Después de encontrar a Ayla en el pastizal la llevé al castillo y fui yo mismo quien se encargó de su cuidado, ella se veía tan agradecida con todo lo que le daba incluso si era un pedazo de tarta, eso la hacía sonreír tan hermosamente que no quería dejar de provocar esa alegría.
- Mi señor usted es el dueño de este lugar.
- Porque preguntas eso.
- Porque quiero agradecer como se debe a la persona que me está dando alojamiento y también a usted por salvar mi vida.
- ¿De dónde vienes como para no saber en donde estás parada?
- Soy de un pueblo no muy lejos de aquí, pero soy una simple granjera que desconoce todo a su alrededor, mi familia dice que entre menos sepa uno mayor son sus posibilidades de vivir.
- Que estabas haciendo en el pastizal tan lejos de tu hogar. Acaso no sabes que en estas tierras vive una bestia salvaje.
- He escuchado algo al respecto, pero no me di cuenta de lo lejos que llegue hasta que caí en esa trampa.
- Porque no te noto asustada por todo lo que está pasando. Por estar aquí conmigo.
- Yo no veo maldad en sus ojos sino más bien un profundo dolor, pero sé que es una buena persona en su interior.
- Ja ja ja ja A mi vista yo podría ser ese monstruo y tú una simple humana que ha caído en una de mis trampas.
- ¿Lo dice en serio? Bueno no me quejo si ese es mi destino además primero me va a tener que alimentar bien si quiere comerme porque ahora estoy en los huesos.
- Que estas...
- Ea por eso que todos los días me trae tan buena comida y se queda hasta que me la acabo.
- Espera no es lo que estás pensando.
- Yo creo que a este paso y con comida tan deliciosa en un mes más ya estaré gordita.
- Ja ja ja ja ¿Como te llamas?
- Ayla mi señor.
- Yo soy Vlard y no pienso comerte Ayla aun así cuando puedas volver a caminar no deambules por el castillo sola, ya que te puedes encontrar con bestias que si aman la carne humana y más si es de una hermosa doncella.
Puedo ver como sus mejillas toman un color rosado intenso después de mis palabras y por primera vez en mi vida siento como mi corazón late dentro de mi pecho. Estoy tan confundido que salgo apresurado dejándola atrás y no mucho después tropiezo con otra mujer.
- Lo siento mucho mi señor, todo es mi culpa.
- ¿Quién eres tú y que estás haciendo aquí?
- ¿Quién soy? Acaso no me ha visto aquí antes.
- Si lo pregunto es porque no lo sé.
- Yo soy Brisa mi señor y he estado bajo su cuidado un año entero ya.
- ¿Un año? Quien te ha enviado aquí y como es la primera vez que te he visto.
- Me han enviado desde la Iglesia, yo soy la sacerdotisa con más poder espiritual que hay en este reino y la verdad no sé cómo no me ha visto, ya que yo siempre me he mantenido a su lado mi señor. ¿Qué piensa hacer con esa joven doncella que tiene en la habitación?
- Eso a ti no te importa... Espera eres una sacerdotisa así que puedes curar a Ayla.
- Yo estoy aquí únicamente para servirle a usted y a nadie más.
Siento como me sujeta de la mano y todas mis esperanzas se renuevan de inmediato hasta que veo a donde me ha traído.
- Cúrala ahora.
- Yo no..
- Dije que ahora mismo si quieres ver otro día.
Esta maldita mugrosa se atreve a sostenerme la mirada como si fuéramos iguales, se nota que no tiene clase ni modales en pocas palabras una simple campesina ignorante con demasiada suerte. Al colocar mis manos en su pierna siento una fuerte corriente eléctrica recorrer mi cuerpo.
- ¿Acaso tú?
- Hay algo malo conmigo.
- No es nada.
Me levanto y me voy a mi cuarto, no lo puedo creer, esa mujer también tiene un fuerte poder sagrado. Esto es malo aunque no se compara conmigo que ha crecido toda su vida cultivando mis poderes que ella también sea una sacerdotisa no traerá nada bueno. Pero parece que es tan tonta que no sabe ni lo que es, mi maestro me decía que únicamente una sacerdotisa podía concebir el fruto de la vida de un dragón y es por eso que yo estoy aquí. No puedo dejar que una don nadie que apareció de la nada me lo quite todo.
- Mi señor acaso hay algo malo conmigo. ¿Voy a morir?
- No digas eso Ayla.
- Pero esa sacerdotisa ha salido corriendo desesperada.
- Yo te voy a cuidar así que no tengas miedo, nada te va a pasar.
- No diga esas cosas por favor.
- Porque no puedo decirlas Ayla.
Juego un poco con ella acariciando su cabello y la veo ponerse tan nerviosa que incluso yo me siento mareado y agitado.
- Porque puedo pensar que las dice de verdad.
- Que pasa si las digo de corazón.
- Entonces yo no tendré salvación.
Ella se acerca a mí y sin más me deja un beso... Un beso que no solo me roba el aliento, sino que también me roba el alma y desde ese preciso momento yo no tuve más vida porque Ayla se adueñó de todo mis sentidos, de todos mis suspiros, de todos mis deseos y únicamente podía verla a ella a donde sea que fuera.
Cada día era más mágico que el anterior, amaba verla escribir en su cuaderno lo que ella llamaba la más perfecta historia de amor. En sus brazos siempre encontraba todo lo que ni siquiera yo sabía que necesitaba y mucho más. Estaba tan cegado viviéndola a cada instante que nunca me di cuenta del mal que se escondía entre las sombras.
- Veo que te llevas muy bien con el señor.
- Oh señorita Brisa muy buenos días.
- Sabes que jamás podrás ocupar el lugar de señora, no tienes modales, no cuentas con etiqueta o las enseñanzas básicas. Todo el tiempo vistiendo de esa manera tan vulgar.
- Porque me lo dice de esa manera.
- Porque quiero ayudarte, yo puedo enseñarte como ser una dama para que no lo avergüences o quieres ser una amante toda tu vida y verlo casarse con alguien de su mismo nivel.
- No sabía que lo avergonzada.
- Quiero ser tu amiga Ayla, después de todo mi deber es permanecer en este lugar y estoy muy sola.
#1198 en Fantasía
#736 en Personajes sobrenaturales
amor dolor dulsura, amor tristeza y felicidad, amor eterno traiciones y engaños
Editado: 22.08.2025