Capítulo 3 - CALLAR
Hoy es domingo, uno de esos domingos que lo único que te apetece es quedarte en casa entre mantas y viendo una película. Y así me encuentro aunque con exámenes en mis manos corriendo para poder dar las notas mañana.
Mientras termino de corregir una llamada en el móvil hace sobresaltarme. Dejo todo encima de la mesa y pongo la televisión en silencio, para después coger la llamada.
- ¿Diga? – pregunto al descolgar.
- ¿María? – responde una voz de hombre al otro lado, una voz que reconozco.
- ¿Gilberto? – pregunto extrañada y sorprendida a la vez.
- Hola cariño – me dice - ¿Qué tal estás? – me pregunta.
- Muy bien – respondo - ¿y vosotros? – pregunto.
- Bien, bien – me dice rápido como queriendo cambiar de tema – quería hablar contigo sobre una cosa – me dice.
- Claro – respondo - ¿pasa algo? – pregunto ahora un poco preocupada.
- Se trata de Marco – me responde.
Mi corazón se para tras escuchar su nombre para después de unos segundos tener el pulso acelerado. Aguanto la respiración y espero a que Gilberto me diga algo más ya que no tengo palabras ahora mismo.
- Sé que no quieres hablar de él pero… - me dice cómo puede ya que le noto algo roto.
- No importa – respondo sincera - ¿qué pasa con él? – pregunto para animarle a seguir hablando.
- No está bien María – me dice preocupado – no sé si habrás visto las noticias pero… ya no es el Marco de siempre – me explica – no está jugando bien y en vez de centrarse en el fútbol no hace más que salir de fiesta noche tras noche – suelta un suspiro para después seguir hablando – yo ya no sé que más hacer para que se centre, no lo sé – termina de decir aguantándose las ganas de llorar.
- ¿Qué quieres que haga? – le pregunto sin entender el motivo de su llamada y teniendo mi corazón en un puño al escucharle.
- Sé que es mucho pedirte pero… necesito que hables con él – me dice.
- Gilberto yo… no puedo – digo nerviosa por la idea de volver a verle.
- Eres la única que puede hacerle cambiar de opinión, a la única que escuchará – me suplica – por favor – me dice – ve un día a Valdebebas y habla con él. No quiero que lo pierda todo ahora que ha conseguido estar donde él siempre había soñado – termina de decir.
- Gilberto, no sé – le digo dudando – yo… ha pasado un año ya… yo… - digo sin saber qué hacer.
- Al menos prométeme que te lo pensaras – me pide – por favor María, solo te escuchará a ti, estoy seguro de ello – intenta convencerme.
- Está bien – respondo – me lo pensaré pero no te prometo nada – termino por ceder.
- Con eso me vale hija – me dice algo más alegre – muchas gracias – me agradece.
- No las des Gilberto – respondo – tengo que dejarte tengo mucho trabajo por delante – intento cortar la llamada, necesito pensar.
- Claro hija – me responde – espero vernos pronto. Adiós – se despide.
- Yo también lo espero. Adiós – termino por decir para después colgar la llamada.
Cojo aire con fuerza mientras en mi cabeza se suceden miles de pensamientos y en mi corazón se entremezclan muchos sentimientos. Ahora no sé qué hacer. Cojo el móvil y busco las noticias de Marco y cuando las leo mi decepción comienza a aumentar. ¿Cómo está pasando esto? ¿Por qué está haciendo esto? Lo único que va a conseguir es que su carrera en el Madrid termine.
No entiendo qué es lo que está haciendo con su vida, no lo sé. ¿Y ahora qué hago? ¿Voy a verle o dejo que se busque la vida? Dilemas tras dilemas. ¿Cómo será volver a verle otra vez? No sé cómo voy a reaccionar, no sé cómo voy a sentirme. Tengo mucho miedo ¿y si me encuentro con su novia? ¿Y si no quiere verme? Tengo tanto miedo de que me rechace, que no quiera verme… Pero por otra parte… no puedo hacerle esto Gilberto, sé que le ha costado llamarme para pedirme esto. Lo sé y tampoco me gusta ver así a Marco.
Está decidido por mucho que me duela verle, por mucho que mis sentimientos se revuelvan, tengo que verle. Tengo que hacerlo.
“Iré a verle” escribo en un mensaje a Gilberto.
“Gracias. Mañana acaba el entrenamiento a las 19:00h. Avisaré a los de seguridad de la entrada de qué vas” me responde Gilberto.
No devuelvo el mensaje porque instintivamente empiezo a ponerme nerviosa. No pensé que fuera a verle tan pronto. ¿Qué le voy a decir?
A veces solo es mejor callar para que nuestras miradas hablen, a veces es mejor mirar para sentir lo que con palabras no somos capaces de decir.