Nuestro viaje se hizo tranquilo hasta que llegamos al territorio de las bestias, se podía sentir la maldad a pesar de estar a kilómetros de distancia. El olor a sangre mezclado con su repugnante aroma particular invadía todo el territorio.
- Princesa ustedes quédense aquí, yo voy a ir a revisar con un pequeño grupo para saber cuál es su alcance y número exacto.
- Por favor tengan cuidado.
Por alguna razón su mirada de preocupación me dice que tengo que volver de cualquier forma, no puedo dejar que ella se preocupe por alguien como yo. Avanzamos lento, pero seguro, esos desgraciados tienen prácticamente un ejército montando usando las viviendas de los aldeanos y consumiendo sus suministros se están preparando para avanzar en cualquier momento.
- Capitán son más de 300 y los hay de diferentes especies.
- Los más peligrosos son los ogros, los demás no significan nada.
- Nosotros no llegamos a ser 50 y dice que no significan nada. MORIREMOS SI LOS ENFRENTAMOS.
- ¿Le tienes miedo a la muerte soldado?
- Yo...
- Eso debiste pensarlo antes de enlistarte, ahora ya es tarde para cobardías. Yo me encargo de los ogros y ustedes de los demás.
- Hay que llamar a los demás.
- Que solo se queden 7 personas al cuidado de la princesa y no dejen que ella se acerque aunque la tengan que amarrar al carruaje.
- Sí.
De entre todas las personas nos tocó justo el más lunático de todos, pero se ve seguro y nunca a fallado. Ojalá está vez también sea así, no estoy preparado para morir.
- Prepárense para la pelea, princesa usted no puede abandonar el carruaje, son órdenes del capitán.
- ¿Pasa algo malo?
- Hay un gran número de ellos, más de 300 llegamos a contar.
- 300 Esto es suicidio.
- El capitán se enfrentará a los más fuertes, dijo que todo estará bien.
La duda y el miedo se esparcía rápido, lo podía ver en los rostros de mis soldados, pero como juzgarlos. Quien en su sano juicio quisiera morir.
- Princesa por favor mantenga la calma, nosotras la protegeremos.
- Confío en ti Ross así que por favor dame mi espada, yo cuidaré tu espalda y tú cuidaras la mía.
Algo que ni siquiera el capitán sabe es que mis damas de compañía no son simples mujeres, ellas al igual que yo hemos entrenado toda la vida a la par de un hombre y no necesitamos ser cuidadas como frágiles doncellas.
Coloco mis cuchillos en cada pierna y empuño mi espada lista para lo que sea, a la distancia se comienzan a escuchar los gritos al compás de los rugidos de las bestias. La batalla ya comenzó y es cuestión de tiempo en que alguno llegue aquí.
- Mujeres no abandonen el carruaje.
- Ese bastardo tiene tanto miedo que apenas aparezca una bestia correrá abandonándonos.
- Todo saldrá bien. Recuerdas cuando estuvimos en esa cueva por 7 días Ross. Teníamos frío, hambre, no había un solo rayo de sol y estábamos rodeadas de bestias de baja categoría, pero bestias al fin.
- Lo recuerdo, me gané está cicatriz como símbolo de batalla.
- Pensemos que es lo mismo, tu también Juno y Lona.
- Si mi princesa.
Lo único que te puede salvar en una situación peligrosa es mantener la calma, la cabeza fría te ayuda a identificar el peligro y planear mejor una forma de sobrevivir. Yo he sobrevivido tanto tiempo que no me voy a dejar vencer justo aquí. Al fin abandoné el castillo y todavía hay mucho por ver, no caeré, no está noche.
De repente se escucha un gran estruendo y el piso debajo de nosotros se mueve de manera brusca alterando a los caballos.
- ¡PRINCESAAA!
- Ya están aquí. Cuiden a la princesa, chicas.
Veo como ellas rompen en pedazos sus vestidos dejando ver sus perfectas armaduras, una coleta alta deja que su cabello vuele con el viento. ¡Tan hermoso!
Yo no me voy a quedar atrás, un tajo en mi vestido me da la libertad para moverme según mi voluntad y comienzo a pelear sin pedirme.
- No son muchos.
- El capitán junto con los demás caballeros debieron de detener a los demás, estos cobardes querían escapar.
- Avancemos Ross.
- No es prudente, princesa. Mejor ayudemos a estos desgraciados.
No quiero dejar solo al capitán, pero Ross tiene razón, hay que ayudar a los heridos. Comienzo a rezar para poder sanar sus heridas y poco después vemos llegar a los demás.
- Princesa que hace afuera del carruaje.
No puedo evitar correr a sus brazos, la preocupación no me dejaba realizar bien mi trabajo.
- ¿Está herido en alguna parte?
- Yo... Yo estoy bien.
- Que alivio. ¿Los vendió a todos?
- No se preocupe está sangre no es mía. Porque su vestido está roto, acaso estos buenos para nada no la cuidaron como se los ordene.
- Fue mi error, tenía que curarlos. Ahora mismo los voy a ayudar a todos y cada uno de ustedes.
- Perdimos a 15 de nosotros.
- Por eso el rey le ordenó evitar estas situaciones. Debió buscar otro camino más seguro en vez de enfrentarlos Sir.
- No podíamos rodear, acaso no ve que todo es montaña señorita Ross. Eso nos habría llevado meses incluso.
- Su imprudencia mató a sus camaradas.
- Ellos murieron por el deber.
- Ellos murieron por su culpa.
- ¡YA BASTA! Ross no seas insensible en un momento así.
- Princesa este hombre es un insensato con aires de todo poderoso, si lo dejamos hacer su voluntad todos moriremos.
- Él es el capitán, yo lo voy a seguir.
Esta mujer no deja de sorprenderme, como con ese abrazo desesperado o ahora mismo defendiendo mi decisión a pesar de que está odiosa mujer tiene la razón, fui imprudente y eso le costó la vida a mis camaradas.
- Ya he terminado de curar a los heridos. Me permite revisarlo a usted ahora.
- Yo estoy bien. ¿Por qué hizo eso antes? Merezco un castigo por mi imprudencia.
- Primero que nada le voy a quitar esto y voy a ver con mis propios ojos que todo esté bien.
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Editado: 12.08.2025