy esa chica. No puedo corresponderte de esa manera, lo siento – le digo mientras le limpio una lágrima traviesa que surca su cara.

Le abrazo, no puedo evitarlo, no quiero verle así, tan vulnerable, se me parte el alma. Pero creo que es lo correcto.

  • Gracias – me suelta de repente y yo me sorprendo por su palabra – por decírmelo y no dejar que me haga más ilusiones – sonrío como puedo – eres una mujer absolutamente maravillosa – me responde acariciando mi mejilla.
  • Yo… sé que no debería de pedírtelo pero me gustaría que fuésemos amigos – le suelto – aunque entendería que necesitaras tiempo o que no quisieras – digo apresuradamente para que me entendiera.
  • Dame tiempo – me dice simplemente y yo asiento.

Me levanto del banco y deposito un beso sobre su mejilla para marcharme de allí y dejarle solo con sus pensamientos. Cuando salgo por la puerta del vestuario apoyo mi espalda contra la puerta y suspiro con fuerza.

 

Muchas veces nos empeñamos en borrar, olvidar aquello que una vez nos hizo daño. A veces queremos dejar todo el pasado atrás e iniciar una nueva vida, una vida al lado de otra persona. Una persona capaz de verte como eres realmente, capaz de cuidarte y quererte como te mereces. Pero a veces… a veces eso no es suficiente.

Somos realmente masoquistas, siempre acabamos queriendo aquellas cosas que más nos han hecho sufrir y si no las tenemos, no queremos absolutamente nada. Nadie sería capaz de darnos eso que esa persona nos da. Nadie. Ni si quiera él, por mucho que intentase que a si fuera. Cuando algo no funciona, cuando algo no está bien no has de continuar con ello. Ya no solo por no seguir haciendo daño a la otra persona, sino por no engañarte a ti mismo.




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