Capítulo 25 - MI ROMA
Dos meses después…
El viento sopla y veo como poco a poco las flores empiezan a crecer. El mes de abril me encanta porque comienza el buen tiempo y el verano cada vez está más cerca. Estos dos meses con Marco han sido geniales a pesar de que la prensa no hace más que acecharnos por cualquier parte. Aunque para evitar esto somos bastante activos en las redes sociales, subiendo fotos juntos de vez en cuando.
Tenía miedo de que al hacer público lo nuestro Marina publicara las fotos, pero los abogados de Marco se encargaron de todo y ya no puede utilizarlo en nuestra contra. Así que ahora mismo solo disfruto del trabajo y de Marco, sobre todo de Marco. Y mientras pienso en todo lo que ha pasado estos meses aparece por la puerta de mi casa.
- Hola peque – dice cuando llega hasta mí y me agarra de las mejillas para besarme.
- Hola – digo cuando nos separamos y respiro - ¿qué haces aquí? – pregunto curiosa porque no me ha avisado.
- Haz las maletas – me dice sin más mientras me agarra de las manos y tira de mí.
- ¿Qué? – digo sin entender nada - ¿A dónde vamos? – vuelvo a preguntar mientras dejo que me guíe a mi habitación.
- Tengo unos días libres y sé que tú también, así que nos vamos – dice abriendo la puerta de la habitación.
- ¿Pero a dónde? – vuelvo a preguntar curiosa.
- Es una sorpresa – me dice mientras se agacha para coger las maletas de debajo de la cama – El avión sale en tres horas así que más te vale que nos demos prisa en hacer la maleta – vuelve a decir mientras abre la maleta encima de la cama.
- Marco – le llamo pero sigue a lo suyo – Marco para – le digo esta vez mientras mis manos van hasta sus brazos para pararle.
- ¿Qué? – me dice parándose y mirándome.
Le miro a los ojos y me acerco hasta él. Mis manos se posan en sus mejillas y me inclino hasta él para besarle con ansias. Paso una de mis manos a su nuca e intensifico el beso. Marco se rinde a mí y apoya sus manos en mi cintura para acercarme más a él.
- Ahora ya podemos hacer la maleta – le digo en un susurro al separarnos y juntar nuestras frentes.
- Te quiero – me responde sonriendo para dejar un beso en mi frente y volver a la tarea de hacer mis maletas.
Terminamos de hacer la maleta y salimos de mi casa tomados de la mano. Bajamos a la calle y nos encontramos a su hermano subido en el coche.
- Hola Igor – le saludo cuando entro en el coche.
- Hola enana – me responde – Hoy seré vuestro chofer – dice riendo.
- Sí, sí, muy bien pero arranca que llegamos tarde – dice Marco apremiando a su hermano.
Llegamos al aeropuerto media hora antes del despegue, así que tenemos que darnos prisa. Ni si quiera me da tiempo a mirar el lugar del destino, aunque Marco tampoco me deja. Nos pasamos todo el viaje hablando mientras me recuesto en su hombro, hasta que el sueño me invade y me quedo dormida.
Unas suaves caricias por mi cara me despiertan, abro los ojos lentamente y me encuentro con los ojos de mi chico. Qué bien suena eso. Sonrío y Marco se acerca para darme un beso. Me desperezo y al aterrizar nos bajamos del avión con las maletas. A la salida del aeropuerto es cuando me doy cuenta del lugar al que me ha llevado.
Roma, Italia.
Sonrío como una niña pequeña y abrazo con fuerza a Marco. Él sonríe y me coge de la mano para ir a buscar un taxi que nos lleve al aeropuerto.
Caminamos por las calles de Roma cogidos de la mano después de terminar de cenar en un restaurante maravilloso. Parece mentira que esté aquí, que estemos aquí los dos. Parece hasta surrealista. Nunca pensé que nos veríamos caminando por estas calles, estos caminos.
- ¿En qué piensas peque? – me pregunta curioso al estar tanto rato callada mientras se detiene para mirarme.
- Solo pensaba – respondo mientras agacho la cabeza y él me coge de la cintura.
- ¿En qué? – vuelve a insistir mientras me alza la mirada.
- Nunca me había imaginado vernos caminando por las calles de Roma – le digo sin meterme de lleno en lo que estoy pensando.
- ¿Por qué? – me dice bajito mientras acaricia mi mejilla.
- Porque me parece surrealista – respondo y él me mira sin entender nada – Siempre he pensado que todos los caminos llevan a Roma, de una manera u otra y me parece surrealista que estemos aquí los dos. Yo te he considerado siempre mi Roma – sigo diciendo y Marco me mira expectante a que siga hablando – porque siempre, hiciese lo que hiciese, todos mis caminos me llevaban a ti. Hiciese lo que hiciese, siempre acaba o recordándote, o amándote o volviendo a ti. Para mi tú eres mi Roma, esa persona a la que siempre voy a volver irremediablemente, esa persona de la que estoy locamente enamorada. Que aunque pasen los años, siempre nos hemos acabado encontrando y amando – termino de decir y le miro a los ojos para ver su reacción.
Se queda callado mientras me mira, mientras analiza cada una de las palabras que he dicho.
- Me gusta Roma – dice finalmente – me gusta porque a pesar de la cantidad de veces que ha sufrido asedios, guerras… siempre ha sabido resurgir de sus cenizas. Como nosotros. Como nuestro amor – me dice pegándome más a él – te amo mi pequeña – me dice para terminar besándome.