Amor Eterno #1 - Todos los caminos me llevan a ti - Editando

Capítulo 20 - DECISIONES

DECISIONES

Hoy juega el Real Madrid contra el Atlético de Madrid en el Wanda y Saúl me ha invitado a ver el partido. Estoy un poco nerviosa porque no he vuelto a verlo desde que me besó aquella tarde. No sé cómo reaccionar ante él porque no tengo nada claro. Además, se junta el hecho de que voy a encontrarme con Marco. Y verlo a él me pone aun más nerviosa si cabe.

Bajo las escaleras que llevan a los vestuarios con el corazón retumbándome, buscando a alguno de los chicos. Aunque muy en el fondo espero no tener que ver a ninguno, pero sé que no puedo evitarlos para siempre.

Giro en una de las esquinas y me los encuentro a los dos de golpe. Mirándose el uno al otro. Pero sus cuerpos están tensos, rígidos y se están mirando con odio. No entiendo qué es lo que está pasando entre los dos.

Me acerco lentamente a ellos, con el corazón en un puño ante el hecho de que puedan saltar el uno hacia el otro a la yugular. No quiero que se peleen. Me detengo junto a ellos y me quedo en silencio esperando a que se den cuenta de mi presencia, pero no lo hacen. Así que carraspeo para hacerme notar y los dos se giran para verme.

—Hola, chicos —saludo con una sonrisa tímida.

—¡Estupendo! —Marco me mira molesto—. Yo me piro de aquí —se gira y comienza a alejarse de nosotros.

—¡Marco, espera! —intento que no se vaya porque no entiendo por qué está enfadado.

—No —dice casi sin mirarme a la cara—, os dejo solos —contesta borde alejándose aún más.

—Pero… —intento decir sin entender absolutamente nada de lo que acaba de pasar, por lo que miro a Saúl intentando buscar una respuesta—. ¿Qué le pasa?

—No le hagas caso, es un idiota —me contesta también borde y abro los ojos con sorpresa. ¿Qué coño les pasa a los dos? ¿Por qué también me habla así? —. Lo siento —se disculpa—, no tenía que hablarte así, tú no tienes la culpa de nada —su mano viaja a mi mejilla y me acaricia con delicadeza con sus dedos.

—No te preocupes —digo sincera, olvidando su forma de hablarme. Seguramente está alterado por la conversación con Marco.

Saúl, me mira acercándose lentamente a mí, quedándose muy pegado, invadiendo mi espacio personal. Siento sus manos posándose en mi cintura, apretándome con suavidad, haciéndome saber que él está aquí, quiere que lo sienta. Se inclina más hacía mí y nuestras respiraciones se entremezclan.

—Tenía ganas de tenerte así, tan cerca de mí —me sonríe y me pierdo en sus ojos.

—Saúl, yo… —intento decir algo, pero no me salen las palabras, me pone nerviosa su cercanía.

—Ahora no, pequeña —dice en voz baja—. Tengo que salir a jugar —roza su nariz con la mía y me sonrojo levemente.

—Pero tenemos que hablar —consigo decir, ya que todo lo que ha pasado necesita de una conversación—. No podemos dejar las cosas como las dejamos el otro día —me separo de él.

—Lo sé y lo haremos cuando termine —me mira algo desconcertado al darse cuenta de la forma en la que me he apartado de él—. Ahora tengo que irme ya —me deja un beso en la mejilla y me sonríe pícaro alejándose de mí—. ¡Deséame buena suerte! —dice gritando mientras sube las escaleras que dan al campo.

—Buena suerte —susurro quedándome con ganas de hablar y de dejar todo zanjado.

Me quedo unos segundos en el sitio sin saber que hacer. Me habría gustado poder hablar algo con Saúl, aclarar las cosas. Lo necesito. Pero tendrá que esperar. Me muevo finalmente y voy en busca de Marco. Necesito hablar con él y saber qué mosca le ha picado, saber por qué está así. Busco entre el personal que trabaja en ambos equipos y entre los jugadores hasta que finalmente lo veo. Me acerco hasta él decidida y nerviosa a partes iguales.

—Hola —le saludo tímidamente—. ¿Estás bien? —pregunto para intentar averiguar qué es lo que le está pasando.

—Hola —me responde borde—, estoy bien. Así que, si no te importa, necesito estar centrado. Es mejor que te vayas —su forma tan borde de hablarme me hace abrir los ojos sorprendida.

—Marco… —cojo su cara entre mis manos y le obligo a que me mire—. Dime que te ocurre —susurro mirándolo a los ojos, esperando que se abra a mí.

—¡DÉJAME! —alza la voz mientras me quita las manos de su cara bruscamente—. Tengo que estar concentrado, así que es hora de que te largues —suelta sin más alejándose de mí.

Lo veo marcharse con sus compañeros y me deja allí plantada en medio del pasillo sin saber qué hacer. ¿Qué coño le pasa? ¿Qué está ocurriendo? No entiendo por qué me está tratando así.

Siento un dolor en mi pecho cuando mi corazón se rompe un poco al sentir que me está apartando de su lado, sin saber por qué. Aunque ya no debería sorprenderme, no es la primera vez que lo hace.

Intento contener las lágrimas que amenazan con salir, y subo las escaleras, cruzando los interminables pasillos hasta que encuentro mi sitio junto a Igor y Gilberto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.