Amor eterno

~Capítulo37~

Robín subió a su carruaje y se fue a su casa para prepararse para la fiesta de aquella noche.

Mientras el carruaje traqueteaba por las calles, Robín iba repasando la conversación con Clair. No se le había pasado por alto, que se había puesto nerviosa cuando le preguntó si pertenecía a ella.

No sabía muy bien por qué, pero seguía creyendo que ella tenía algo que ver en todo ese asunto.

Cuando llegó a la fiesta, Robín comenzó a caminar en busca de Maurice.

-Hola, Berret. -Dijo Robín extendiendo la mano.

-Hola, Henderson. -Dijo Maurice estrechándosela- ¿Qué me cuentas?

-Hoy fui a lo de Clair, conseguí la dirección. -Le contó Robín como al pasar.

-¿Quién te la pasó? -Maurice parecía sorprendido- ¿De qué hablaron?

-Me la pasó alguien cercano a ella.

-Ha, bien. -Maurice parecía algo afectado, cosa que no se le pasó por alto a Robín.

-Estuvimos hablando de la fiesta que di en mi residencia hace unos cuantos días atrás. -Le dijo Robín esperando a ver alguna reacción- Y del pañuelo que encontraron en lo de lord Dustin.

-Bueno bien. -Contestó él, intentando ocultar su malestar- ¿Pudiste averiguar de quien era?

-Hice algunas averiguaciones, pero no encontré al dueño.

-De... debo irme Rob. -Dijo Maurice- Debo levantarme temprano.

Y sin siquiera despedirse, Maurice desapareció entre la gente. 
A Robín le pareció raro. Desde que Clair apareció a su mejor amigo se lo veía más tenso que de costumbre. Se preguntó que tendría que ver él en todo esto.

Mientras Anna bailaba en la pista, logró ver a Robín hablando con Maurice Berret.

Cuando el vals cesó, Anna volvió junto a su madre. Mientras conversaban vio que Robín y Frederick que ya había vuelto de su viaje, la observaban mientras ella les sostenía la mirada. Algo detrás de ellos, le llamó la atención. Desvío la vista y creyó conocer a una persona observándola detenidamente.

Robín notó que Anna desviaba la vista hacia algo que le llamaba la atención, le estudió el rostro y se dio cuenta de que estaba pálida. Se giró, pero no vio nada que pudiera provocar que se quedara blanca como un papel, parecía haber visto un fantasma.

Decidió ir a preguntarle que le había sucedido seguido por Frederick.

-Creí reconocer a alguien detrás de ti, no recuerdo haber hablado nunca con ese hombre, pero no lo conozco. -Le contó Anna.

-¿Estás segura? -le preguntó.

-Si, sí. Se que lo he visto en... -De pronto pareció como si la niebla en su cabeza se dispersara y comenzó a recordad uno a uno los hechos.

-¿En? -la animó Robín a continuar.

-La noche que me desmaye en lo de lord Dustin, recuerdo que el mozo me alcanzó la nota. Supuse que era tuya y me dirigí a la fuente, cuando llegué vi que estaba desierta y oí acercarse unos pasos, pregunté quién era, pero nadie contestó. Luego de unos segundos Clair salió de las sombras.

-¿Clair? -preguntó Robín- ¿Estás segura?

-Completamente. Me dijo que me alejara de ti, que tú fuiste y siempre ibas a ser suyo, entre otras cosas, recuerdo también que le dije que no iba a permitir que te lastimara ni jugara contigo. Y llamo a un hombre que es el mismo hombre que estaba hace unos minutos atrás de ti.

-Acompáñennos a dar un paseo por la sala, quizás si aún sigue aquí lo reconozcas y lo podamos atrapar.

Anna y su hermana se levantaron del asiento y caminaron sin tomarse del brazo. Durante el recorrido Anna no logró verlo.

Decidieron ir a la terraza y cuando estaban saliendo por la puerta, Anna lo vio.

-¡Allí! -exclamó Anna señalando con un dedo la figura de un hombre bajando apresuradamente la escalinata.

Robín salió corriendo hasta que lo pudo alcanzar.

-¡Marcus Smith!, ¿este pañuelo es suyo? -preguntó Robín mostrándoselo.

Viendo que no tenía más alternativa asintió con la cabeza.

-Frederick, hay que llevarlo para que declare.

-Por supuesto, acompáñeme señor Smith.

Anna, Lucy y Robín volvieron adentro para interrogar al culpable de haberla dejado inconsciente. Se encontraban en un estudio pequeño.

-Explíqueme por qué lo hizo. -Pidió Robín sintiendo como iba creciendo la ira por dentro. Al recordar que la habían atacado a Anna, sintió ganas de darle su merecido.

-La señora Clair Stivens me dijo que si yo la dormía a la señorita, ella me daría diez monedas de oro cuando volviera con usted.

-¿Sabe usted por qué lo hizo? -preguntó esta vez Frederick.

-La verdad no, pero por la conversación que tuvieron parecía ser que la señora Stevens quería que la señorita Brighton saliera del medio.

-Mire, le voy a dar dieciséis monedas de oro, si promete no divulgar lo que dijo en esta habitación.

Dieciséis monedas eran mucho más que lo que aquella maldita bruja le había prometido.

-Por supuesto. Mantendré la boca cerrada.

-Perfecto, puede marcharse. -Le dijo Robín controlando la bronca, estando las mujeres presentes no quería reaccionar.

-Hay algo más, no sé si sea importante.

-¿Qué cosa es? -preguntó Robín poniéndose tenso nuevamente.

-La noche en la que dejé a la señora en su pequeña casa, un hombre la estaba esperando.

-¿Sabe usted quién era? -quiso saber Robín.

-Por desgracia no le vi la cara.

-Bueno. Muchas gracias por su información. Puede retirarse.

Después de que el hombre se fue, los cuatro se quedaron donde estaban.

-¿Tienes idea de quien puede haber sido? -le preguntó Frederick a Robín.

-Creo que fue Maurice Berret.

-¿Tu mejor amigo? -preguntó Anna sin poder creerlo- ¿Por qué piensas eso?

-Porque estas últimas semanas lo he notado raro desde que apareció Clair. Sospecho que huyó con él, cuando Clair desapareció.

-Hay que probar la teoría. -dijo Frederick convencido.

-Estoy de acuerdo. -coinincidió Robín.

-¿Y cómo van a hacerlo? -preguntó Lucy que hasta ese momento estaba callada.

-Lo que podemos hacer es, hacerles creer que los dos hablaron del otro, y es que en realidad no van a decir nada. -respondió Robín.




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