-Casi caigo en su trampa, intentó nublarme los sentidos para que le dé el sí y casi acepto. -Le contó Anna a su hermana algo alterada.
-¿Y qué piensas hacer? -le preguntó su hermana.
-Está claro que no me puedo quedar a solas con él hasta que no acepte ser su esposa. Así que cuando lo vea va a ser en un lugar concurrido.
-¿Tú piensas que no te va a asediar de igual forma?
-Por lo menos no como lo venía haciendo.
-¿No es más fácil que le digas que lo amas y le des el sí?
-Por supuesto que es fácil, por eso estoy esperando a que me lo diga.
-Ay, Anni, que testaruda eres.
-Tú te casas con Frederick por amor ¿O no?
-Si, por supuesto, lo amo con toda mi alma. No me imagino casada con otra persona que no sea Fredy.
-Pues, yo quiero lo mismo para mí, y no voy a desistir hasta conseguirlo.
-Si eso es lo que quieres me parece perfecto, no bajes los brazos Anni. -La alentó su hermana.
Robín llegó a su casa en medio de la madrugada. Fue hasta su estudio y se sirvió una medida de brandy.
¿Qué le estaba sucediendo? ¿Desde cúando le rogaba a una mujer para que se casase con él? Es más ¿Cuándo había decidido casarse? Estos interrogantes le rondaban la cabeza.
Él ya sabía desde hacía rato que se sentía atraído por Anna, eso no era novedad para él. En su cabeza resonó la frase: "Solo tú tienes lo que necesito." -Sintió como aquellas palabras le calaban hasta lo más profundo- Dinero no podía ser, la hermana mayor de Anna se casaba con una dote de diez mil libras por ende su dote debía ser similar. ¿Qué era lo que tenía para darle? Se le ocurrió que podía ser protección dado que él era un marqués, no solo se aseguraba un título nobiliario, sino también un futuro estable.
-Si, seguro que es eso. -Se dijo para sí mismo una vez que la idea tomó fuerza en su interior.
Se levantó del sillón y fue a su cuarto a acostarse, de tanto darle vueltas al asunto le estaba empezando a dar dolor de cabeza.
Se acostó luego de desvestirse, apagó la vela y se dispuso a descansar.
Al día siguiente, Anna despertó justo para el almuerzo, se vistió con el propósito de que una vez que almorzara se iría al jardín a pasar la tarde. Se trenzó el pelo y bajo las escaleras.
Al llegar al comedor se encontró con su familia a la mesa.
-Estas fiestas son demaciado. -Se quejó Anna sirviéndose un poco de pollo asado y patatas.
-Relajante Anni. -La consoló su hermana- Ya te acostumbraras.
-¿Qué tienes planeado hacer después de almorzar? -le preguntó su madre.
-Voy a quedarme aquí, iré un rato al jardín y luego me recostaré un rato así me repongo para la noche.
-Bueno, te excusaré con tu tía, ayer nos invitó a tomar el té. -Le dijo Constance.
-Gracias Madre.
-Señorita Anna, -dijo Philip entrando al comedor con un arreglo floral- esto llegó hoy a la mañana.
-Es cierto. Me había olvidado. -Dijo su madre- ¿Ayer supiste de quien era la pulsera que te enviaron?
-No, no pude saber. -Mintió Anna- ¿No tenía tarjeta Philip?
-No, el mensajero me dijo que tiene prohibido decir quien te las envía.
-Ay, que romántico, tienes un admirador secreto. -Fantaseó su madre.
Al término del almuerzo, Anna se dirigió al jardín con un libro, se sentó bajo el roble, con la espalda apoyada en el tronco.
Estaba tratando de leer sin tener mucho éxito, Robín ocupaba el centro de su atención. Ya había hecho su jugada, ahora debería esperar a que Robín tocara los hilos correctos.
Después de un rato, subió a su habitación y se recostó un rato para reponerse un poco para la noche.
Cuando su madre volvió con su hermana de la casa de su tía se dirigió derecho a la habitación de Anna.
Al llegar a la puerta, esperó a que Anna la dejara pasar.
-¿Pudiste descansar hija?
-Si madre. -Contestó Anna restregándose los ojos- En un rato me comenzaré a preparar para la cena de esta noche.
Mientras se colocaba las enaguas y el vestido, se preparaba mentalmente para el asedio de Robín, casi había logrado hacerla rendir la noche anterior. Se había dicho mentalmente que no debían estar solos en ningún momento.
Cuando llegaron a la velada de lord Vernon, Anna y su familia junto a los demás invitados, pasaron al gran comedor.
Cuando estaba por sentarse, escuchó a su madre que la seguía un poco más atrás saludar a alguien. Al girarse vio que se trataba de Robín Henderson. Se giró para saludarlo y siguió su recorrido hasta un grupo de asientos libres.
-Por favor, únase a nuestro grupo señor Henderson. -Pidió Constance.
-Será un placer señora Brighton. -Aceptó Robín mientras le sostenía la silla a Anna para que se sentara.
-Gracias Rob. -Contestó Anna algo confundida.
-De nada Anna. -Contestó Robín dedicándole una sonrisa.
Robín tomó asiento a su lado y entabló conversación con el padre de Anna.
Durante la cena, Robín casi no le prestó la más mínima atención, salvo para pedirle la sal o la botella de sidra. El resto de la cena la pasó callada.
Cuando la cena terminó, Robín le corrió la silla amablemente y le ofreció su brazo para guiarla al salón junto con sus padres.
La dejó junto a ellos y desapareció. Anna seguía sin entender. Nada de lo que él estaba haciendo tenía sentido.
Mientras Anna conversaba con Lady Marshall. Se acercó un joven.
-Disculpen señora, señorita, -dijo el joven haciendo una reverencia- ¿me permitiría bailar esta pieza con usted?
-Si, por supuesto, con permiso Lady Marshall, enseguida vuelvo. -Anna hizo una reverencia.
Cuando se acercaron a la pista, el muchacho la tomó por la cintura y comenzaron a girar junto a las demás parejas. Al término, la estaba por llevar de vuelta con Lady Marshall, cuando se acercó Robín.
-¿Me permite esta pieza mi Lady? -preguntó Robín.
-Si... -contestó intentando saber que era lo que estaba haciendo. Se despidió del joven y siguió a Robín a la pista.