Amor eterno.

Una niñera.

Los días pasaron rápido y la gran noche por fin llegó, toda la alta clase estaba presente esperando ver a la joven sacerdotisa que traería el final de su sufrimiento, en un rincón Vlard esperaba impaciente que se le diera su título de general ignorando todo lo demás.

Los últimos dos días habían sido un suplicio escapando de las criadas que no perdían ninguna oportunidad para insinuarse y ya estaba ansioso por conocer el campo de batalla.

En una oportunidad al verse rodeado de las damas a las cuales no podía faltarle el respeto escapó a un cuarto no muy lejano del banquete, al abrir la puerta pudo ver a la joven que bailaba días atrás en el jardín.

- Lo lamentó yo no sabía que había alguien aquí. - Por alguna razón me puse muy nervioso al ver sus ojos reflejados en los míos.

- Está bien. ¿Usted también está escapando de la fiesta?

- Algo así, me alegra ver que no soy el único.

- Ja ja Es demasiada presión el sentir todas esas miradas sobre uno. Vine aquí para tranquilizar mis nervios, desgraciadamente ya llegó la hora de salir.

- No vaya si se siente incómoda señorita.

- Que amable, pero uno no puede escapar de su destino y el mío se revelará hoy no importa cuanto me intente ocultar.

La veo dirigirse a una puerta secreta y no puedo evitar sujetarla. - ¿Te volveré a ver?

- De seguro eso pasará antes de lo que piensa. Que disfrute de la velada, caballero.

Ella se va y al mismo tiempo la puerta suena casi como esperando el momento oportuno para no interrumpir nuestro fugaz encuentro.

- Disculpe paladín, pero el rey requiere su presencia.

- Ahora mismo voy.

Pensé que nadie me había visto, pero claro esto es el castillo y aquí hay ojos por doquier controlando todo. Acomodo mi traje y salgo para volver a ser rodeado de esas personas, a lo lejos puedo ver al rey junto a su reina levantar una copa en mi honor.

- Mi querido pueblo hoy es una noche para celebrar y no solo que la princesa ha cumplido su mayoría de edad lista para unirse al ejército y ayudar a su nación sino que también porque hoy es el principio de una nueva era para todos nosotros. Ahora lea voy a presentar al mejor paladín que el cielo nos ha mandado. El joven paladín Vlard por favor suba a mi lado.

La muchedumbre me abre espacio para poder caminar hasta donde está el rey, por fin va a pasar.

- Arrodíllate ante tu rey.

Sin más lo hago y siento la espada en mis hombros dando la bendición por la que tanto he soñado.

- Con esto no solo te nombró el mejor espadachín sir Vlard, sino que también te otorgó el gran honor de ser el escolta de tu princesa, la gran sacerdotisa entregada por los cielos para acabar con el mal.

- ¿Qué?. - Levanto mi mirada confundido y la veo llegar a ella, la misma mujer de hace poco, con un elegante gesto extiende su falda y me da una pequeña reverencia.

- Es un placer para mí que el mejor paladín sea mi custodio personal en esta nueva aventura.

Que está pasando aquí, no entiendo nada... Se suponía que sería nombrado capitán del ejército, no una niñera para la pequeña princesa.

- Mi pueblo ante ustedes la princesa Ayla, gran sacerdotisa y futura esposa del emperador dragón.

Los aplausos comienzan a escucharse mientras yo pierdo el sentido, estoy enojado, muy enojado. Pero si explotó aquí perderé la cabeza antes de darme cuenta. Creo que mi mirada le deja bien en claro que no estoy de acuerdo con esta decisión y la veo ponerse nerviosa hasta dudando en extenderme su mano para que la bese.

- Buenas noches, joven valiente que ha puesto su vida en juego para demostrar su coraje. Mi nombre es Ayla y espero que nos llevemos bien.

De verdad no quiero hacer eso, no siento la obligación de adorarla, pero a la vez aquí estoy bajo la atenta mirada de todos. Sin más que hacer le beso el dorso de la mano y ella me da una sonrisa tímida.

- Ahora es momento de que comience el baile. Sir Vlard tiene el gran honor de tener la primera pieza junto a su princesa.

Odio tener que hacer esto, prefiero estar en el campo de batalla. - Agradezco tal honor, mi Lady si me lo concede.

- Por supuesto, Sir.

Vamos al centro del salón y básicamente la dejo guiarme. - Yo no sé dé esto así que espero no pasarla y si eso sucede lo lamentó mucho.

- Sé que no te gustó la decisión del rey, no tienes que fingir conmigo al menos. Prometo no causar muchos problemas.

Sus palabras me dejan confundido, ella no actúa como una princesa, mucho menos como la futura esposa del emperador dragón.

- Deja de mirarme así por favor, mira yo tampoco quería esto, pero así son las cosas. Yo tengo una misión que cumplir y ahora tú me vas a tener que ayudar.

- O dejarla morir.

- Que atrevido, ja ja ja aunque tienen lógicas tus palabras crueles.

¿Ella se acaba de reír?. - Porque sonríe princesa.

- Eres la primera persona que me trata como alguien normal y no como una princesa o una diosa, eso me gusta. Me agradas Sir Vlard, ahora déjame guiarte, mírame a los ojos y déjate llevar por la música.

No sé si ella es así porque en su corazón tiene que haber bondad para su pueblo o porque está intentando jugar con mi cabeza, pero no puedo dejar de mirarla.

- ¿Una diosa debe de tener un carácter sumiso y bondadoso sin pedir nada a cambio?

- No lo sé, nunca he conocido a una sacerdotisa o diosa antes. ¿Tú si?

- Jamás conocí a nadie como usted.

- Escapemonos de aquí.

- ¿Cómo?

- Escapamos, yo sé cómo hacerlo sin que nadie nos vea.

Ella toma el mando y antes de que me dé cuenta estamos en los jardines, supongo que no es tan frágil como lo aparenta. Al menos sabe como escapar y eso es un alivio.




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