Amor eterno

~Capítulo 12~

Robín le ofreció su brazo, una vez que Anna lo aceptó, él cubrió su mano con la suya. Mientras avanzaban por entre los invitados, se dirigieron hacia las puertas que daban a la terraza. Bajaron al jardín. 

Durante el recorrido, Robín sentía el calor de la mano de Anna allí donde la tenía apoyada, extendiéndose por todo el cuerpo.

Se sentaron en un banco situado bajo un manzano en el centro de un claro entre los árboles. Al girarse para observar al marqués se encontró con la vista clavada en ella. Anna le sostuvo la mirada sin atreverse a apartar la vista.

Robín se inclinó hacia ella y bajó la cabeza. Anna bajó la vista hacia sus labios sintiendo como se le cortaba la respiración.
Él bajó un poco más la cabeza y le rozó los labios con los suyos, acariciándolos suavemente, sintiendo la delicadeza de su piel.
Anna sintió como la calidez de su primer beso le recorría todo el cuerpo. Sintió los pulmones oprimidos bajo el vestido a causa de que había estado reteniendo el aire.

En la cabeza de Robín resonaba una voz diciendo que se detuviera, que se apartara, pero no le prestó atención. Sabía que él llevaba el control de la situación. En vez de terminar el delicado beso, decidió prolongarlo unos segundos más, apoyando su mano en la mejilla de ella, quería saborear esos delicados labios. Hasta que ella separó sus labios poniendo fin al beso. Fue un momento breve, dulce, cálido.

Cuando se separaron ambos quedaron temblando, anhelando más. 

-Yo... Lo siento. -Dijo de pronto Robín apartando la mano- Me disculpo por mi comportamiento.

Ella parpadeó tomando conciencia de lo que acababa de suceder. 

-No, la que se disculpa soy yo, no debí permitirlo. Si me disculpa, debo volver a dentro.

Apartándose de él, se puso de pie y se encaminó con suma prisa hacia el salón, dejándolo atrás. 

Robín se quedó ahí, sentado, analizando lo que había pasado. Como se había permitido perder el control de aquella manera.

Luego de recapacitar sobre lo que acababa de pasar, se encaminó de nuevo hacia el salón. Solo se retiró una vez de cerciorarse que se encontraba en buenas manos. 

Anna, estaba conmocionada todavía por la situación con el marqués. Sentía las mejillas al rojo vivió por la vergüenza. 

Cuando estuvo en las profundidades de su cuarto, se permitió revivir el momento intimo compartido con él.

Aún le hormigueaban los labios por el recuerdo del beso. ¿Habíra sido tan importante para él como lo había sido para ella? Se sintió fatal al recordar la manera en que se despidió de él, se había sentido avergonzada no por la situación en sí -de lo cual era algo de lo que no se arrepentía- sino por lo inexperta que era. Jamás la habían besado y menos de esa forma.

Robín, ya en su despacho, analizaba todo lo sucedido aquella noche, no había sido su intención besarla, pero el solo hecho de saber que se sentía atraído hacia ella, había logrado que perdiera la compostura por completo. Cada vez que estaba junto a ella, su cuerpo parecía ser que cobraba vida propia, y cada movimiento que hacía era involuntario. Aún percibía el sabor de los labios de Anna en los suyos. Sintió como se le tensaba cada músculo del cuerpo, no quería tener esa clase de sensaciones, lo fastidiaba.
Si Clair lo había lastimado, Anna podía hacerlo también y era algo que no iba a dejar que ocurriera.

Mientras se levantaba del diván para ir por una copa de Brandy se pasó las manos por la cabeza, debía hacer algo antes de que fuese tarde, pero no se le ocurría que. Luego de esto se fue a su habitación para intentar dormir.

A la mañana siguiente, Anna se encontraba desayunando junto a su familia en el comedor. Mientras sus padres conversaban, ella estaba abstraída en sus pensamientos. 

-Anna. -Llamó su madre- ¡Anna! 

-Disculpa madre, estaba distraída. - Contestó ella. Aún no podía olvidar el beso que compartió con Robín.

-No importa, te estaba contando que he conseguido, a través de una gran amiga, que nos incluyan en la lista de Almack's.

Era el lugar ideal para mercado para el matrimonio, así que hoy debería comportarse en extremo educada y sonreír cortésmente mientras veía desfilar a una corte de caballeros.

Si bien siempre había pensado en casarse, dudaba que en ese lugar encontrara a su futuro esposo. Sea como fuere, hoy no vería al responsable de su turbación. 

Al terminar de desayunar, Anna subió a su cuarto para ponerse su capelina, agarrar una cesta e ir al jardín para recoger flores para poner en los jarrones.

Una vez en el jardín, se dirigió al rosedal. 

Estaba tan entretenida en la tarea que no vio que su hermana se acercaba.

-Anna. -La llamó Lucy.

Anna al escucharla se giró.

-¿Que te sucede hoy? Estabas muy distraída en el desayuno.

- Nada, solo... Pensaba.

-Mmmm, ¿En el señor Henderson?




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