Amor Eterno #1 - Todos los caminos me llevan a ti - Editando

Capítulo 14 - MUNDO

 

MUNDO

 

Me despierto desorientada y con una mala sensación en el cuerpo. Creo que he tenido una pesadilla, ya que estoy sudorosa y agitada. Respiro intentando tranquilizarme y así seguir durmiendo, pero el estruendo en la calle lo hace imposible. Hoy es una de esas noches, de las que me aterran y me asustan. Hay tormenta afuera y dormir así va a ser una odisea para mí.

Me levanto de la cama con intención de hacer tiempo y de tranquilizarme. Salgo de la habitación y medio corro hasta llegar al baño. Nunca me ha gustado estar sola en casa, por la noche y que haya tormenta, pero tengo que mantener la calma. Me lavo la cara con agua y ni con esas consigo que mi acelerado corazón trabaje a un ritmo más normal.

Vuelvo a mi habitación y antes de llegar a la puerta mis pies se paran frente a otra, como si mi corazón estuviera mandando en este momento, porque mi subconsciente me está gritando que nos es una buena idea. Pero gana el corazón y decido abrir la puerta y entrar a la oscura habitación. Camino hacia delante guiándome por unos pequeños rayos de luz que entran por la ventana hasta llegar a la cama y observo su silueta.

Está dormido. Antes me encantaba mirarlo dormir, me relajaba, me hacía sentir en paz, porque él estaba en paz. Y aunque hayan pasado los años, me sigue haciendo sentir igual. Sonrío tontamente y abro las sábanas para colarme en su cama.

—¿Una pesadilla? —su voz ronca cortando el silencio de la habitación hace que me sobresalte. No sabía que estaba despierto.

—Sí —respondo en un susurro mientras me tapo con las sábanas.

Marco se gira en la cama para estar frente a mí y posa una de sus manos en mi cintura para pegarme a su cuerpo, provocando que tiemble al sentirlo tan cerca. Pero un trueno vuelve a ponerme los vellos de punta y lo agarro con más fuerza de la cintura, enterrando mi cara en la curva de su cuello.

—Hay cosas que nunca cambian —se ríe mientras pasea su mano por mi espalda para tranquilizarme.

—No te rías —me quejo mientras le doy un pequeño manotazo en el pecho—, sabes que cuando hay tormenta no soy capaz de conciliar el sueño —me separo y lo miro algo indignada.

—Anda, ven aquí —su sonrisa la siento aunque no la veo y me pega otra vez a él—. Sabes que siempre puedes quedarte conmigo —acaricia mi mejilla y cierro los ojos ante su tacto.

—Lo sé —murmuro mientras me relajo ante su toque.

Nos quedamos en silencio durante unos minutos, escuchando nuestras respiraciones y siento el calor de su piel. Después Marco se mueve y apoya su espalda en el colchón, pasa uno de sus brazos por detrás de mi cabeza y me atrae hacia él, dejándome su pecho para que lo use de almohada. Lo abrazo por la cintura y suspiro con fuerza, pero más tranquila.

—Buenas noches, peque —me dice dejando un tierno beso sobre mi pelo.

—Buenas noches, Marco —respondo aún sin ser capaz de llamarlo como lo hacía antes.

Cierro los ojos y escuchando los latidos acelerados de su corazón, que poco a poco van volviendo a la normalidad, comienzo a quedarme dormida. Mientras el acaricia mi espalda y siento el calor de su pecho desnudo, ambos nos quedamos dormidos.

 

Me despierto con los rayos de sol y palpo las sábanas del hueco vacío que hay a mi lado. Ha debido de levantarse pronto y la pena me inunda por un segundo, porque me encantaba despertarme y verlo dormir. Aún así, me quito las sábanas de encima y salgo de la cama. Cuando salgo al pasillo un olor delicioso me inunda y lo sigo hasta llegar a la cocina, donde lo encuentro concentrado en preparar el desayuno, bailando al son de la música que tiene de fondo y solo con un pantalón corto puesto.

Este hombre… Quiere que me de un infarto algún día de estos. ¿Cómo no se me va a caer la baba si nada más despertar tengo estas vistas?

Suelto una carcajada sin poder evitarlo cuando veo que intenta hacer un movimiento de cadera que no le sale muy bien, el baile nunca ha sido uno de sus fuertes. Se gira cuando me escucha y se queda sorprendido de verme apoyada contra el marco de la puerta. Unos segundos después su cara cambia y me dedica una sonrisa preciosa.

—¿De qué te ríes? —me pregunta aún sonriendo.

—Veo que tus dotes de bailarín no han mejorado durante estos años —no puedo evitar seguir riéndome, es que es tan mono…

—Será porque no tenía a mi profesora particular —me suelta con una sonrisa pícara mientras se acerca a mí. Yo me quedo quieta asimilando sus palabras y poniéndome roja cuando entiendo que se está refiriendo a mí.

—Ya… Bueno… —tartamudeo—, podrías haberte buscado a otra —agacho la mirada y me centro en los calcetines que llevo puestos.

—Nadie se compara a ti —suelta cuando su mano me levanta la barbilla y me hace mirarlo a los ojos, poniéndome nerviosa—. ¿Qué tal has dormido? —me pregunta cambiando de tema al ver mi pequeña incomodidad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.