El oso enfurecido por el intruso en sus dominios arrebata salvajemente contra Vlard, pero él es más rápido esquivando con sutileza su ferocidad.
- Sí que eres malvado, pero yo no soy una presa. Yo soy el cazador.
Vlard empuja su espada y comienza una feroz batalla que le cuesta unos cuantos rasguños y golpes, pero al final de la noche da fin a su oponente. Sintiéndose victorioso le corta la cabeza de una sola blandida.
- Ahora si ya ni hay nada que me detenga.
Vlard camina algo lento hasta llegar a la laguna y comienza a lavar sus heridas con total calma, las criaturas asustadas lo observan a la distancia mientras él se despoja de todas sus prendas para sumergirse por completo en sus profundidades.

Al salir puede ver el reflejo de la luna a su alrededor marcando por completo su silueta.
- Que raro la luna todavía no está llena, pero aquí si se aprecia bien su esplendor, mi cuerpo se siente tan cansado. Nunca pensé sentir esto, desde que tengo uso de razón no recuerdo algún día sentir pesar o cansancio. El viejo ese solía decir que era extraordinario, pero supongo que conforme pase el tiempo mi cuerpo reaccionará de manera negativa a él.
Mientras cierro los ojos y descanso puedo sentir los ruidos de la naturaleza acompañada de la sutil melodía que crea el viento y los árboles haciendo que tenga sueño.
La mañana llega con fuerte rayos de sol que iluminan todo el páramo y sus secretos, Vlard se ve debajo de un gran árbol junto a la cabeza del oso sin poder recordar nada de lo ocurrido.
- Acaso me arrastré hasta este lugar o fuiste tú mi querida sombra quien me hizo el favor de no ahorcarme.
La yegua relincha mientras lo ayuda a levantarse.
- Eres la mejor del mundo preciosa, si fueras una mujer te haría mi esposa sin dudarlo. No pienso desperdiciar está increíble piel, ya me veo usándola como capa para presumir mi grandeza.
Mientras Vlard realizaba todo el trabajo en el castillo Ayla era finamente arreglada para comenzar su día. Cada mañana se levantaba al alba para rezar con fervor por todas las personas del reino, luego de 3 largas horas arrodillada se bañaba bajo una cascada con agua helada para limpiar todas sus impurezas humanas por al menos una hora más. Después era llevada de regreso a su habitación para comenzar a vestirse y peinarse para así por fin poder desayunar.
Esa era su rutina diaria y no podía negarse a hacerla por más que quieres, no importaba cuanto dolor o cansancio sintiera su cuerpo. Ella lo resistía pensado en su gente que padecía de las desgracias y hambruna debido a la guerra.
- Buenos días sus majestades.
- Ayla querida. ¿Ya acabaste con tus deberes?
- Por supuesto que sí.
- Debes de tener hambre así que aliméntate bien, te tengo buenas noticias puede que está tarde ya tengas a tu escolta personal para comenzar la labor en los campos.
- Eso suena bien ya quiero ir a ayudar de manera personal a mi gente.
- Esa es mi hija.
Por fin voy a poder salir de este lugar, ya quiero ver que hay más allá de las murallas, quiero conocer a mi pueblo por el cual he aguantado tanto y ayudarlos como se debe.
- Princesa ya está casi todo listo para tu debut. ¿Nerviosa?
- No, mi reina. Estoy tranquila y el vestido que me ha regalado es precioso.
- Me alegra saberlo.
Mientras la tarde pasaba más rápido que lo habitual los sirvientes que atendían el jardín logran ver a la distancia llegar un gran bulto. Uno de ellos corre hasta encontrar al rey e informarle temiendo que sea un enemigo.
- Ya veo, esperen mi señal puede que sea el paladín.
- Mi rey crees que ese joven de verdad cumpliera su palabra en el tiempo acordado.
- Si lo hizo tenga todo mi respeto además de una gran recompensa por su valor.
El caballo da un fuerte relincho antes de que Vlard baje de él con la cabeza del oso en mano y envuelto en su piel.
- Estoy de regreso mi rey y aquí le entrego mi valía.
- No lo puedo creer juraba que eras un ogro llegando a mí cuando te vi tan imponente.
- He cumplido mi rey.
- Las sirvientas te mostrarán tus aposentos donde podrás descansar, bañarte y comer cuando desees. En dos días es el debut de la princesa Ayla y frente a todo mi pueblo te daré tu recompensa, aprovecha y descansa mi fiel paladín.
- Agradezco su generosidad.
Mientras Vlard es llevado a su cuarto ve de reojo a una joven que danza en los jardines y por alguna razón no puede dejar de verla hasta que la puerta se cierra.
Su curiosidad era tanta que siguió observando por la ventana a la bella dama que se movía con sutileza entre los grandes rosedales del palacio.
- Paladín puede pedirme lo que sea que necesite, yo estaré a sus órdenes.
- Gracias, me gustaría algo de comer.
- Ya está preparado el baño con agua caliente y si quiere en lo que llega la comida yo lo ayudo a desvestirse.
Otra vez, por alguna razón las mujeres siempre sienten interés en mí, pero por otra razón más extraña yo no lo siento de la misma manera.
- Estoy bien.
- Tal vez pueda volver más tarde para hacer de su noche algo especial.
La mujer sale deseando que la noche llegue rápido mientras Vlard no se despega de la ventana.
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Editado: 22.08.2025