Amor Eterno #2 - Resurgir

Capítulo 8 - SI PUDIESE

Llego a casa con una sonrisa tonta dibujada. Al cerrar la puerta mi padre y mi hermano se giran sorprendidos al verme. Dejo las llaves encima de la mesa y la bolsa del entrenamiento en el suelo.

  • ¿Cenamos? – pregunto – tengo hambre – vuelvo a decir.
  • ¿Marco estás bien? – me pregunta mi padre.
  • Sí ¿estás bien? – vuelve a decir mi hermano y yo los miro extrañados – no es normal verte a estas horas en casa – vuelve a decir.
  • Sí estoy bien – vuelvo a decir.

Me acerco hasta mi padre y le abrazo, le abrazo con fuerza.

  • Gracias – le digo – gracias, gracias, gracias – sigo diciendo mientras comienzo a llorar.
  • Ha ido ¿verdad? – me pregunta mientras me separa.
  • Sí – respondo mientras me limpio las lágrimas.
  • ¿Quién? – pregunta Igor sin saber a quién nos referimos.
  • María – responde mi padre antes que yo.
  • ¿Qué estoy haciendo papá? ¿En qué me he convertido? – sigo preguntando.
  • Ahora eso ya no importa hijo, lo que importa es que salgas de ese pozo en el que has caído y vuelvas a ser tú mismo – me dice mientras sonríe – tienes que luchar por lo que quieres, por tus sueños – vuelve a decir y le abrazo con fuerza.

Igor se suma al abrazo y así pasamos unos minutos. Después nos ponemos con la cena y pasamos una velada tranquila en familia. Necesitaba esto, lo necesitaba.

 

Toca partido, no me han puesto de titular pero la verdad es que me lo merezco, últimamente ya no soy el mismo. El segundo tiempo pasa bastante rápido y cuando me quiero dar cuenta el míster me llama para salir al campo. Mi sorpresa va en aumento, no me esperaba que me sacase, los últimos partidos los he pasado en el banquillo.

Justo antes de pisar el campo pienso en María. En ella y en todo lo que me dijo, pero sobre todo en que mañana iba a verla. Mis ganas por salir al campo aumentan y cuando lo hago, la adrenalina vuelve a recorrer mi cuerpo.

Subo, bajo, defiendo, robo balones… mi instinto por jugar vuelve y lo único que quiero hacer es jugar bien. Me llega un balón y corro con fuerzas. La portería aparece en mi visión, miro con precisión y chuto con confianza. Al hacerlo sentí la seguridad de que iba a ser un gol. Y eso fue. La euforia me invade y celebro el gol, lo hago. Mis compañeros se acercan corriendo para abrazarme.

  • Así sí – me dice Sergio mientras me abraza – este es el Marco que yo quiero ver – me dice mientras apoya su frente junto a la mía.
  • Eso es Marco – dice ahora Lucas.

Al separarme de los chicos señalo al cielo como siempre, dedicando el gol a mi madre para después formar con mis manos una M. Dedicándole el gol a María porque gracias a ella había hecho un buen partido. Me había motivado a jugar, ella siempre fue mi mayor motivación.

Después de acabar el partido no quise hacer ninguna declaración, sabía que me preguntarían sobre mi celebración del gol y no quería dar explicaciones. Los chicos iban a salir de fiesta para celebrar la victoria y ante mi negativa por ir todos se quedan sorprendidos.

  • ¿No vienes? – me pregunta Isco - ¿y eso? – vuelve a preguntarme extrañado.
  • No me apetece salir – respondo sin más.
  • A mí me parece estupendo – me dice Sergio - ¿pero cuál es el motivo? – me pregunta.
  • Yo… - intento decir mientras me rasco la nuca nervioso.
  • Es María ¿verdad? – sigue insistiendo Sergio mientras alza las cejas.
  • Sí – respondo – he quedado mañana con ella para comer – confieso mientras una sonrisa tonta se me dibuja.
  • A ver si consigue enderezarte – me dice Nacho mientras el resto comienza a silbarme.

Todos me empiezan a dar collejas y a burlarse de mí. Yo no puedo dejar de sonreír, hacía tiempo que no lo hacía y que no me sentía cómodo en el equipo, a pesar de que la culpa no era de ellos.

 

Por fin ha llegado la hora. Conseguí su número gracias a mi padre y ella me mandó la ubicación. No era su casa así que iría antes para saber por dónde tenía que ir. Al llegar, demasiado pronto, pero no podía esperar más en casa, me doy de bruces con la realidad. Es un colegio. ¡No puede ser! Espero que sea lo que me estoy imaginando que es. Salgo del coche y me apoyo en él mientras la espero. El timbre de salida del colegio suena y comienzan a salir niños por las puertas. Me coloco bien las gafas de sol y la gorra para pasar desapercibido y me dispongo a buscarla con la mirada.

La veo salir por la puerta, charlando con unos niños. Su mirada se alza y me busca. Se le dibuja una gran sonrisa en cuanto me encuentra y yo le devuelvo la sonrisa. Se despide de los niños y camina hasta donde estoy.

  • Ha sido… - digo como puedo cuando llega hasta mí – la imagen más hermosa del mundo – termino de decir.
  • ¿Qué? – me pregunta divertida.
  • Verte salir del colegio sonriendo, rodeada de niños, ha sido la imagen más bonita que he visto – digo sincero mientras ella se ruboriza.
  • No seas tonto – me dice sonrojándose – por cierto enhorabuena por el gol – me dice mientras se acerca a mí – me ha gustado volverte a ver jugar así – me dice mientras me acaricia la mejilla.
  • ¿Viste la dedicatoria? – le pregunto mientras mis manos se posan sobre su cintura – era para ti – sonrío dulcemente.
  • Sí – me dice bajito mientras se vuelve a sonrojar.



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Editado: 25.05.2019

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