Amor eterno

~Capítulo22~

Cuando Robín entró al estudio, fue derecho a la mesa auxiliar, tomó una copa, la botella de brandy y se dirigió al diván.

Recapacitó sobre la noche que pasó en compañía de Anna.
Había sido una noche especial para él, era la primera vez que hablaba de su pasado con alguien desde que había pasado el escándalo. Anna lo había escuchado sin juzgarlo, eso era lo que más lo atraía de ella.

Bebió un trago sintiendo como el líquido lo entibiaba por dentro. Anna sería una buena compañera de vida y no se rendiría hasta que aceptara darle el sí. Mañana iría a hablar con su padre para pedirle la mano a su hija para poder cortejarla.

Recordó el momento en que se habían besado, el beso de esa noche había sido el más especial que habían compartido hasta el momento. Apuró en contenido de la copa y se encaminó hacía su habitación.

Anna se encontraba acostada en su alcoba, pensando en el momento que había compartido con el marqués de Winchester.   Aquella noche sintió por primera vez que Robín sentía algo más que atracción por ella. Era algo más profundo, ¿Quizás amor? 
¿Podía ser que la amara? Quizás, no descartó la idea. Se giró en la cama. Algo era seguro, él se sentía atraído por ella, pero quería que él sintiera lo mismo hacia ella. Tenía la esperanza de que se diera cuenta pronto.

Luego de un rato, apagó la luz y se concentró en dormir.

A la mañana siguiente, Anna despertó temprano, se vistió y bajó a desayunar. Estaba en el aparador sirviéndose café y un tazón de frutas, cuando apareció su madre por la puerta.

-Buen día, hija. -La saludó Constance con un beso en la mejilla.

-Buen día, madre. -Contestó Anna.

Y ambas se pusieron a desayunar. Al cabo de quince minutos apareció Arthur. Las saludó y se sentó a tomar su café y a leer el períodico.

Al terminar, estaban conversando cuando Philip anunció que lord Henderson había venido.

-Llévalo a mi despacho, dile que me reuniré con él en unos segundos.

-Enseguida señor. -Contestó el mayordomo y salió por la puerta.

-¿El señor Henderson? -preguntó estupefacta Anna.

-Si, ayer a la noche me preguntó si podía venir hoy a hablar un tema de negocios conmigo.

-No... Puedo creerlo. -Respondió Anna.

¿Qué quería Robín con su padre? De seguro venía a pedirle su mano o permiso para cortejarla.

Arthur entró en el despacho, Robín lo esperaba de pie.

-Buen día, señor Henderson. -Saludo el padre de Anna.

-Buenos días, señor Brighton, disculpe las molestias. -Respondió Robín.

-No se preocupe. -Lo excusó Arthur- Digame, ¿En qué puedo ayudarlo?

-Pues verá, quería pedirle permiso de cortejar a Anna y pedirle su mano en matrimonio. -Contestó Robín.

-¿Anna ya lo sabe? -preguntó el padre.

-Si, pero no he conseguido que me dé el sí. -Respondió Robín.

-Mmm, en lo que a mí concierne, no veo ningún impedimento para no aceptarlo, es un buen partido señor Henderson. Creo que Anna ha elegido bien al escogerlo a usted. En cuanto a su dote, es de diez mil libras.

-Puede estar tranquilo señor Brighton, a Anna no le faltará nada sobretodo mi protección, descontando lo del título nobiliario.

-Pues en ese caso, bienvenido a la familia. -Lo recibió Arthur- Y suerte con Anna. -Se burló

-Gracias señor. -Contestó Robín riendo.

Una vez que terminaron de hablar, se reunieron con el resto de la familia.

-Buenos días, señora Brighton. Buenos días, Anna. -Saludó Robín.

-Buenos días, señor. -Contestaron las dos mujeres al unísono.

-¿Quiere quedarse a almorzar señor Henderson? La señora Mini está preparando un delicioso pollo al estofado.

-Pues yo... -Estaba por decir Robín, pero Anna lo cortó.

-Por favor. -Le suplicó ella.

-Me encantaría. -Se rió él.

-Excelente, ya mismo le avisaré a una de las criadas que coloque un plato más.

Anna se giró para enfrentarlo.

-¿Me acompañas al jardín? -Le preguntó Anna.

-Vamos, con permiso señora Brighton .

Una vez que estuvieron solos, Anna lo enfrentó.

-¿Qué crees que estás haciendo? -le preguntó- ¿A qué has venido?

-Vine a hablar con tu padre para pedirle tu mano en matrimonio y permiso para cortejarte. -Respondió Robin.

-¿Qué? Tú... -Anna no daba crédito a sus oídos.

-Así por lo menos puedo cortejarte sin que haya habladurías. -Respondió Robín mirándola a los ojos

-Tienes razón, pero eso no cambia nada, ya sabes mi condición.

Robín se acercó un poco más y le rozó los labios fugazmente, pero eso le bastó para alterarle los sentidos a ella.

-Por favor, amor mío, concédeme la dicha de poder pasar el resto de mis días junto a ti.

-Solo si tú me das lo que necesito.

-Por favor, dímelo mi amor.

-Ya te he dicho Rob, es algo tú solo puedes darme.

Caminaron por el sendero que llevaba al rosedal.

-Cada vez que veo una rosa blanca me acuerdo de ti, debe de ser porque son especiales y no son fáciles de encontrar. -Dijo Robín, cortó un pimpollo y se lo colocó detrás de la oreja- Eres especial para mí, por qué no fue fácil encontrarte.

Anna se quedó sin habla, apenas sí podía respirar. Aquella persona era todo lo que ella había soñado. Tenía el sí a punto de salir de sus labios, solamente tenía que decir dos palabras: "Te amo" y ella se rendiría.




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