Cada día llegaban pilas de invitaciones a eventos y aquella noche Lady Montgomery, una de las tías de Anna por parte materna daría una fiesta de mascaras.
Anna había elegido para esa ocasión un vestido color marfil y una máscara del mismo tono que le cubría la mitad del rostro. Sería difícil reconocerla.
Mientras bajaba las escaleras, Philip abrió la puerta de entrada
y dejó pasar a Frederick.
-Hola, Anna, ¿Cómo estás? ¿Está Lucy? -preguntó Frederick.
-Bien, ¿y tú? -contestó Anna- si, se está terminando de arreglar.
Quince minutos después Lucy se reunía con el resto de la familia y se ponían en marcha.
Una vez que llegaron, les entregaron sus abrigos a un mozo encargado del guardarropa, si bien era verano, esa noche particularmente estaba fresca.
Anna se colocó la mascara antes de entrar al salón y se instaló con su madre a conversar con otras invitadas, que al igual que ellas ocultaban su identidad.
Mientras conversaban, se acercó una de sus primas a saludarlas.
-Hola, tía Constance, ¿Y... Anna? -preguntó Maria. Era una muchacha alta, de tez morena y pelo castaño claro, diez años más grande que Anna. Ella hacía poco había contraído matrimonio con un duque. -Con esa mascara es algo difícil de reconocerte.
-¿Cómo estas Mary? -preguntó Anna algo incomoda.
-Bien, aprovechando que Martín tubo unos días de descanso.
-Me parece perfecto. Si no les molesta iré a dar un paseo para estirar las piernas. -Comunicó Anna- Con su permiso. Hizo una reverencia y se marchó.
Mientras caminaba por entre los invitados, Robín logró divisar a una muchacha rubia de vestido color marfil. Al verle la muñeca se dio cuenta de que era Anna en realidad. Si no llevara puesta la pulsera que le había regalado, no la hubiese reconocido de inmediato, puesto que la mascara le cubría por completo los rasgos. Se encaminó hacia donde se encontraba la muchacha.
Mientras Anna estaba sirviéndose un ponche, alguien se le acercó por detrás y le habló al oído.
-¿Me permite la próxima pieza? -preguntó la voz masculina.
Anna reconoció la voz de inmediato, era la voz penetrante de Robín.
-Si mi lord. -Contestó Anna casi sin habla intentando no delatar que lo había reconocido.
Se encaminaron a la pista y comenzaron a bailar en cuanto la primer nota del violín sonó.
Robín la hizo girar hasta que se dirigieron hasta un rincón de la fiesta. La tomó de la mano, la condujo a la terraza y luego hacia un mirador.
Mientras permanecían callados uno junto al otro disfrutando de su compañía mutua, Robín la tomó por los hombros y la hizo girar hasta dejarla de cara hacia él.
Anna se quedó hipnotizada por los ojos de Robín, con la respiración entrecortada y el corazón latiendo a todo vapor. Solo quería una cosa, ¿Su rendición? ¿Qué la amara? No podía dejar que él venciera en esta batalla. Lucharía hasta el fin para que los dos gozaran de un futuro en común.
Robín se quedó sosteniéndole la mirada, intentando descifrar que pensamientos pasaban por su cabeza, él solo quería oír el sí. Y no se rendiría hasta oírselo decir de sus propios labios.
Ella siempre había soñado casarse estando el amor de por medio, y ahora que podía alcanzarlo no iba a desistir.
Sin previo aviso, se puso de puntillas y lo besó fugazmente en los labios.
Robín quedó desconcertado cuando Anna se apartó.
-¿A qué éstas jugando? -preguntó Robin sonando bastante afectado.
-A nada, te lo juro. Fue solo a modo de agradecimiento por la pulsera que me enviaste. -Dijo sinceramente Anna.
-Cásate conmigo. -Imploró él.
-No. Te juro que lo haría si pudiera -Le contestó Anna.
-Te deseo.
-No es suficiente para mí.
-Por favor, Anna, no seas testaruda, no te dejaré en paz hasta que aceptes casarte conmigo. No voy a darte vía libre para ver como otro hombre te tiene en sus brazos.
-Lo sé. Pero no es suficiente lo que me declaras para que acepte.
Ojalá pudiera decirle lo que quería escuchar, decirle que la amaba, pero eso era algo que tenía que descubrirlo solo.
Se quedaron un minuto en silencio, pensando en sus argumentos.
Ninguno se rendiría aquella noche.
Robín la tomó por la cintura y la acercó lentamente. Quizás si lograba nublarla o confundirla lograría su objetivo. Ya había visto cuanto la afectaban sus besos.
Le dio un beso firme, dejando claras sus intenciones de que no iba a retroceder. Luego de un momento Robín cambió de posición y Anna le echó los brazos al cuello para no perder el equilibrio. Cuando Anna soltó un suspiro Robín se apartó lentamente dejando sus manos en la cintura de ella.
-Cásate conmigo. -Le pidió Robín una vez más.
-Yo... -De pronto se dio cuenta de que estaba a punto de aceptar y se sintió disgustada consigo misma. Era increíble la facilidad con que Robín lograba nublarle los sentidos. Casi había logrado que se rindiera- debemos irnos, hemos estado bastante tiempo a solas.
Anna se apartó un poco y cuando estaba por alejarse Robín la sostuvo por la muñeca.
-¿Hay alguien más Anna? -preguntó Robín casi temiendo escuchar la respuesta.
-No, no hay nadie más Rob. -Contestó Anna viendo como él se relajaba- Solo tú tienes lo que necesito.
-¿Y qué es? -preguntó esperando que le respondiera.
-Pues... Busca en tu interior. ¿Volvemos?
Robín le ofreció el brazo y ambos volvieron al salón. Antes de entrar Anna se cercioró de que tuviera la mascara colocada en su sitio y entraron sin mayores complicaciones.
-¿Bailarías conmigo una segunda pieza? - preguntó Robín.
-Por supuesto.
Y ambos volvieron a girar entre las demás parejas.