Me lleno de valor y me dirijo a la oficina de mi esposo disfrazando una calma que no tengo para enfrentar su enojo. - Aquí estoy mi señor, para que le soy buena.
- Sabes muy bien por qué te he llamado aquí Brisa así que borra esa sonrisa de tu rostro.
- Veo que ha preparado el té, déjeme servirle un poco.
Mientras acomodo todo lo puedo escuchar mientras toma asiento junto a mí. - Porque lo hiciste. Porque eres tan cruel y despiadado con una joven que no te ha hecho nada.
- No sé dé que me está hablando mi señor.
- Tengo cara de estúpido.
- Si se refiere al trato que se le da a la nueva consorte déjeme decirle que yo no tengo nada que ver con eso. Ya he regañado a las empleadas, pero ellas están disgustadas con su actuar dejando a su esposa de lado por una muchacha del campo. Son buenas personas defendiendo a su señora.
- Con que todo fue planeado por las sirvientas devotas de usted.
- Que travesura han cometido ahora para que esté tan enojado mi señor.
Le entregó la taza de té desviando mi mirada, cuando Vlard está enojado tiene los ojos de una bestia que me provoca mucho miedo. Me siento a su costado intentando mantener la calma aunque sea algo casi imposible.
- Travesura así le llamas al maltrato físico que tu gente le provoca a otra persona. Sabes Brisa te respetaba porque pensaba que eras amable y de buen corazón, pero con tu actuar me doy cuenta de que eres una víbora doble cara.
- Me está acusando sin pruebas, yo jamás mandaría a hacer algo malo a otra persona.
Me levanto y le vierto todo el té sobre sus piernas así como lo hicieron con Ayla, sus gritos de dolor retumban en todo el palacio, pero nadie tiene permitido interrumpir nuestra charla.
- ¿No fuiste tú quien pidió que le hicieran esto mismo a mi dama de compañía preferida?
- Ahhhh por favor mi señor.. Duele demasiado.
- Escúchame bien porque está será la última advertencia Brisa. Ella es mi flor favorita, la única que adorna este horrible lugar así que si te atreves a lastimarla otra vez tu cabeza será exigida en las grandes puertas de mi palacio.
Maldito desgraciado, te atreves a lastimarme de esta manera por una salvaje sucia que no sabes ni siquiera de donde viene. Me la pagarás y si yo muero me la llevo a ella conmigo.
Esa misma tarde recibo la visita de mi madre furiosa por lo sucedido y no duda en olvidarse de sus modales por defender a Brisa.
- Como te has atrevido a hacer tal cosa contra tu esposa.
- Ella necesitaba recordar su lugar, que sea mi esposa no significa que sea la dueña de mi vida.
- Vlard estás llegando muy lejos, no puedes hacer todo esto por una mujer como esa.
- Yo puedo hacer lo que se me dé la gana así que si te interesa cuidar de Brisa te recomiendo que la guíes por el buen camino y deje de hacer cosas que le pueden costar la vida.
- Todo esto es tu culpa, si le das un hijo a tu esposa ella estará tranquila.
- Adiós madre. Ayla me está esperando.
- Te arrepentirás Vlard, llorarás lágrimas de sangre por esa mujer.
Como podría arrepentirme si desde el momento en que la vi mi vida tuvo sentido, un corazón que creí no poseer comenzó a latir desenfrenado y todos mis instintos dormidos se despertaron con tenerla cerca. No sé que es esto, pero juraría que es a lo que la gente llama amor.
Es como si la conociera de antes, puedo adivinar sus expresiones como si las hubiera visto un millón de veces en el pasado, no puedo ni quiero soltarla siento que si lo hago voy a morir de inmediato. Camino hasta llegar a sus aposentos y la veo sentada en la ventana.
Corro pensando que quiere saltar para acabar con su vida y la jalo sobre mí para evitar que caiga al vacío.
- Que crees que estás haciendo... ¿Quieres morir?
- La muerte no suena tan mal a comparación de una vida llena de dolor.
Me aferró a su cuerpo mientras unas cuantas lágrimas caen, la sola idea de verla morir me está quemando por dentro.
- Acaso usted está....
- No me dejes Ayla, yo no sé cómo vivir si no te tengo a mi lado.
- Ni siquiera me conoce.
- Me basta con lo poco que sé dé ti para amarte con locura y si me dejas ver más allá amaría cada pequeña cosa hasta lo más profundo.
Que le pasa de repente a este hombre, peor aún porque mi corazón está latiendo de esta manera tan extraña. Nunca en mi vida he visto llorar a un hombre y mucho menos a un noble de su rango y aquí está él aferrado a mi cintura llorando sobre mi hombro como un niño pequeño.
Algo dentro de mí hace que acaricie su cabello, es como un impulso natural. - No lloré mi señor.
- No puedes dejarme Ayla... Espera como está tu herida.
La levanto y la llevo a la cama descubriendo su pierna. - Disculpa el atrevimiento, pero solo yo tengo permitido levantar tus faldas.
Esas palabras hacen que me sonroje mientras un calor inexplicable sube por todo mi cuerpo. - Que atrevido.
- Esto es increíble no tienes ni siquiera una mínima cicatriz. ¿Qué has usado para sanar?
- Nada, yo me curo sola.
- ¿Sola? Como se supone que haces eso.
- Simplemente sucede.
- Eres increíble como una diosa. Sabes la primera vez que te vi danzando pensé que eras la diosa de la luna que habías bajado del cielo para dar un espectáculo de tu belleza y resplandor.
- Que cosas dice.
Su mano acaricia mi rostro suavemente mientras me puedo reflejar en sus ojos tan tranquilos y serenos, esos ojos yo los recuerdo perfectamente, pero no sé dé donde.
- Eres tan hermosa como la luna misma, con tu cabello plateado y ese resplandor.
- ¿Puede ver mi resplandor?
- Acaso es un secreto.
Tapó mi pecho apenada mientras con mi otra mano extiendo mis faldas. - Puede dejarme sola por favor.
- Me voy si antes me dejas robarte un beso.
Ni siquiera puedo moverme, no quiero besarlo, pero mi cuerpo no reacciona. Puedo sentir sus labios sobre los míos y sin darle cuenta me veo abrazándole para que no se aleje de mí.
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Editado: 22.08.2025