Han pasado un par de días desde que desperté en el hospital y hoy por fin me dan el alta. Tengo muchas ganas de salir de la cama y de estas cuatro paredes. Quiero sentirme útil, hacer algo pero tengo la pierna escayolada y me es imposible moverme.
Posa su frente sobre la mía y acorta la distancia para plantarme un beso casto en los labios.
Me ayuda a incorporarme y me sienta en la silla de ruedas. Recoge todas mis cosas y empuja la silla hasta la salida. Llegamos hasta la salida y con las muletas consigo llegar hasta el coche de Marco. Me ayuda a sentarme en él y después entra en el coche. Una de sus manos se posa sobre mi rodilla, me mira sonriendo y se acerca hasta mí. Finalmente deja un beso en mi sien y arranca el coche.
Pasamos el trayecto en silencio pero cogidos de la mano. Al llegar a su casa me ayuda a salir. Me deja un rato con las muletas y abre la puerta de su casa para dejar mis cosas en el recibidor. Después se gira para mirarme y al verme en serias dificultades por la hierba, se acerca a mí a paso rápido. Me coge en volandas, paso mi brazo por su cuello y me lleva dentro de su casa. Me deposita con cuidado en el sofá cerrando antes la puerta.
Pasa casi una hora cuando Marco sale de la cocina con los platos y los deja encima de la mesa del salón. Me incorporo para mirar que hay para cenar y mis ojos brillan. Ha preparado todo lo que a mí más me gusta para cenar: patatas fritas, san jacobos y croquetas. Si es que no me puedo quejar con él.
Nos miramos a los ojos pero después aparto la mirada, ya que mis tripas han rugido. Cojo el plato y con cuidado de no hacerme daño comienzo a cenar. Transcurre con tranquilidad con la televisión al fondo y hablando de cualquier tema. Al terminar estoy tan cansada que Marco me tiene que llevar a la habitación. Me ayuda a ponerme el pijama y con cuidado me meto en la cama. Le agarro con fuerza su mano cuando se gira para irse.
Marco me mira y sonríe, asiente y comienza a quitarse la ropa para después ponerse una camiseta y entrar conmigo en la cama. Se pega a mí intentando no hacerme daño. Pasa un brazo por mi cintura atrayéndome a él y así abrazados nos dormimos.
Ha pasado una semana desde que estoy en casa de Marco, ya estoy mucho mejor pero no me deja ni al son ni a sombra. Está pendiente de mí en todo momento y la verdad es que se lo agradezco. Me han quitado la escayola pero aun no puedo pisar el pie por lo que sigo con las muletas. El costado va poco a poco cicatrizando, por lo menos ahora ya no me duelen los puntos.
Marco está a punto de llegar por la puerta, han estado jugando fuera, no sé qué tal estará de ánimos porque no le han sacado pero ha llegado la hora de que me lo cuente todo. No puede seguir callándose por más tiempo, más no.
Oigo las llaves en la cerradura y después la puerta cerrándose. Rome, el perro de Marco, sale a recibirlo. La imagen que se presenta ante mis ojos hace que me muera de la ternura. Marco ha cogido a Rome y vienen los dos jugando.