Cierro mis manos formando puños, mi respiración se acelera a pesar de que intento permanecer tranquilo. Pero la impotencia y la rabia me pueden. No puedo, no puedo. Todo esto me supera.
Mi mirada la recorre de arriba a abajo, poniéndome enfermo solo de verla en ese estado. No quiero imaginarme por todo lo que ha pasado, no quiero, porque si lo hago sé que me voy a liar a hostias con alguno de ellos por todo lo que la han hecho.
Si pudiera… si pudiera me cambiaría por ella ahora mismo, no me importa nada, solo quiero que ella salga de allí, salga y este a salvo, segura. No me importa no verla más si sé que va a estar a salvo. Porque todo esto es mi culpa, mi culpa y de nadie más.
Sigo mirando a María, observando con detalle todo lo que está pasando, pero al final mi mirada se centra en ella, en su cuerpo, pero sobre todo en su tripa, esa tripita abultada que alberga a mi hijo o a mi hija. Ojalá esté bien, que los dos estén bien. Y es que si te paras a pensar ya son casi tres meses y se empieza a notar.
Todo va a salir bien – me dice mi hermano mientras me sostiene por los hombros por si quiero cometer alguna locura.
¿Has visto como está? – pregunto cómo puedo sin apartar mi mirada de ella.
Lo sé Marco, pero irá bien, ya verás, tengamos fe – me dice dándome una palmada en la espalda.
Me preocupan – le digo al mirarle y observo que él también está como yo – está muy delgada y si les perjudica a los dos… si les pasa algo me muero Igor, me muero – le digo rompiéndome a llorar mientras le abrazo.
Todo irá bien – es lo único que es capaz de decirme, intentando convencerse y convencerme a mí.
Veo como Marina apunta a María a la cabeza y doy pasos hacia adelante mientras los chicos intentan pararme.
¿Qué es lo que quiere? – pregunto al inspector Fernández.
Te quiere a ti – me responde serio.
Está bien – le digo seguro.
No – dice Sergio – eso es lo que quiere, teneros a los dos. Tiene que haber otra solución – intenta convencerme.
No, no la hay – le digo seguro conociendo a Marina – Dila a Marina que iré hasta a ella – le digo al inspector Fernández – Pero con una condición – recalco.
¿Cuál? – me pregunta el inspector.
Iré a cambio de que suelte a María, haremos un intercambio, a quien quiere realmente es a mí, no a ella – digo seguro de mí mismo.
¿Qué? ¡No! – grita mi hermano – No vas a entregarte Marco, no te dejaré – me dice mirándome a los ojos asustado.
Voy a hacerlo Igor – le digo seguro – Es la mujer de mi vida Igor, es mi vida entera, es María, es María y mi hijo. Daría mi vida por ellos – sentencio.
Igor asiente sin estar muy convencido pero saber que no voy a cambiar de idea. El inspector se va para poder llevar a cabo el intercambio y a mí me llevan frente a un coche, dónde me ponen deprisa un chaleco antibalas debajo de la camiseta que llevo puesta. Me dicen un millón de cosas pero lo cierto es que no hago caso de ninguna, solo pienso en María, que después de tanto tiempo la tengo a unos pasos de mí.
Y sin darme cuenta estoy caminando en dirección a ellas, con el corazón partido en dos porque posiblemente sea la última vez que no la vea, pero sé que hago lo correcto, que ella estará bien y que mi hijo nacerá sano y salvo.
Nuestras miradas conectan, su mirada está confusa pero a la vez siento que está alegre por verme, pero su expresión cambia al fijarse más en mí. Es entonces cuando sabe que algo no va bien y mis lágrimas comienzan a salir. La diría tantas cosas, tantas… que ahora mismo no sabría por dónde empezar.
De repente veo como alguien aparece por detrás de Marina y le da un golpe. Esta se da cuenta de lo que está pasando y forcejea llevándose con ella también a María. Lo siguiente que ocurre no me deja ver bien quién es quién, pero al final se oye un disparo.
¡NOOOOOOOOO! – grito con fuerza mientras corro hasta María.
Por favor, por favor, que no haya sido a ella, que esté bien, por favor, por favor.
Llego hasta los cuerpos que hay tendidos en el suelo y veo como el policía que apareció por detrás se mueve, intuyendo que está bien. Me arrodillo y aparto el cuerpo de Marina como puedo mientras busco a María que se encuentra debajo.
Al verla respiro con fuerza al ver que tiene los ojos abiertos y recorriendo por su cara unas lágrimas. La agarro con cuidado de los brazos para levantarla del suelo. Le limpio las lágrimas como puedo ya que mi visión está nublada por mis lágrimas. La miro de arriba a abajo para cerciorarme de que está bien y compruebo que está bien, que no hay ningún rastro de sangre.
Así que como puedo, ya que estoy temblando, la atraigo hasta mi cuerpo y la abrazo con fuerza mientras los dos lloramos desconsolados. No puedo creerme que esté entre mis brazos, he soñado tanto con este momento…
Acaricio su pelo y su espalda para intentar calmarla, pero no puedo, no deja de llorar. Ojalá poder quitarla todo ese sufrimiento.