Amor Eterno

Capitulo 6º Mi vida sin ti….

Horas más tarde...

Sonó el teléfono de Sofí, que estaba paseando por Florencia, cercana al museo, sumergida en sus pensamientos. La entrevista había salido mejor de lo que ella esperaba.

—¡Hola, Sofí Bianchi! ¡Por favor! Le llamo del hospital, acaban de ingresar a un familiar suyo —dice la enfermera.

—¡Sí soy yo! Es mi abuela Paola que ha sucedido... —¿En qué hospital se encuentra? —dice Sofí.

—No le puedo dar más información, está en el hospital San Giovanni di Dio, en Florencia —dice la enfermera.

—Llego en un momento —dice Sofí.

Sofí colgó el teléfono de golpe, sin despedirse de la enfermera; al cabo de unos minutos llegó al hospital.

—Hola, acaban de ingresar a mi abuela, Paola Caruso Mancini, ¿dónde está? —¿Cómo se encuentra? —dice Sofí.

—¡Si la acaban de ingresar! —Tiene que esperar en la sala, hasta que la llame el médico —contestó la enfermera.

Sofí se encontraba muy nerviosa y llamó por teléfono a Estefan para contarle lo de su abuela.

—No te preocupes, seguro que se encuentra bien. Ahora mismo salgo para la estación. Tranquila, amore, te amo —dice Estefan.

—Gracias, cariño, me haces falta. Chao —dice Sofí.

Salió el médico para informarle a Sofí.

—Tu abuela se encuentra bien, tiene una conmoción cerebral, no es grave, permanecerá esta noche en observación… Es lo mejor, también la paciente es mayor y puede que la recuperación sea algo más lenta —dice el médico.

—Muchas gracias, doctor, ¿puedo pasar a verla? —dice Sofí.

—Se encuentra dormida por los calmantes, pero sí puedes pasar.

Sofí subió a ver a su abuela; ahí, tumbada en la cama, se veía tan indefensa y tan frágil. La cogió con su pequeña mano y se la llevó al pecho. Unas lágrimas cayeron por sus mejillas y unos pensamientos inundaron su mente...

No se podía imaginar la vida sin su abuela; la quería como si fuera su madre, pues Paola la había criado, y gracias a ella había podido estudiar. Sus padres se divorciaron y cada uno tiró para un lado, sin importarle y preocuparse de ella para nada, haciendo sus vidas.

Sofí quería a su abuela con locura, pero nunca se lo decía, dando por hecho que su abuela lo sabía. En estos momentos se le venían tantas cosas a la cabeza... Que le tenía que haber dicho y hecho, que juro que, si su abuela se ponía bien, cambiaría y le diría lo mucho que la quiere y necesita, y lo importante que es para ella, y que sin ella la vida no tiene el mismo sentido...

Sofí se quedó en la habitación, hasta que llegó la noche, observando a su abuela… Entró una enfermera.

—¡Señorita, no se puede quedar aquí! —Se tiene que ir, no se preocupe por ella, estará bien aquí —dice la enfermera.

—Está bien —contestó con la mirada perdida.

Sofí se subió en el coche, pensó qué tenía que hacer; no quería separarse mucho de su abuela, y decidió ponerse en la parte de atrás del coche y tumbarse a descansar.

A las cuatro de la madrugada sonó el teléfono, y Sofí se despertó bruscamente; estaba soñando...

—¡Hola, amore! Te desperté. ¡Perdona, acabo de llegar! —¿Dónde estás? —dice Estefan.

—¡Hola, amor! No pasa nada, estaba teniendo un sueño horrible.

—Estoy en el aparcamiento del hospital.

—Ok, ¿dónde estás? Amore.

—Hospital San Giovanni di Dio en Florencia —contestó Sofí.

—¡Vale, amore! —Voy a coger un taxi, estoy ahí en poco tiempo. Chao, amore —dice Estefan.

—Vale, Estefan —contestó Sofí.

Él la encontraba como sin fuerzas, posiblemente por el agotamiento físico, y lo de su abuela; había sido un día muy agotador con demasiadas emociones, se dijo para sí mismo...

Al llegar al aparcamiento, enseguida vio el coche, se acercó a él. Sofí estaba sentada en la parte trasera; dio unos suaves golpecitos en el cristal.

Sofí abrió la puerta del coche; tenía los ojos colorados de llorar. Estefan se subió en el coche.

—¡Qué es lo que pasa! ¿Cómo se encuentra tu abuela? Llevas llorando mucho tiempo, ¡mira cómo tienes los ojitos! Amor.

—¡El doctor dijo! Que se encontraba bien, pero que su recuperación podía costar más tiempo, al ser mayor, que esta noche se quedaría en observación... Y mañana ya veremos —contestó Sofí.

—Bueno, amor, eso es bueno, tu abuela se encuentra bien, eso es lo más importante. No querrás que mañana tu abuela te vea así, ¿no...? —¡Anda, ven aquí! —mi pequeña rosa.

Estefan la rodeó con sus brazos, trayéndola hacia él, le susurró al oído...

—Nada va a pasar mientras yo esté aquí, no lo permitiré, y tampoco que sufras, eso te lo prometo, amore —dice Estefan.

Sofí lo miró; en su cara se podía ver una pequeña sonrisa. Sus palabras la habían apaciguado un poco el alma. Apoyó su cabeza en el hombro de Estefan y, sin darse cuenta, se quedó dormida.

Estefan se quitó con mucho cuidado la chaqueta y la echó sobre ella para arroparla un poco.

Se quedó mirándola y pensando en lo enamorado de ella que estaba; todo había pasado sin darse cuenta y sin buscarlo, así es el amor, se dijo...

Después de todo no estamos tan lejos... Tú y yo vemos la misma luna, amor.




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