Al llegar a Colombia y encontrarme con mi tía Madelyn, nunca imaginé los giros que tomaría mi vida, en un corto periodo.
Este viaje, planeado principalmente como una visita familiar, pronto se convirtió en una aventura profesional.
Cuando Madelyn, me presentó a su jefa, quien, bajo circunstancias inesperadas, me asignó la tarea de resolver unos complicados problemas contables.
Enfrentándome a este reto, descubrí discrepancias, que eran evidencia de una gestión financiera inadecuada.
—Esa cantidad, que se había perdido, era para pagarle el sueldo a los trabajadores.
Mencioné analizando la situación.
—No sé quién puede ser esa persona.
—La jefa se preocupó por lo que estaba pasando, no podía creer que alguien había tomado esa cantidad de dinero.
Minutos después llegó mi tía con nuestro almuerzo: arroz con pollo y unas papitas fritas, salsa de tomate, y jugo de naranja. Para Amanda, una rica sopa con arroz.
Terminé de comer y continué trabajando, para entregarle la información más detallada a la jefa, explicarle la situación y los procedimientos a seguir.
En ese momento entró un empleado que mostraba una actitud sospechosa; me hizo suponer que era él.
No dije nada, ya que eran solo mis sospechas, y sin fundamentos, no podía mencionarle nada a la Sra. Amanda, no sin antes tener una prueba contundente.
Salí de la oficina, para tomar un poco de aire, aprovechando que la jefa se quedó conversando con su empleado. Tampoco quería que tuviera una mala impresión de mí por estar escuchando lo que ellos hablaban.
Continué sin decir nada acerca de mi sospecha, no quería causar problemas, no obstante me preocupaba que pudieran culpar a mi tía. Debía de dar una solución, ya que saben que es mi área y soy buena en ello.
Mi tía me pidió que le asistiera como ayudante en la cocina, ella no podía hacerlo todo sola, tomen un delantal y me dirigí a ayudarla a preparar la comida, que venderíamos en el restaurante; mientras preparamos la hacíamos, algunos clientes comenzaron a llegar, por lo tanto, salí para poder atender su orden.
Llegué hasta la mesa de un joven que acababa de entrar.
—Hola, ¿qué vas a ordenar?
—¿Qué tal?… —saludó— Sandra, ¿verdad?
Su voz sonó de manera tan vibrante que me hizo estremecer. Una sonrisa se dibujó en mi rostro.
—No, lo siento, soy Andrea —Estiré mi mano presentándome—. Esto apuntó a la placa… Pertenece a alguien más.
—Oh, lo siento, un placer, Andrea. Sostuvo mi mano. Soy Carlos Santiago, pero puedes llamarme solo Carlos.
Su sonrisa volvió a hacer cosquillas en mi estómago.
Muy bien, Carlos, ¿qué vas a ordenar? Preparé mi cuadernillo y la pluma para apuntar.
—Déjame ver, cómo tomó la cartilla—, una ensalada de frutas y un café.
Sonreí y me dispuse a ir por su orden. Arranqué la hoja y la dejé en la ventanilla para que mi tía la pudiera revisar. En cuanto estuvo preparada, llevé el pedido hasta la mesa de Carlos.
—¡Tienes buen provecho!
—Gracias. Oye, espera, me gustaría verte más seguido.
—Por supuesto —me sonrojé, sentí que fue un poco atrevido al sugerirme aquello—, es probable que si vienes continuamos, nos veamos por aquí.
—Quizá podríamos vernos en otro lugar.
—De acuerdo, quizá podamos después del trabajo. —Solo logré decir eso, mis nervios me estaban matando.
Me di la vuelta para continuar, y en ese momento el empleado de Madelyn salió y me miró por un largo instante. Yo, esquive su mirada e intenté no mirarle más, dirigiendo mi mirada de nuevo hacia Carlos Santiago, que me devolvió la mirada extrañada.
—¿Todo está bien? —preguntó y miró al tipo que seguía con su mirada clavada en mí—. ¿Lo conoces?
—No. —le respondí un poco inquieta.
—Parece que te odia.
—No lo conozco y mucho menos sé por qué me mira de esa manera. Es mi primer día como ayudante de cocina.
—¿Cómo cocinera? ¿Y cómo es que me estás atendiendo si no eres la camarera?
—Solo quise ayudar un poco, no deseaba ser descortés, dejando en espera a todas estas personas.
—Bueno, creo que deberás hacer algo con ese tipo que te está mirando con odio.
—Andrea, ¿puedes ayudarme de nuevo con esto? —Madelyn me llamó,,, asomando solo su cabeza por la puerta.
—Lo siento —me disculpé con Carlos—, no puedo continuar conversando, debo irme o me llamarán la atención en mi primer día.
—Por supuesto, y no queremos eso. Sonrió.
—Claro.
Se levantó inmediatamente después de darme la vuelta, y pagó la cuenta.
Los días pasaban y Carlos Santiago, venía con frecuencia, pero no quería involucrarme más, él al parecer seguía sin reconocerme, fui muy buen actuando que no lo conocía, pero lo reconocí en cuanto lo mire aquella vez, cuando por primera vez le ayudé a mi tía. No obstante, después del trabajo, en ocasiones, me gustaba charlar con él.
Las cuentas de la cocina seguían faltando, así que le sugerí a mi tía que pidiera un préstamo al banco. Todo el dinero que siempre le hacía falta, era justo el que debía pagar a su empleado. Le recomendé que, en cuanto el restaurante estuviera en mejor condición, podría pagar el préstamo.
Y así, podría cubrir el sueldo de los empleados y cubrir el préstamo del banco.
Amanda estaba dispuesta a seguir mis instrucciones, pedir el préstamo al banco, pagar las deudas, y mencionó que debía convocar una reunión para informar que sería la nueva administradora y ayudante de cocina
Ella me agradeció por la ayuda, por encontrar la solución. A cambio de las sugerencias que ella había recibido para tener las cuentas, al día, me dio empleo, pidió que me quedara trabajando junto con mi tía Madelyn, podía ayudarla con la cocina y me quedé fija.
Me pidió también enseñarle a llevar a la administración, por haberle aclarado todo el resumen financiero.
Era una oportunidad, y no la desperdiciaría. Cualquier trabajo era mejor que nada, acepté ser la ayudante de cocina de la planta. Necesitan el dinero, y ahora más que nunca, pues estaba embarazada. Y si un bebé requiere de muchas cosas, los gastos para un bebé son demasiados.