Me sacan arrastras de la habitación y no puedo más que temblar como una hoja, no sé qué es lo que está pasando, no entiendo nada pero el miedo me está congelando la sangre. Todos mis sentidos están alerta pero creo que aun teniendo eso no va a ser suficiente, todo me da muy mala espina.
El sonido de otro disparo resuena por el pasillo, el silencio se hace eco y al cabo de unos instantes vuelve a cundir el pánico. Mi corazón se acelera y mi instinto me hace querer volver a la habitación oscura en la que estaba encerrada. Pero unas manos fuertes me agarran con fuerza y tira de mí para que camine por el largo pasillo. Llegamos a unas escaleras y subimos al piso de arriba.
Si lo de abajo me parecía una locura no se compara con esto, la gente no hacía más que correr de un lado para otro. ¿En dónde se había metido Marina? ¿Por qué había tanta gente aquí? Ni que fuese tan importante para tener a tantas personas para retenerme…
Esto parece una pesadilla, una de la que me quiero despertar, aunque antes también quería, pero ahora… esto me parece demasiado surrealista, pero en el fondo sé que es real, muy real. Y eso es lo peor de todo.
De repente otras manos me agarran y me colocan de frente para que mire, al hacerlo me encuentro de lleno con la cara de Marina. Una cara que no muestra la satisfacción de los días anteriores, sino una completamente diferente. Mis ojos se abren de sorpresa al verla y entonces comprendo que lo que está pasando es algo bastante malo, puede que para mí también, pero me alegro de que para ella también.
- No te veo muy contenta Marina – suelto de repente sin poder evitarlo aunque en cuanto lo he dicho me arrepiento.
- ¡Cállate zorra! – me grita furiosa y me atiza un tortazo en la cara, tan fuerte que consigue tirarme al suelo.
Mis manos viajan a mi mejilla para intentar mitigar el dolor y es en este momento donde me arrepiento de no haber mantenido la boca cerrada. Al estar tan cansada, con tantas pocas fuerzas… cualquier persona que ejerza un poco de fuerza sobre mí se triplica el impacto.
- Nos vamos – me dice Marina cogiéndome del suelo.
Comenzamos a caminar a pesar de que intento retenerla pero mis esfuerzos son nulos, mi fuerza ya no está conmigo. Cruzamos pasillos infinitos, ni me acuerdo cuantos distintos hemos pasado, hasta que al final abre una puerta y pasamos por ella. El sol me da en toda la cara cegándome. Hace casi dos meses que no veo la luz del sol por lo que tardo en acostumbrarme a tanta claridad.
Pero antes de ver algo siento como algo se posa en mi espalda baja provocándome que me ponga tensa y se me corte la respiración.
- Si yo caigo – me dice Marina – tú caes conmigo – me sigue diciendo y aprieta más la pistola contra mi cuerpo.
Mis ojos siguen cerrados, la luz no me permite ver, me molesta bastante y en cuanto oigo sus palabras lo único que quiero hacer es mantenerlos cerrados, para no ver lo que sé que está pasando.
Hay tantas cosas que habría gustado poder hacer… tantas cosas… Y muchas de ellas poderlas hacer con él, con Marco. Con ese chico que tan solo siendo un niño me hizo sentir la persona más especial de mundo y, que a pesar, de ser un cabezón y un poco idiota a la hora de tomar decisiones, supe que él me haría la persona más feliz para el resto de mi vida. Siento tanto no poder compartir con él tantos planes, tantas cosas…
Sólo espero que encuentre a alguien que le haga feliz, que sepa quererle y que le cuide cuando yo ya no esté.
Pero sobre todo… Hay una cosa por encima de todo que me habría encantado poder vivir. Y es ver crecer a este bebé. Ver sus ojitos por primera vez, el momento en el que Marco y él se conociesen, su primera palabra, sus primeros pasos, el primer día del cole… Habría tantas cosas que compartir… tantos momentos especiales que vivir…
Pero ahora sé que eso no va a ocurrir, porque de lo que estoy segura, es de las palabras de Marina. Si ella muere, yo también. Se encargara de ello, aunque sea en su último aliento. No dejará que seamos felices, que estemos juntos. No lo hará, la conozco demasiado bien, más de lo que a mí me gustaría.
- ¿Sabes una cosa Marina? – le digo aún con los ojos cerrados.
- ¡Cállate! – me dice borde mientras presiona más la pistola contra mi espalda.
- A pesar de todo lo que me has hecho… me das pena, me da pena saber que nadie te va a querer tanto como me quieren a mí. A mí me recordaran con amor y a ti, en cambio, te odiaran por el resto de sus vidas – termino de decirle quedándome más tranquila.
Entonces es el momento en el que decido abrir los ojos y alzar la mirada. Poco a poco se va aclarando mi visión y mis ojos se abren como platos. Ante mí se encuentra una gran cantidad de policías. ¿Habrán venido por mí? ¿O estarán aquí por otro motivo diferente?
Pero pronto salgo de mis dudas.
- ¡NOOOOOOO! – grita la voz de un hombre.
Mis ojos se aguan porque creo reconocer esa voz, en cualquier parte lo haría y cuando entra en mi campo de visión comienzo a llorar desconsoladamente.
A lo lejos está Marco, sorprendido, asustado, frustrado… Está con los puños cerrados, se siente impotente. Y a pesar de verle así, a pesar de la situación en la que me encuentro, sonrío.