Amor Eterno #2 - Resurgir

Capítulo 29 - ¡JODER!

Esto de estar encerrado lejos de casa me vuelve loco. Nunca lo había pasado mal en una concentración. Aunque es cierto que nunca había venido con la situación en la que estoy, con María, con mi vida enfadada conmigo. Me comporté como un autentico capullo con ella pero no le fui infiel, nunc a lo haría. No cometería los mismos errores, no con ella.

- ¿Cómo vas chaval? – me pregunta De Gea.

- Ahí voy David – le respondo - ¿cómo pude ser tan idiota? – le pregunto.

- Os entiendo a ambos – me dice – te sentías agobiado, todo el mundo está esperando de ti que seas el nuevo Cristiano Ronaldo y a veces la presión nos hace cometer tonterías. Tú solo querías evadirte aunque no fue la mejor forma – me dice y yo asiento dándole la razón – Pero también la entiendo a María, todas esas noticias sobre ti y las otras chicas es mucho para ella y más con la presión mediática que tiene todos los días. A veces eso no es fácil de sobrellevar – termina de decir.

- Lo sé – digo asintiendo – tenía que haber estado más pendiente de ella – suspiro y me tumbo en la cama.

- ¿Has hablado con ella? – me pregunta.

- Todos los días – contesto – debería de llamarla – afirmo al mirar la hora en mi reloj.

David asiente, me sonríe y sale de la habitación para dejarme intimidad. Cojo el móvil y la llamo. A los tres pitidos me lo coge.

- Hola – dice al otro lado de la línea.

- Hola peque – le responde sonriendo tontamente - ¿cómo estás? – le pregunto.

- Cansada. Hoy ha sido un día duro en el cole ya que hemos estado preparando la velada de fin de curso – me dice.

- Seguro que será todo un éxito – le digo para animarla.

- ¿Y tú qué tal? – me pregunta ella ahora cambiando de tema.

Nos tiramos una hora hablando de cualquier cosa pero no puedo esperar más y tengo que hacerle la pregunta, necesito saberlo.

- El partido es en dos días – le digo - ¿vendrás a verme? – pregunto esperanzado una vez más a pesar de las negativas que siempre me responde.

- Ya te lo he dicho Marco, no voy a ir – me dice ahora con la voz apagada.

- Por favor María – le suplico.

- No estamos bien Marco, lo sabes y yo también. No creo que sea buena idea – me dice dolida.

- Pensé que estas conversaciones… que tú y yo… - intento decir pero se me entrecorta la voz.

- Estamos mejor sí, pero cuando vuelvas hablaremos de todo ¿vale? – me dice y yo no puedo contestarla – tengo que irme, se hace tarde – me dice.

- ¿Qué no? – le digo porque no quiero que cuelgue – por favor, ven. Es importante para mí – sigo diciendo.

- Yo… - me dice dudando – no lo sé Marco, déjame pensarlo. Buena suerte en el partido. Te quiero – me dice deprisa.

- Yo también te quiero – pero antes de oír mi respuesta cuelga.

Necesito que venga, por favor, que venga.

 

Voy al salón del hotel donde estamos concentrados para el partido de esta tarde. Allí me encuentro con mi padre, mi hermano y Horacio, mi manager. Miro a mí alrededor pero no la veo.

- ¿Y María? – pregunto a los presentes que se miran incómodos.

- Esto… - intenta explicarme mi hermano.

- No ha venido hijo – me dice mi padre – al menos no con nosotros – termina de decir.

Oír esas palabras hace que me hunda por dentro, como si se me clavara una espina en mi corazón. Me siento derrotado en uno de los sillones de la sala y reprimo mis lágrimas. No puedo llorar y menos delante de las cámaras que hay.

- Seguro que viene – me dice mi padre para reconfortarme y le miro – estará en el partido – me vuelve a decir.

- Seguro que sí – ahora es mi hermano quien habla – sabe lo importante que es para ti, no se lo va a perder, por muy enfadada que esté – termina de decir mientras me da un apretón en mi pierna.

Pero esta vez no estoy tan seguro de ello. Creo que no va a venir y si no viene… si no viene…

 

Acaba de terminar el partido y hemos perdido, Nos han eliminado. ¡Joder! ¿Por qué? Vaya mierda, todo es una mierda. Entro al vestuario y todos tenemos caras serias, algunos incluso lloran, es su último mundial, su último partido con la selección.

No lo aguanto y salgo fuera. Los familiares comienzan a aparecer y yo busco a los míos. Los encuentro pero ella no está allí. Igor me mira apenado, intenta acercarse a mí pero niego con la cabeza. Miro a mí alrededor, mi mirada se encuentra con la de Sara que niega con la cabeza. No ha venido, no ha estado aquí. ¿Ahora qué hago yo? Ahora yo… la necesito…

Mis lágrimas comienzan a salir y la furia comienza a apoderarse de mí.

- ¡JODER! – grito llorando y dándole un puñetazo a la pared – ¡JODER! ¡JODER! – sigo gritando y golpeando la pared hasta que unos brazos  me detienen.

- Para Marco, por favor – me dice mi hermano.



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Editado: 25.05.2019

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