Amor eterno.

Entre la espada y la pared.

Luego de la ceremonia mi madre se toma la molesta de enseñarle a Brisa su nuevo hogar. Un palacio anexo que compartirá conmigo por el resto de su vida. Aunque cada quien tiene su propia habitación está noche compartiremos la que nos han preparado para ambos.

- Hijo he mandado a traer este vino especialmente para que la noche sea placentera.

- Madre acaso eso contiene drogas.

- Un poco de afrodisíaco del oriente, dicen que es muy bueno y efectivo.

- ¿Desde cuándo comercias con el oriente?

- Desde ahora, ellos tienen tantas cosas exóticas que jamás imaginarias. Ahora hijo mío no me falles y cumple tu deber con tu esposa.

Observo a Brisa sentada en el borde de la cama con su mirada gacha, me acerco a ella y levanto su rostro. - No tenemos que hacer esto si no quieres, podemos tomarlo con calma y conocernos de a poco.

- Eres muy amable tal como decían los rumores. Pero que dira su madre cuando sepa que no pasó nada.

- No te preocupes por eso, yo lo voy a arreglar.

Me levanto para irme cuando siento su mano sugerarme de la camisa y una sensación familiar me invade de repente.

- Quisiera intentarlo por favor.

- ¿No estás cansada?

- Que tal si brindamos por nosotros y dejamos que todo fluya de manera natural.

Ella va hasta la mesa y sirve dos copas de vino, luego se sienta al lado mío y me ofrece la mía en total confianza.

- No creo que sea buena idea.

- Por favor hazlo por mí.

Aunque con dudas bebo todo de una sola vez y ella hace lo mismo, Luego comienza a besarme y en cierta forma sedo ante su insistencia, pero antes de comenzar me detengo de repente. Me siento mareado y ea verdad que hay una erección en mis pantalones. Brisa es hermosa aun así no puedo.

- Perdóname, pero no puedo hacerlo.

- Ya está listo, déjeme ayudarlo.

- Por favor no.

Su mano va directo a mi hombría y con suaves caricias me estimula cada vez más, pero es incapaz de provocar en mí el deseo de hacerla mi mujer.

Desde niño siempre he tenido la habilidad de sanar increíblemente rápido así que no dudo en cortar mi mano y manchar las sábanas con sangre para que todos piensen mañana que el matrimonio se consumó con éxito.

Aunque Brisa está desilusionada, esto es lo máximo que puedo hacer por ella en este momento. Los meses comenzaron a correr y aunque ella en ningún momento se rindió conmigo yo nunca fui capaz de llegar más lejos.

Mi madre la entrenaba para qué tomará su puesto y eso era un alivio, ya que yo podía entrenar a voluntad y sin tener que aguantarla arriba mío todo el tiempo.

- Señora ya no sé que hacer, su hijo no me busca y cuando yo voy él me rechaza.

- Le has dado los brebajes.

- Lo he intentado todo, anoche incluso lo esperé desnuda en su oficina y nada. Yo creo que no le gustó.

- Aunque no le gustaras él tiene que cumplir, te piensas que las parejas se casan por amor, claro que no mi niña todo es por acuerdos y aun así él esposó nunca le falla a su mujer en la alcoba.

- ¿Entonces? Ya casi se cumplen los 6 meses y las concubinas comenzarán a llegar y yo ni siquiera he podido calentar su cama.

- Pronto la caravana del oriente volverá a pasar por aquí y está vez les pediré que preparen el mejor y más potente afrodisíaco para que concibas un heredero. También les pediré venenos buenos para evitar que alguna de las concubinas conciba antes que lo hagas tú.

- No le sucede algo malo, digo es normal que un hombre rechace a su mujer a este punto.

- Mi hijo es un buen hombre y se está tomando el tiempo de conocerte o es que acaso prefieres a un esposo tirano que te tome por la fuerza y sin delicadeza.

- Claro que no, yo solo... Me gustaría poder ser más cercana a él y comprenderlo mejor.

- Querida te has ganado el cielo con mi hijo, en estas tierras no existe un hombre más caballero y generoso.

- Lo sé y es por eso que no quiero perderlo. Me gusta la manera en que me trata con gentileza y como me escucha cuando le platico de mi vida. Es un buen esposo y yo quiero más, lo quiero solo para mí.

- Aguanta un poquito más querida, todo tu esfuerzo será recompensado pronto.

Aunque le ofrezco una sonrisa la verdad estoy muy furiosa con Vlard. Como puede ser que todavía no la haya tomado como su mujer, nunca quise aceptar que tal vez mi hijo sufría de difusión eréctil, pero comienzo a preocuparme. Como de costumbre lo encuentro en el campo entrenando y al verme corre a mi lado.

- Madre que la trae por aquí.

Lo golpeo sin decir nada. - Que diablos te pasa, como es posible que no cumplas tu deber en la alcoba con tu esposa.

- Odio esa palabra.

- De que hablas Vlard.

- Odio la palabra deber. Yo ya estoy cumpliendo mi deber en todo lo demás no puedes gritarme por como llevo mi relación matrimonial.

- No me digas que necesitas amor para cumplirle a tu esposa. Eres hombre y como tal no necesitas estar enamorado para tener relaciones sexuales.

- Que vergüenza que sea una mujer la que denigra a otra.

- No te vayas Vlard todavía no terminando de hablar.

- Yo si acabe aquí.

Maldita sea estoy cansado de todo esto, ni siquiera yo mismo sé por qué no puedo tocarla y que todo el tiempo me estén recordando mi deber me está volviendo loco.

Dos semanas después llega la primera concubina y siguiendo el protocolo Brisa le tiene que dar la bienvenida y enseñarle cuáles serán sus aposentos, poco después llega la segunda aunque nada ocurre y eso no solo deja tranquila a Brisa sino que también a mi madre.

Pero yo no estoy libre de la presión, cada día que pasa me veo rodeado de sus sutiles engaños para llevarme a la cama. Si no es una es la otra y así me vi hasta desconfiando de la comida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.