Amor eterno.

Sentimientos encontrados

Esa noche luego de besarnos ese hombre se marcha dejándome tan confundida que soy incapaz de dormir. No entiendo por qué razón me negaba a soltarlo, como fue que no lo golpee y lo mande lejos por atrevido. Todo en mí lo deseaba y no quería que se marchará. ¿Estaré volviéndome loca?

Después de ese incidente todos los días él venía a verme con una canasta llena de frutas y pasteles deliciosos, también traía consigo libros y vestidos hermosos.

- Acaso no tiene trabajo que realizar su señoría.

- Claro que lo tengo por eso traigo esto conmigo, mientras tú lees yo trabajaré.

- No tiene una oficina y un asistente que le ayude.

- Esta puede ser mi nueva oficina y usted puede ser mi nueva asistente.

Cada vez que dice esas cosas mi corazón parece un tambor dentro de mi pecho y no puedo evitar ponerme roja.

- ¿Su esposa o demás consortes no lo esperan?

- Eso no es importante, nada me importa más que estar aquí contigo Ayla.

Finjo leer mi libro para evitar mostrar mi rostro avergonzado y lleno de deseo, pero claro que él lo nota y se acerca a mi lado acomodando mi cabello a un lado y dejando un suave beso en mi mejilla.

- Hoy estás muy bella Ayla. Que bueno que las paredes son altas y que nadie más que yo puede entrar a este lugar, odiaría que otro hombre te vea como yo lo hago. Esas mejillas sonrojadas, esos labios que piden ser besados y ese cuerpo que huele a gloria es algo que únicamente yo quiero ser digno de admirar.

- Su... majestad.

No lo resisto más y la beso, ella me lo devuelve de inmediato mientras mis manos se apoderan de sus caderas levantándola para ponerla sobre la mesa. Me arrodilló ante ella y comienzo a besar sus tobillos mientras acaricio sus piernas. Ayla intenta ahogar los gemidos que tanto deseo escuchar.

- No lo hagas, grita mi nombre si así lo sientes necesario.

- Esto.. Esto está mal.

- Te amo Ayla y si tú me amas esto no puede estar mal.

Mis besos comienzan a subir por sus piernas llegando a su ropa interior la cual deslizó a un costado. - ¿Quieres que me detenga? Este es el momento correcto para pedirlo, porque después ya no podré controlarme Ayla.

Ella cubre su rostro mientras niega con la cabeza y me dejó empapar de su elixir, tal como lo sospeche ya no puedo detenerme, Ayla es tan sabrosa que me voy a volver adicto a ella.

- Su excelencia.. Me gusta mucho.

Siento su sabor más profundo y sé que ha llegado a su límite, me levanto y desabrocho mi pantalón para acomodarme y hacerla completamente mía.

- Lo voy a hacer despacio.

Comienzo a moverme de manera lenta que es el castigo más grande para mí, sus uñas se aferran a mi espalda mientras me pierdo en sus besos ardientes que me piden más y yo le doy todo de mí.

Esa noche nos quedó corta, no dormimos ni por un momento porque estábamos muy ocupados amándonos hasta el cansancio. Era como si hubiéramos esperado este momento por tantos años que no podíamos quedar satisfechos el uno del otro.

Y así fueron pasando los días sin salir de su cuarto y admirándola cuando dormía, nunca me cansaba de mirarla, mucho menos de tocarla.

- Su señoría un mensajero ha venido a buscarlo, lo espera afuera.

- Ahora salgo.

Ya me parecía raro que todos estuvieran tan tranquilos después de que desaparecí por una semana completa. Al llegar de regreso a mi palacio veo a mi madre junto a Brisa tomando el té muy tranquilas.

- Sucede algo.

- Hijo mío tiene que suceder algo para que tu madre venga a verte.

- Que las trae por aquí.

- En unos días es el cumpleaños de tu amada esposa, estamos aquí para planear el banquete.

- ¿Me necesitan para eso? Hay más de 300 sirvientes en este lugar.

- Es tu deber como su esposo, además Brisa ha planeado una hermosa hora de té con todas las consortes y damas de alta clase para mostrar la armonía de este palacio.

- Brisa eso es verdad. Porque tan dispuesta de repente.

- No se confunda mi señor, todo esto es para guardar las apariencias así como su madre celebraba estas fiestas ahora es mi deber hacerlo.

Tiene sentido, mi madre siempre odio a las demás damas de compañía de mi padre y aun así en cada banquete o fiesta de té ella disfrazada una perfecta sonrisa que nadie pensaba todo lo cruel que eran capaces de ser estas mujeres cuando estaban a solas.

Toda la sangre de niños inocentes que caía de sus delicadas manos mientras charlaban como las más cercanas amigas. Aunque Brisa odie a Ayla tiene que fingir que la recibe aunque eso la mate por dentro.

- Muy bien quieres usar el salón de jade.

- Yo le he ofrecido el salón de oro.

- Madre eso es en el palacio de padre, no se puede usar a voluntad.

- Ya lo he hablado y te recuerdo que tu padre aprecia mucho a nuestra querida Brisa. Le dio su bendición para usarlo y te manda un mensaje. Espero que la próxima vez que el salón de oro se use sea para presentar al heredero.

- Ja padre está en el mar y aun así tiene tiempo para pensar en estas cosas.

- Vlard agradece que tu padre no está aquí y recuerda que tú lo representas en todos los sentidos en su ausencia. Las miradas siempre estas pendientes de cada pasó que das.

Otra amenaza disfrazada de consejo, ya estoy cansado de siempre tener que hacer lo que los demás esperan, por una sola vez me gustara ser yo mismo e irme lejos de aquí con Ayla para vivir tranquilamente.

- Está bien.

- Has que esa... Mujer se vista dignamente y no con esos harapos que no dejan nada a la imaginación, ahora ella es parte del palacio y como tal tiene prohibido avergonzarnos con su comportamiento salvaje.

- Ayla no es ninguna salvaje y ese día se llevará todas las miradas aunque eso me moleste. Que disfruten de su tarde, señoras.




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