Amor Eterno #1 - Todos los caminos me llevan a ti - Editando

Capítulo 25 - OJALÁ

Al salir del vestuario nos dirigimos hacia la salida, dónde Marco tiene que reunirse con el resto de sus compañeros. Cuando nos ven llegar, los chicos comienzan a silbarnos y a hacer tonterías, provocando que ambos nos pusiéramos rojos y yo soltará su mano muerta de vergüenza. Miro a Marco y él me observa riéndose, después pasa un brazo sobre mi hombro y me acerca a él para terminar depositando un beso sobre mi frente.

Los chicos se despiden, ya que cada uno se va a su casa. Cuando Marco se despide de Dani y de Isco, los últimos que quedan, se gira para mirarme.

  • ¿Te llevo a casa? – me pregunta mientras coloca un mechón de mi pelo tras la oreja poniéndome nerviosa.
  • Eh… - digo nerviosa – si claro, gracias – termino de decir cómo puedo.
  • No sé cómo aun te siguen poniendo nerviosa estos gestos – me dice mientras se ríe.
  • Calla anda – le digo mientras le doy un pequeño empujón – vámonos – le sigo diciendo mientras me encamino hasta la salida.
  • Oye no te enfades – me dice divertido.

Marco me alcanza, me agarra de la cintura y me gira para quedar pegados, mezclándose nuestras respiraciones.

  • No te habrás molestado por eso ¿verdad? – me pregunta mientras roza con cariño su nariz con la mía.
  • No – respondo mientras no dejo de mirarle a los ojos – tenemos que irnos – le digo mientras me separo.
  • No quiero – me dice mientras me hace un puchero – quiero quedarme aquí, así contigo – me dice mientras se acerca otro vez a su cuerpo.
  • Anda chiquitín – le digo mientras le acaricio la mejilla – se hace tarde – termino para decir mientras me alejo.

Me dirijo hasta su coche mientras me sigue resignado. Nos metemos en el coche y me lleva hasta mi casa. Durante el viaje no hacemos más que cantar a grito pulmón, como cuando éramos pequeños. Hay cosas que no cambiarán. Al llegar me bajo de su coche y Marco hace lo mismo. Me acompaña en silencio hasta la puerta donde nos detenemos.

  • Gracias por traerme le digo – cuando Marco agarra mis manos y entrelaza sus dedos con los míos.
  • Me encantaría quedar contigo mañana pero no puedo, tengo concentración – me dice y yo asiento comprendiéndole – Bueno en realidad me encantaría no tener que separarme de ti ahora – dice y no puedo evitar reírme.

A veces es la persona más dulce del mundo.

  • Recuerda – le digo cuando acaricio su mejilla – paso a paso – termino para depositar un beso en su mejilla.
  • Lo sé – me dice juntando nuestras frentes – te quiero – me sigue diciendo.
  • Y yo a ti – respondo entrecortadamente cuando noto que poco a poco se va a acercando a mí – Buenas noches chiquitín – me despido.
  • Buenas noches pequeña – me responde para dejar un pequeño beso dulce sobre mis labios.

Veo como se marcha, entra en el coche y se aleja, dejándome allí quieta con una sonrisa bobalicona sobre mi cara y mis manos tocando mis labios, sintiendo el roce de sus labios sobre los míos.

¿Cómo ese pequeño roce, cómo ese pequeño instante puede hacerte sentir tanto? ¿Cómo puede ser capaz de dar un vuelco a tu corazón? ¿Cómo?

Rápida y sencilla respuesta: Marco.

Siempre me hizo sentir así. Mi corazón está lleno de felicidad por saber que él vuelve a estar en mi vida.

 

Ha pasado una semana desde el partido, desde el día en el que le dije a Marco que aun seguía enamorada de él, de la noche en la que se despidió de mí con un dulce beso. Pensaba que después de ese día todo iría genial, que estaríamos mejor que nunca, que nos veríamos, pasaríamos más tiempo juntos y comenzaríamos una nueva etapa de nuestras vidas. Pero la realidad no es nada de eso. Todo lo contrario. No nos hemos visto ni un día de la semana desde aquel día. Sé que ha estado liado con los entrenamientos, los viajes y los partidos, pero no sé… podría al menos sacar media hora para verme. Yo ya no sé qué hacer. Siento que algo le pasa pero tampoco estoy segura porque no le he visto. Suele guardarse las cosas, cometer locuras y después arrepentirse de lo que hace y dice. Pero es así.

Cae la noche mientras me acurruco en el sofá con mi manta para ver alguna serie o película. A fuera está diluviando, siendo de los típicos días de frío que no apetece salir de casa. Unos golpes en la puerta me sobresaltan. ¿Quién será a estas horas de la noche?

Llego hasta la puerta y tras mirar por la mirilla y comprobar quién es, abro la puerta. Empapado hasta los huesos, con la mirada perdida, los ojos acuosos y la piel blanca se encuentra Marco.

Instintivamente, sin preguntar, sin necesidad de oír nada, me abalanzo hacia él para abrazarlo. No soporto verle así, la última vez que le vi tan desolado fue con la muerte de su madre. ¿Qué le habrá pasado para estar así? ¿Qué habrá ocurrido?

  • Marco – le llamo cuando nos separamos y para que me mire a los ojos - ¿qué haces  aquí? – le pregunto preocupada.
  • Podemos… podemos hablar – dice algo entrecortado, dolido y nervioso.
  • Claro – le respondo mientras le dejo pasar y cierro la puerta tras él - ¿ha pasado algo? – vuelvo a preguntarle preocupado.
  • Solo necesito estar un rato contigo, a solas – me dice medio suplicando para que no siga hablando.




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