Amor Eterno #1 - Todos los caminos me llevan a ti - Editando

Capítulo 18 - NADA ES FÁCIL

NADA ES FÁCIL

Después de la fiesta en la casa de Isco, no he vuelto a encontrarme a Marco, ni siquiera he hablado con él. Ha estado muy ocupado con los entrenamientos y los partidos. Tampoco he visto a Saúl por culpa del trabajo. Y yo… Estos días me han servido para poder relajarme, estar sola, conmigo misma y sobre todo para pensar. Pensar en todo, menos en ellos dos. No he querido darle muchas vueltas porque no sé qué va a pasar, ni siquiera sé que es lo que realmente quiero yo.

Así que salgo mucho de casa, para despejarme, dando una vuelta por cualquier lugar que me genere paz y tranquilidad. Los paseos me están ayudando mucho a pensar y a reflexionar. Pero al salir del portal un coche aparcado enfrente capta mi atención. Sé que me suena de mucho, pero ahora no caigo de quién puede ser. Así que lo ignoro y pongo rumbo a ninguna parte en concreto. Pero unas manos se posan en mis ojos de repente, sobresaltándome y poniéndome nerviosa al no poder ver.

—¿Qué está pasando? —me giro de repente para buscar a la persona que me ha tapado los ojos, poniéndome nerviosa.

—Hola —me responde la voz de un hombre que me mira sonriente y algo divertido por mi reacción.

—¡Saúl! —digo alterada—, me has asustado, idiota —le reprocho dándole un pequeño golpe en el brazo, por el susto que me acaba de meter. Casi me da un infarto.

—¿No te alegras de verme? —me pregunta colocándome un mechón de mi pelo tras la oreja.

—Sí… Claro que me alegro —digo algo dubitativa—, es solo que no esperaba verte.

—Tenía muchas ganas de volver a verte —sigue hablando—. ¿A dónde ibas? —pregunta.

—A dar una vuelta —contesto—. Quería despejarme un poco y respirar algo de aire fresco —me separo un poco de él, ya que nos estamos casi rozando de lo cerca que está de mí.

—¿Puedo acompañarte? —me pregunta esperanzando y con una sonrisa de niño bueno que no ha roto un plato en su vida.

—Está bien —respondo, porque con esa cara soy incapaz de negarle casi nada.

Caminamos sin rumbo fijo, hablando sobre todas las cosas que nos han pasado en los días que no nos hemos visto. Al estar con Saúl me encuentro bien, soy yo misma. Además, me hace reír siempre y se preocupa porque me sienta cómoda, comprendida y querida. Con él nunca llego a aburrirme.

Al final la noche se apodera de las calles, las luces se encienden y el frío llega provocando que tirite por su culpa. Así que decidimos volver a mi casa. Al llegar tengo la tentación de invitarle a que suba a mi casa, pero al final desecho la idea. Creo que por ahora es mejor dejar las cosas como están.

—Me lo he pasado muy bien —digo al pararme en la puerta del edificio de mi casa—. Muchas gracias por pasar este rato conmigo.

—Gracias a ti por dejarme acompañarte —se acerca más a mí—. Cuando estoy contigo siempre me encuentro muy a gusto —vuelve a colocarme otro mechón de pelo rebelde tras mi oreja.

—Yo también —intento sonreír, pero creo que me sale una mueca, ya que me pone muy nerviosa tenerlo tan cerca de mí—. Creo que es hora de que suba a casa, es muy tarde —intento buscar una salida rápida al sentimiento de incomodidad que tengo por dentro y que él me está provocando, no por él en sí, sino por los sentimientos confusos que me genera.

—Tienes toda la razón.

—Buenas noches, Saúl —me despido de él dejando un beso en su mejilla.

—Buenas noches, María —me sonríe ampliamente.

Saúl se aleja mientras busco mis llaves de casa dentro del bolso. Al cogerlas, meto la llave en la cerradura de la puerta, pero me quedo a medio camino de abrirla al oír que me llama.

—¡María! —me llama casi con un grito.

—¿Qué ocurre? —pregunto sin entender nada cuando me giro para encararlo.

—Necesito hacer algo —me dice acercándose a mí y respirando con rapidez—. O sé que me voy a arrepentir sino lo hago —sus manos se posan en mis mejillas.

No entiendo que es lo que está pasando, ni qué es lo que intenta decirme. Estoy desconcertada y confusa, y también muy estática. Sobre todo, cuando Saúl se acerca todo lo posible a mí y posa sus labios sobre los míos.

Me besa con dulzura y yo simplemente cierro los ojos y me dejo llevar. Acompaso mis labios con los suyos, dejando que él marque el ritmo, un ritmo tranquilo con el que los dos disfrutamos. Hasta que finalmente nos separamos por falta de oxígeno.

—Yo… —no sé qué decir, me he quedado tan en shock que los pensamientos no fluyen.

—Lo siento —me dice—, pero tenía que hacerlo, necesitaba hacerlo —me coge de las manos y me mira a los ojos—. Me gustas mucho María y me gustaría que lo intentáramos, estar juntos —sus preciosos ojos me miran y yo estoy sin respiración—. Si tú quieres, claro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.