Como todo lo que hay en el plato que me han dejado antes. Es poca cosa, sinceramente, está frío y no está rico. Pero viendo en la situación en la que estoy, tampoco me puedo quejar mucho.
Ya no sé cuánto tiempo he estado llorando, no lo sé, pero ya no me quedan lágrimas. Cada vez siento que la habitación se vuelve más y más pequeña, nunca he sido afán de los lugares cerrados y pequeños y menos permanecer sola. Odio estar así… no quiero sentirme así.
Tiemblo cada vez que escucho un ruido, pienso que va a aparecer en cualquier momento el chico que me agredió, siento que es capaz de hacer todo, incluso de violarme y eso me hace sentir pavor, terror…
No hago nada más que pensar en él, en Marco. En qué estará haciendo ahora, a cada momento, en cómo se sentirá, cómo le irán las cosas, en si me seguirá queriendo o si pensará en mí tanto como yo en él. Le amo tanto… Que no hago más que revivir una y otra vez los momentos que hemos vivido, sobre todo aquellos más especiales cuando solo teníamos 15 años.
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Tira de mi mano con fuerza y yo le sigo como puedo sin saber a dónde me lleva. El sol se está escondiendo, se va a hacer tarde.
¿A dónde me llevas Marco? – le pregunto curiosa mientras andamos.
Ya lo verás – me dice girándose para mirarme – te va a encantar – termina de decir mientras se ríe.
Yo sonrío al verle así de feliz, pocas veces lo veo así, menos desde que su madre se encuentra en el hospital. Yo intento que siempre sonría, que desconecte un poco. Así que cualquier cosa que le haga verse así, me contagia.
Llegamos a la playa y nos adentramos en ella, poco a poco me va guiando hasta que nos topamos con una pequeña playa entre dos montañas rocosas, ajena a cualquiera, escondida, secreta.
Vaya… - suelto de repente al ver esta imagen – es precioso – le digo mirándole - ¿Cómo lo has encontrado? – pregunto ya que nunca me había dado cuenta de este lugar.
Hace un par de días mientras caminaba por la playa – me dice mirándome – me alegro que te guste – vuelve a decirme mientras me acaricia la mejilla y yo me ruborizo.
Me encanta – respondo en un susurro mientras le miro algo avergonzada.
Había pensado en que podíamos pasar aquí un rato mientras vemos ponerse el sol – me dice – ¿qué te parece? – me pregunta caminando hasta una roca y de ella saca una toalla grande.
Me parece una idea genial – respondo mientras me acerco hasta él.
Marco extiende la toalla en la arena y nos sentamos en ella mirando al mar. Apoyo mi cabeza en su hombro y el coloca su mano encima de mi rodilla. Me acaricia despacio mientras sonríe mirando al horizonte. Marco se separa y me mira, me guiña un ojo y se coloca para tumbarse, colocando su cabeza en mi regazo. Acaricio su pelo lentamente, como sé que a él le gusta.
¿Qué pasa? – pregunto al verle inquieto.
Nada, solo estoy pensando – me responde mirándome.
Sabes que puedes contármelo ¿no? – le digo para que lo recuerde.
Lo sé – me responde mientras se incorpora y me mira fijamente – yo… no sé qué es lo que me pasa María, no lo sé… - intenta explicarse.
No entiendo que quieres decirme – le digo mientras acaricio su mejilla.
Yo solo… - intenta decirme mirándome a los ojos – ¡A la mierda! – exclama.
Le miro sin entender nada, pensando en lo qué me quiere decir pero sus labios sobre los míos me descentran, pensando únicamente en él y en sus labios. Mis manos viajan hasta su nuca mientras su mano en mi cintura me atrae hasta él. Marco profundiza el beso y consigue que me siente encima de sus piernas.
Marco…- digo como puedo al separarnos mientras intento regular la respiración.
Sólo sé que necesitaba esto – me dice mirándome fijamente.
Se vuelve a acercar a mí y me besa con delicadeza para después profundizar, haciendo que todo mi cuerpo arda de repente. Nunca había sentido esto, nunca había sentido tanta necesidad por nadie. Marco acaricia mi espalda hasta que cuela sus manos por debajo de mi camiseta, haciéndome erizar la piel con cada caricia. Sus besos bajan hasta mi cuello y sin poder evitarlo gimo, poniéndome colorada por la vergüenza.
Nos separamos y me mira sonriendo para después coger el bajo de mi camiseta y alzarlo por mi cabeza, dejando la camiseta en algún lugar de la arena. Marco me sigue tocando y besando por zonas en las que nadie más lo había hecho. Meto mis manos por debajo de su camiseta y toco su espalda y su torso mientras dejo mis besos por su mentón y su cuello. Marco gime ante mis acciones y yo tiemblo nerviosa. Nunca jamás habría pensando que esto podría llegar a pasar con él. Al final cansado de todo, Marco se quita la camiseta y me tumba con cuidado en la toalla.