Amor Eterno #3 - Incendios

Capítulo 19 - MI VIDA ENTERA

Mi hermano conduce todo lo rápido que puede y que el límite de seguridad se lo permite, no queremos que nos detenga ahora la policía, aunque si me llega a casa una multa por exceso de velocidad me daría realmente igual si llego a tiempo para ver nacer a mi hijo.

Al llegar, Igor ni si quiera aparca de manera correcta. No dejo ni que apague el motor cuando ya he salido del coche. Corro lo más rápido que puedo hasta la entrada del edificio y busco la recepción.

  • ¿Por dónde voy al paritorio? – pregunto con rapidez y algo nervioso.
  • En la planta menos 2 puedes coger el ascensor a la mano derecha y después… - me sigue diciendo pero yo ya no quiero oír nada más.
  • Gracias – le digo a la chica de la recepción mientras salgo corriendo hacia el ascensor.

El tiempo en el ascensor se me hace eterno, al abrirse las puertas salgo corriendo, mirando a cada pasillo que me encontraba por si veía a alguien conocido. De repente en uno de los pasillos, veo a los padres de María alrededor de alguien. No me lo pienso dos veces y corro lo más rápido que puedo. Al ir acercándome me doy cuenta que están alrededor de una camilla.

Todos los presentes se giran para mirarme y Sara me sonríe. Llego hasta la camilla y me inclino hasta ver a María.

  • Lo siento mucho, ya estoy aquí mi amor – le digo apresurado y algo asustado – Ya estoy – sigo diciendo y veo como se gira para verme y su expresión se alivia al verme.

Veo como me mira y sé que ha descubierto que estoy completamente aterrado, que la situación me asusta, que solo quiero que todo salga bien y que no les pase nada a ninguno de los dos.

Mis ojos se iluminan de emoción y la sonrío, llevamos mucho tiempo esperando este momento. María me sonríe pero veo una mueca en su cara y sé que le duele.

Siento que Sara se aparta y no dudo ni un instante en ocupar su posición, agarro con fuerza su mano para después acariciar su pelo y quitarle el sudor de la frente. No lo está pasando muy bien.

  • ¿Estás bien amor? ¿Todo está bien? – le pregunto aunque sé que le duele pero necesito saber que el bebé está bien.
  • Va todo bien pero las contracciones me duelen mucho, quiero que esto acabe ya – me dice a la par de que se refleja una contracción en su cara.

Ojalá pudiera quitarle todo ese dolor, ojalá ocupar su posición y pasar por todo esto yo y no ella.

Seguimos en camino y llegamos a la sala de paritorio y allí me tienden la ropa adecuada para poder entrar a la sala y no contaminar nada. Al terminar de vestirme vuelvo junto a mi chica y sostengo su mano con firmeza.

  • Todo va a salir bien – le digo intentando transmitirle seguridad – no voy a soltar tu mano, estamos juntos en esto – termino de decir para que le quede claro que voy a estar junto a ella, que no me voy a ir a ninguna parte.
  • Te quiero – me dice mirándome a los ojos.

Sonrío como un bobo y me acerco hasta su altura, le acaricio su mejilla y su pelo. Me deleito en sus ojos, en su boca, en todo.

  • Yo también te quiero amor – le respondo sonriendo.

Me acerco aun más a ella y la beso en los labios demostrándole todo el amor que siento por ella. Al separarnos los médicos preparan a María y la colocan para comenzar con el parto.

  • Muy bien María – dice el doctor dirigiéndose a María – Ha llegado el momento, ¿estás preparada? – le pregunta.

Yo sigo mirando al médico absorto en mis pensamientos. Esto va a ocurrir, va a ocurrir, el momento ha llegado y en nada voy a tener al pequeñín entre mis brazos.

Siento una mirada en mí y miro a María que me observa fijamente, le sonrío para darle ánimos y aprieto su mano.

  • Estamos listos para conocer a nuestro hijo – habla María dirigiéndose al médico.

El médico sonríe y María se prepara para empujar.

 

Pasada media hora, oigo el llanto de mi hijo, de nuestro hijo. Observo cómo lo envuelven en una manta y lo depositan sobre el pecho de María. No puedo evitar llorar, la emoción me invade, es tan pequeño… y tan nuestro, de los dos, fruto de nuestro amor.

Acabo de ser padre, PADRE, quién me lo iba a decir. Nunca jamás pensé que fuera a ser tan pronto y tengo miles de preguntas, si lo haré bien, si seré un buen padre… Pero es verle en brazos de su madre y todas las dudas se me disipan. Seré un buen padre porque tendré junto a mí a la mejor madre del mundo.

Me inclino sobre María y el bebé para poder verle mejor, poder contemplar esa carita tan serena. Es perfecto.

  • Es precioso – le digo como puedo emocionado – gracias y mil veces gracias – le digo mirándola a ella ahora.
  • ¿Por qué? – me pregunta sin entender nada.
  • Porque me has dado el regalo más maravilloso del mundo, nuestro hijo – le digo emocionado sin poder creerme que esto haya ocurrido ya.
  • Te quiero – me dice emocionada.

Me acerco hasta ella y la beso con dulzura, después dejo un suave beso sobre la cabeza de nuestro hijo y me quedo embelesado mirándole.

  • ¿Cómo vamos a llamar a este pequeñín? – nos pregunta el médico.




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